Palabra, que esta es la última vez que derramo una sola gota de tinta reflexionando, hablando, loando o rajando de la junta gestora, del innoble Ramon Adell, y monitorizada por Josep Maria Bartomeu y Javier Faus. Me desautorizo como observador u analista en esta materia, y me impongo una severa restricción para evitar perder ni un solo segundo más de mi vida delante de un ordenador y tratar esta cuestión, pues me han derrotado a fuerza de que entienda que esto es algo imparable. Han construido una maquinaria de propaganda poderosa a través de un discurso desvergonzado en el que lo importante es el objetivo final y para ello se da validez a cualquier forma de alcanzarlo.
En la vida todos hemos experimentado esa sensación de temor y remordimiento a la vez cuando se traspasa esa línea roja que nos ha tenido siempre relativamente alejados de cometer un exceso o un error; una vez la has superado, es fácil volverla a traspasar, hasta el punto de ya sentirte cómodo en el otro lugar y hacer un hábito de esta práctica. Te acostumbras a rebasar la línea, a vivir al otro lado de ella y, sorprendentemente, a justificar por qué lo has hecho y a creerte que está bien hecho. Vives en una perversión, pero experimentas el alivio de que que ya no hay límites.
Los límites son los estatutos y su espíritu. Una vez que has superado la vergüenza y has encontrado el aval mediático, todo es más fácil. ¡Quién le va negar un jugador al entrenador que ha ganado el triplete! Y uno piensa, es que esta no es la cuestión, porque la perversión está en haber traspasado la línea roja. Es que yo ya me temo, y casi me creo porque lo doy por hecho, que este fin de semana entrarán las grúas de ACS en el Camp Nou para iniciar las obras, porque quizá Adell, en comandita con Jordi Moix, y amparados todos ellos en el referéndum del año pasado, quizá consideradán que ya estamos perdiendo tiempo para arrancar el Espai Barça.
No voy a ser yo quien dude de que Arda Turan es un futbolista válido o muy válido, pues negarlo me convertiría en un ser aún más ignorante. De lo único que me quejo, más bien critico, o reprocho, o ni eso, simplemente digo, es que un día el expresidente Bartomeu, viéndose, sintiéndose, advirtiendo que las hordas azulgranas se lo podían llevar por delante, rogó fair play para el bien de la entidad, y lo extendió a todos los aspirantes que pretendían concurrir en las elecciones, mientras que detrás de esa sonrisa cómplice y esa gestualidad espiritual Bartomeu y los suyos recorrieron el camino por un atajo engañando a los que les había rogado paz, juego limpio y respeto. Desde entonces, la estrategia de Bartomeu se ha centrado en engañarlos desde aquel día en que se sintió un pobre hombre y rogó clemencia para que no lo empalasen en el palco aprovechando que el equipo no iba ni para delante ni para atrás, con la estrella de culo con el entrenador. Y todo el mundo le echó un cable, mientras él traicionó su palabra.
Se trata de una gente con una capacidad asombrosa para encontrar siempre esos vericuetos en las normas para llegar, no sólo a dinamitar su espíritu, si no a actuar en contra de su redactado. Es admirable, además, la capacidad que tienen de transmitir a sus allegados la necesidad de ser avalados en sociedad y montar todos ellos un discurso que a fuerza de repetirse acaba asentado y asumido por mucha gente como si se estuviese actuando al amparo de la legalidad y, sobre todo, defendiendo los derechos de la entidad.
A ver, el candidato es malo, por eso no le llevan a los debates, porque tienen miedo. No dicen nombres y penalizan y regañan a los que los utilizan, pero a través de entes interpuestos (medios de comunicación), lanzan uno detrás de otro en cascada para hacer notar al público votante la capacidad que tienen a la hora de fichar lo que se les antoje. Meten en medio al entrenador, que antes de irse se aseguró otro año de contrato y aunque no haya solicitado celeridad en las supuestas contrataciones, poco o nada se va a quejar cuando vuelva. Ojo, y siempre pagando la cláusula de rescisión e, indirectamente, enviando ya un mensaje definitivo a La Masia, de que aprovechando que la Colau ha frenado permisos, el edificio acabará siendo un hotel para guiris o apartamentos para estudiantes con vistas a la autopista, cuando más pronto que tarde acabe desmantelada por ineficiencia.
No recuerdo una gestora más irrespetuosa con la entidad y con las normas. Este no es un caso en el que el presidente saliente aparece en escena electoral y avasalla con firmas de apoyo hasta el punto de condenar a su oponente a recogerse. Estamos en un escenario en el que Bartomeu ha reunido un 35% de las firmas y el resto se lo han repartido entre cuatro aspirantes más, además de dos que se han retirado, cuyas firmas no se deben tener en cuenta porque no serán verificadas. Por lo tanto, la gestora se debería someter a la unanimidad de los aspirantes y a no ir más allá de las atribuciones que le sugieren los estatutos.
Si tan bien está la entidad, alguien debería considerar ¿qué explica que haya tantas opciones para echar a los gestores anteriores? No está tan claro que el barcelonismo brinde por Bartomeu tan compactamente. Por lo tanto, la gestora debería contemplar que hay más vida más allá de Bartomeu.
Está claro que al final la gente lo que quiere es tener buenos jugadores, y que si hay dinero, se pague, y que esta sarta de reflexiones paralelas se las metan los que las hacen allí donde les quepan. De acuerdo, era sólo la última vez que reflexionaba sobre el asunto.
Sólo las dos últimas:
1 – Creo que esta junta que aún pilota en la distancia Bartomeu es lo más parecido a lo que Florentino Pérez representa en el Real Madrid.
2 – Pensaba que nunca vería una atrocidad como la de Gaspart yendo aLondres a fichar a jugadores del Arsenal y avisando a los medios para que fuesen testigos de cómo se petaba los 10.000 millones de pesetas que el Barça recibió con la marcha de Figo al Madrid. Viendo a Braiday Albert Soler en Turín, con fotografía incluida, creo que está superada la monstruosidad de Gaspart.