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La escritora Elvira Lindo cree que el cierre de Alta Films es todo un “síntoma” de hacia dónde van los tiempos, que es el desprecio de aquello que no produzca beneficios económicos “apabullantes e inmediatos”. “Hay un cambio de modelo en la manera de ver cine que empobrece ese arte”, y también “hay una política estatal de desproteger y dificultar el hecho cultural”, añade Lindo, para quien “esa minoría esencial para un país que aprecia y se nutre de lo no mayoritario se va a quedar poco a poco huérfana”.
También alarmado se muestra uno de los grandes estudiosos del fenómeno cinematográfico en España: Roman Gubern, guionista, profesor y experto en la materia, cree que el desplome de las salas de cine en versión original es una catástrofe anunciada. “Ha habido un cambio en los usos y costumbres del público para ver el cine en todo el mundo occidental, pero en el caso de España se agrava porque no ha habido una voluntad política para defender este sector, como tampoco a su hermano el teatro. El mundo ha cambiado y las generaciones jóvenes se han pasado al digital masivamente”, lamenta Gubern, que pertenece a una generación en la que el cine era un “refugio de sueños” y cuya adolescencia quedó marcada por George Cukor, Fellini, Godard o Truffaut.
“El cierre de las salas que hacen una programación selectiva y de calidad nos empobrece a todos, a los que van al cine y a los que no”, añade el profesor, que cita entre sus referentes cinematográficos a Michael Haneke y Lars von Trier, además de a directores españoles como Berlanga, Bardem, Saura o Mario Camus. “Este tipo de cine no tiene nada que ver con la cultura de masas. Ejemplos como las obras de Víctor Erice o Pere Portabella son experimentos que colocan al cine en la élite”. Roman Gubern va más allá y, además de pedir la intervención de la Unión Europea para proteger esta cinematografía tan especial, dice que estamos en el ocaso de una cultura que fue muy vital y que surgió de las cenizas de la II Guerra Mundial.
Quizás menos alarmista, pero más pesimista, se muestra el poeta y académico de la Lengua Pere Gimferrer, para quien el cine digital hará prescindible la figura del distribuidor y las películas llegarán directamente a las salas. Dicho esto, Gimferrer, que compara la formación que da el cine con la que se puede adquirir a través de la literatura o la pintura, pone el acento sobre lo que, en su opinión, es el lastre más grave en España.
“Es de toda Europa el país que tiene un público peor formado cinematográficamente. Arrastramos un problema pedagógico muy antiguo. Aquí solo llega el 10% del cine importante, que no quiere decir que sea solo de autor o minoritario. También de títulos norteamericanos. Por ejemplo, aquí no se han estrenado las últimas películas de Coppola o de Brian de Palma, tampoco la de Bernardo Bertolucci. No tenemos la tradición cinéfila de Francia, Italia o Gran Bretaña y hay un pésimo gusto en el espectador español. Si se cree que las series de televisión es lo mejor que se hace ahora en el audiovisual, vamos listos”, comenta Gimferrer.
No todo el panorama es negro. Hay luces. A estas luces se apunta con decisión el director español Jaime Rosales, un ejemplo del cine más personal y exquisito. Optimista y positivo por naturaleza, el director de La soledad o Sueño y silencio no comulga con los agoreros del apocalipsis que anuncian la muerte del cine de autor. “Si hay espectadores que demanden este tipo de cine, siempre habrá autores dispuestos a hacerlo” añade Rosales, que no ve un futuro pesimista. “No nos vamos a embrutecer. La civilización avanza hacia un menor embrutecimiento. Es verdad que estamos viviendo un momento difícil, en el que se están modificando muchas cosas, pero con una perspectiva a largo plazo, estoy convencido de que el cine de autor seguirá porque siempre habrá gente con preocupaciones éticas y estéticas”.
El realizador barcelonés defiende la necesidad vital y cultural del cine que él llama de adulto —“ese que te estimula y te hace preguntas sin darte las respuestas”— como un instrumento para la formación de los ciudadanos, al igual que un libro, una obra de arte o una pieza de teatro.
No tan optimista se muestra el escritor Juan Marsé, a quien no le extrañaría que el cine de autor desapareciera de las carteleras españolas, sobre todo “teniendo en cuenta cómo está la cultura en este país, independientemente de la crisis que vivimos”. “Su desaparición contribuirá al empobrecimiento cultural de los españoles”.
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Ramón Colom —antiguo director de TVE y ahora distribuidor—, advierte: “No hay que prohibir el cine americano, pero lo que no debe de estar prohibido es el cine europeo e independiente”