Hay historias que no sabes bien por qué pero te llegan. Te tocan. Te hacen llorar. Te emocionan y despiertan en ti una paz y unas sensaciones difíciles de describir. Por eso amo el arte que como hilo conductor es capaz de llegar a lo más profundo de tu alma. De dejar poso. De hacerte creer de nuevo.
La Joven del Agua es un maravilloso cuento que consigue alcanzar en mi ese propósito, y ya desde ese prólogo mágico logra atraparte al mismo tiempo que te ofrece la mano para que, si cierras los ojos y despejas tu mente de prejuicios, vuelvas a ser un niño de nuevo por unos minutos.
Sentimientos de compasión, amor, esperanza se reúnen en esta fábula que se apoya en una de las mejores bandas sonoras que he oído (y que escucho mientras escribo estas lineas) permitiendo dotar de una simbiosis y una fuerza impresionantes tanto a la historia como a las actuaciones, en especial a un soberbio Paul Giamatti.
Destacar el doblaje precioso desde el diálogo en off de Mario Gas hasta las conmovedoras palabras de un Giamatti tartamudo, triste y extremadamente humano. Sin duda te tocan la fibra.
Movimientos de camara, sonidos y zooms marca de la casa con una forma única de agudizar esos momentos de tensión y suspense, consiguiendo una vez más una buena atmósfera que nos conduce a un final digno de permanecer en la memoria (desde el Healing al Gran Eatlon) y hagan que lo de este hombrecillo indú me parezca una vez más algo grande. Muy grande.
Siempre dotando sus obras de cierta espiritualidad y creencias en lo mas profundo del ser humano que se agradecen. Te hacen reflexionar.
Es cierto que probablemente no sea la mejor ni la más reconocida de sus películas. Pero, ¿que es lo mejor? A mi sin duda es la más me ha emocionado y por ello tengo que darle las gracias. Por que disfrazado de cuento de hadas nos trata de transmitir un mensaje de optimismo, de bondad, y de reencuentro con nosotros mismos que me ha conmovido. Sencillo pero implacable.
Como diria el sabio, quizás hayamos olvidado como escuchar, pero creo que en realidad tan sólo necesitamos tener delante a alguien que sepa contar historias para volver a creer de nuevo.