Posibles SPOILERS
El Aster recicla demasiado tanto de El hombre de mimbre como de su propia opera prima, en temática, mezcla de géneros, incluso trama y personajes (la “realeza” del personaje protagonista otra vez…). En cierto modo, parece una película gemela, incluso en el tono, que combina un terror inquietante y a fuego lento con un más que dudoso ¿humor? y a la vez, con una exposición descarnada del horror y del sufrimiento (el prólogo es una especie de cuentecito donde este hombre fusiona a su peculiar manera el terror y la más pura tragedia). Con un envoltorio, eso sí, de primera categoría. Reincide en los temas de la familia, el trauma y su superación, añadiendo en este caso el factor de la pareja y sus problemas, miserias y autoengaños. Lo que une a estos dos no es un amor desinteresado y sincero; ella le utiliza únicamente para secarse las lágrimas y él está con ella más por pena que por otra cosa, o por no reconocer lo que realmente es: un puto trozo de madera con ojos. Pero la crítica hacia este tipo de pseudorrelaciones por conveniencia se extiende al resto del grupito, en cuyo seno existen rivalidades latentes, presiones, frustraciones (es significativo que el negro también necesite pastillas para dormir, vaya), por no decir que a ella no la tragan, aunque lo disimulen. El caso es que la gente de la aldea, a su horrible manera, aparenta estar más cuerda y, desde luego, ser más feliz con su modo de vida, que semejante pandillita de niñatos “civilizados”, que viajan a la Suecia profunda para evadirse y encontrarse a sí mismos… pero lo que encuentran es su propio y espantoso reflejo deformado.
Se detiene el relato en explorar con bastante ceremonia (nunca mejor dicho) un microuniverso muy particular, sin familias, sin instituciones ni costumbres al uso, pero quizá no sea tan gratuito como aparenta. Aster se lanza a filmar la locura sin temor a caer en clichés andantes (el salido, la pareja tontuela… que incluso resignifica en forma de símbolos como el bufón, el sabio arrogante, los amantes…). Las dos secuencias climáticas del casquete y de la crisis nerviosa nos dan la idea del placer y del dolor como consecuencia inevitable el uno del otro (como la vida y la muerte, la fiesta y el duelo, etc.). No se escamotea una violencia gore de lo más impactante; tampoco se hace de ello la razón de ser de la propuesta (perdería efectividad un mayor abuso), dicha violencia más bien parece cargada de una naturalidad tirando a perversa. Me sobra, eso sí, por tópica y por redundante, la típica secuencia del sueño. Por todo lo dicho, a mí tampoco me satisface la lectura feminista que pueda hacerse de ésto, aquí todos traen un buen cargamento de mierda a sus espaldas y nuestra heroína no es una excepción (la parejita no deja de corresponder a unos estereotipos negativos de mujer histérica y hombre blandengue, cosa que me parece muy poquito feminista). ¿Y el final? Muy abierto a la interpretación como debe de ser: una nueva y feliz vida que se abre camino, con su nueva familia (o estirpe renovada), dejando atrás toda la tristeza y el dolor de su vida pasada… o un ejemplo de cómo las sectas sobreviven gracias a la pobre gente que más rota y más perdida en la vida está.