BelaKarloff
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La ira de Zod
Imagino que ante una película como la presente siempre hay una expectación especial, tanto por parte de los aficionados al cómic como de los superhéroes o del cine de ciencia ficción. Es innegable que todos tenemos una idea concreta sobre un personaje tan familiar como es Superman; lo de menos es que la imagen que se ofrezca de éste coincida con ella, sino que la película sea coherente dentro de un universo fílmico por sí misma. Lamentablemente, El Hombre de Acero dista mucho de ser una buena película por muchos factores, independientemente de que sea más o menos fiel al universo del que parte, con elementos tan anodinos como es convertir a Perry White en negro, y que, para mí, es uno de los escasos aciertos del film, no el que lo conviertan en negro, sino en el resultado final que aparece en pantalla en este sentido.
Lo más notable de la película de Zack Snyder es ese tono pomposo y solemne que la recubre, y que parece anunciar que estamos ante "la película definitiva sobre superhéroes jamás hecha". Después choca comprobar como su escasa sustancia argumental, por mucho que se disfrace para hacerla aparentar compleja, no es sino un refrito del Superman de Donner (todo el inicio en Krypton), de Superman II (todo el asunto con Zod y sus acólitos, incluido el clímax final), e incluso la denostada Superman Returns (la máquina planetaria recuerda en exceso al mundo que comienza a surgir en esta, e incluso debilita al Hombre de Acero de un modo similar). Parece incongruente que intente tan desesperadamente apartarse del Superman de Donner recurriendo, por el contrario, a la constante alusión al mismo. También podríamos añadir que la parte final, aún remitiendo a Superman II, en ejecución recuerda poderosamente a la reciente Los Vengadores, incluido uno de sus gags más celebrados. Sin exagerar, el general Zod de esta película, en tono y reacciones a veces recuerda más al enemigo de La ira de Khan de la franquicia Star Trek. Como se ve, el planteamiento argumental de El Hombre de Acero es de todo menos original.
El modo que tienen de plasmar todo ello David S. Goyer a través del guion y Zack Snyder en la dirección es otro de los grandes inconvenientes de la película. La estructura dramática va siempre punteada por medio de trompicones, con la inclusión de los flash-backs creando una serie de set-pieces que no otorgan de unidad dramática al conjunto, y la dirección de Snyder le confiere más una narrativa propia de un trailer publicitario que de una película, un defecto que el realizador ya transmitía en la irregular pero apasionante Watchmen. Eso provoca que el ritmo de la película resulte abrupto, así en ocasiones tenemos un precipitado resumen de los acontecimientos, para después ralentizarse, y en otras ocasiones acude a una serie de quebradas elipsis que muchas veces encubren la incapacidad de resolver situaciones planteadas.
Y he aquí otro de los inconvenientes. En el imprescindible libro On film making de Alexander MacKendrick, el mítico director refiere que, por lo general, los guiones se suelen rescribir no menos de cinco veces y no más de siete. Sin embargo, aquí semeja escrito de un tirón, con los problemas argumentales resueltos sobre la marcha, sin revisión alguna, y muchas veces las situaciones surgen porque sí, sin que tengan una continuidad dramática que lo justifique internamente. Eso, por no aludir al pueril macguffin que articula todo el ataque de Zod, y que si se analiza siquiera de forma nimia carece de toda funcionalidad dramática.
La película se toma a sí misma mortalmente en serio, a partir de ese axioma antes referido. Ello conduce a que el resultado sea de una enorme frialdad, que carezca de cualquier capacidad emocional a lo largo de su metraje. En teoría, habría momentos para sentir un escalofrío recorrer nuestra espalda, y están concebidos para ello (la primera aparición de Cavill con el traje de Superman), pero el film es incapaz de lograr nada de ello. En ningún momento se consigue transmitir empatía por ninguno de sus personajes, y los malos están esbozados con un perfil primario, que ni siquiera la postiza parrafada final que suelta Zod consigue otorgar dimensión a su personalidad. El resultado es una película antipática, engreída y solemne, incapaz de obtener humanidad en momento alguno.
Podría pasarme así más páginas, enumerando infinitos defectos que siguen adornando la película (como la música, incapaz también de lograr cualquier nota emocional). Quiero finalizar mejor con algunos de sus (escasos) elementos positivos, uno de los cuales ya se ha planteado al inicio con el personaje de Perry White. El más evidente de todos esos elementos es Henry Cavill, que transmite convicción con su Kal-El; en manos de otro director más preocupado por los personajes que por el envoltorio lograría articular una interpretación de primerísima altura; lamentablemente, si la secuela la dirige también Snyder se seguirá quedando corto sin lograr difundir la pasión y la intensidad humanas que un personaje como Superman precisa. El resto del reparto cumple, destacando Kevin Costner como Jonathan Kent (hay que verle en versión original, por favor), pese a esa especie de papanatas que le ha tocado interpretar, en uno de los detalles argumentales más estúpidos que adornan el film.
Uno esperaba este Man of Steel con gran interés y confianza, a la espera de un film sobresaliente que aplicase al personaje de Siegel y Shuster la grandeza que exigía, y que hasta ahora no se había podido/sabido hacer. Las propias pretensiones elefantiásicas de este producto le han hecho sucumbir ante su propia soberbia. Lamentablemente, esta será una lección que ni Snyder ni los demás responsables de la película sabrán aprender, demasiado atentos únicamente a los resultados de taquilla.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)
Imagino que ante una película como la presente siempre hay una expectación especial, tanto por parte de los aficionados al cómic como de los superhéroes o del cine de ciencia ficción. Es innegable que todos tenemos una idea concreta sobre un personaje tan familiar como es Superman; lo de menos es que la imagen que se ofrezca de éste coincida con ella, sino que la película sea coherente dentro de un universo fílmico por sí misma. Lamentablemente, El Hombre de Acero dista mucho de ser una buena película por muchos factores, independientemente de que sea más o menos fiel al universo del que parte, con elementos tan anodinos como es convertir a Perry White en negro, y que, para mí, es uno de los escasos aciertos del film, no el que lo conviertan en negro, sino en el resultado final que aparece en pantalla en este sentido.
Lo más notable de la película de Zack Snyder es ese tono pomposo y solemne que la recubre, y que parece anunciar que estamos ante "la película definitiva sobre superhéroes jamás hecha". Después choca comprobar como su escasa sustancia argumental, por mucho que se disfrace para hacerla aparentar compleja, no es sino un refrito del Superman de Donner (todo el inicio en Krypton), de Superman II (todo el asunto con Zod y sus acólitos, incluido el clímax final), e incluso la denostada Superman Returns (la máquina planetaria recuerda en exceso al mundo que comienza a surgir en esta, e incluso debilita al Hombre de Acero de un modo similar). Parece incongruente que intente tan desesperadamente apartarse del Superman de Donner recurriendo, por el contrario, a la constante alusión al mismo. También podríamos añadir que la parte final, aún remitiendo a Superman II, en ejecución recuerda poderosamente a la reciente Los Vengadores, incluido uno de sus gags más celebrados. Sin exagerar, el general Zod de esta película, en tono y reacciones a veces recuerda más al enemigo de La ira de Khan de la franquicia Star Trek. Como se ve, el planteamiento argumental de El Hombre de Acero es de todo menos original.
El modo que tienen de plasmar todo ello David S. Goyer a través del guion y Zack Snyder en la dirección es otro de los grandes inconvenientes de la película. La estructura dramática va siempre punteada por medio de trompicones, con la inclusión de los flash-backs creando una serie de set-pieces que no otorgan de unidad dramática al conjunto, y la dirección de Snyder le confiere más una narrativa propia de un trailer publicitario que de una película, un defecto que el realizador ya transmitía en la irregular pero apasionante Watchmen. Eso provoca que el ritmo de la película resulte abrupto, así en ocasiones tenemos un precipitado resumen de los acontecimientos, para después ralentizarse, y en otras ocasiones acude a una serie de quebradas elipsis que muchas veces encubren la incapacidad de resolver situaciones planteadas.
Y he aquí otro de los inconvenientes. En el imprescindible libro On film making de Alexander MacKendrick, el mítico director refiere que, por lo general, los guiones se suelen rescribir no menos de cinco veces y no más de siete. Sin embargo, aquí semeja escrito de un tirón, con los problemas argumentales resueltos sobre la marcha, sin revisión alguna, y muchas veces las situaciones surgen porque sí, sin que tengan una continuidad dramática que lo justifique internamente. Eso, por no aludir al pueril macguffin que articula todo el ataque de Zod, y que si se analiza siquiera de forma nimia carece de toda funcionalidad dramática.
La película se toma a sí misma mortalmente en serio, a partir de ese axioma antes referido. Ello conduce a que el resultado sea de una enorme frialdad, que carezca de cualquier capacidad emocional a lo largo de su metraje. En teoría, habría momentos para sentir un escalofrío recorrer nuestra espalda, y están concebidos para ello (la primera aparición de Cavill con el traje de Superman), pero el film es incapaz de lograr nada de ello. En ningún momento se consigue transmitir empatía por ninguno de sus personajes, y los malos están esbozados con un perfil primario, que ni siquiera la postiza parrafada final que suelta Zod consigue otorgar dimensión a su personalidad. El resultado es una película antipática, engreída y solemne, incapaz de obtener humanidad en momento alguno.
Podría pasarme así más páginas, enumerando infinitos defectos que siguen adornando la película (como la música, incapaz también de lograr cualquier nota emocional). Quiero finalizar mejor con algunos de sus (escasos) elementos positivos, uno de los cuales ya se ha planteado al inicio con el personaje de Perry White. El más evidente de todos esos elementos es Henry Cavill, que transmite convicción con su Kal-El; en manos de otro director más preocupado por los personajes que por el envoltorio lograría articular una interpretación de primerísima altura; lamentablemente, si la secuela la dirige también Snyder se seguirá quedando corto sin lograr difundir la pasión y la intensidad humanas que un personaje como Superman precisa. El resto del reparto cumple, destacando Kevin Costner como Jonathan Kent (hay que verle en versión original, por favor), pese a esa especie de papanatas que le ha tocado interpretar, en uno de los detalles argumentales más estúpidos que adornan el film.
Uno esperaba este Man of Steel con gran interés y confianza, a la espera de un film sobresaliente que aplicase al personaje de Siegel y Shuster la grandeza que exigía, y que hasta ahora no se había podido/sabido hacer. Las propias pretensiones elefantiásicas de este producto le han hecho sucumbir ante su propia soberbia. Lamentablemente, esta será una lección que ni Snyder ni los demás responsables de la película sabrán aprender, demasiado atentos únicamente a los resultados de taquilla.
Carlos Díaz Maroto (Madrid. España)