Mi experiencia reciente comparando la misma película en dos cines diferentes.
Cine A. Salas nuevas, limpias, cuidadas. Con butacas cómodas y amplias. Equipamiento de audio/vídeo de primer nivel y recientemente actualizado. Cinco euros con cincuenta la entrada en proyección 2D. Día festivo y, además, día de estreno de uno de los mayores éxitos de los últimos años. No llegamos a veinte personas en la sala.
Cine B. Salas viejas, con cierto olor a rancio, algo descuidadas. Butacas de piedra y gastadas. Pantalla pequeña, proyector poco luminoso y sonido de cine de verano en un pueblo perdido en el monte. Domingo. Dieciocho pavos por cabeza (16’5 + 1’5 de las gafas) en una sesión 4DX 3D. Sala a reventar y tuvimos que ir a esa sesión porque todas las demás hasta entonces estaban completas.
Quizá el problema es que “ya la veré en casa”, sólo así me explico ese desprecio por una proyección tradicional pero cuidada frente a una proyección nefasta pero con butacas que se mueven, chorros de agua y olor a pedo.