"Contact: Ride Through The Wormholes"
El año pasado viajé a los Estado Unidos con mi novia y varios amigos para visitar Florida y varios de sus parques de atracciones. Entre ellos, el recién inaugurado
“Warner Bros. Movie World”, situado a las afueras de
Pensacola y que tiene como principal aliciente la atracción
“Contact: Ride Through The Wormholes”, basada en la película
“Contact”, dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Jodie Foster. Se trata de la primera atracción que combina una “drop-tower” con una montaña rusa y una experiencia completamente inmersiva en la que las cápsulas que la recorren están totalmente cerradas y aisladas del exterior.
Descripción de la atracción
Entramos en el parque y vamos directos a la atracción, que se compone de dos edificios cúbicos cerrados, sin ventanas, separados por más de 200 metros. El edificio principal está coronado por una torre de 100 metros de altura de estilo high-tech, desde la que se lanzan en caída libre las cápsulas. La única conexión aparente entre los dos edificios son los 4 tramos de 3 raíles que van y vienen entre ellos. El primero es el que continúa el recorrido en caída desde la torre. No se ve la curva que une los dos tramos en 90 grados, por lo que suponemos que está bajo el nivel del suelo. La prolongación horizontal de ese primer recorrido es bastante rectilínea, tiene pocos quiebros y “loops”, y penetra directamente en el segundo edificio. El segundo tramo, de vuelta, es mucho más retorcido e incluso hace un loop que rodea el primer tramo. El tercer tramo, de ida, se compone de una gran pendiente que llega a gran altura (casi la misma que la torre del edificio principal) y una impresionante caída en parábola rematada con un corto tramo de deceleración en pendiente. El cuarto tramo, de vuelta, es rectilíneo y se compone de una mediana pendiente con una corta cuesta arriba y una larga cuesta abajo que, suponemos, enlaza con el tramo de ascensión a la torre, que solo llega a la mitad de la altura del tramo de caída.
Ya en el edificio principal, atravesamos la entrada que da acceso a la consigna, decorada con estilo “tecnológico”, como de instalación de la NASA. Siguiendo las instrucciones incluidas en la información sobre la atracción que ya habíamos leído días atrás, entregamos los pen-drives o los discos con la foto de nuestro ser querido elegido para “personalizar” la experiencia. Dejamos todos nuestros enseres, incluidos móviles y relojes, por insistencia de los operarios. Incluso tenemos que pasar por un arco detector de metales. También rellenamos un cuestionario con algunos detalles personales como el sexo, la edad, el lugar de procedencia, el idioma (señalo la casilla de “Castilian Spanish”)... Nos entregan a cada uno, para que nos lo pongamos, un mono de tela gris con un bolsillo de plástico transparente en el que introducen nuestra identificación, nuestra “tarjeta de embarque”. El mono es para nosotros, va incluido en el precio de la entrada. Es una prenda muy sencilla, con una tela delgada y corriente, una simple cremallera y el logo de la atracción impreso en la espalda.
A continuación nos conducen a una sala. A un lado, se sitúa una gran puerta doble sobre la que hay un reloj y, al otro, una gran pantalla con un vídeo de presentación en el que sale Jodie Foster interpretando a la Doctora Ellie Arroway, que hace un resumen de sus aventuras en la película “Contact”: su descubrimiento de la señal extraterrestre y el mensaje que adjunta, la construcción de la máquina alienígena de transporte siguiendo las instrucciones del mensaje y su viaje a través de los agujeros de gusano hasta el centro de la galaxia, donde contacta con los misteriosos interlocutores. Nos dice que nosotros estamos a punto de experimentar ese mismo viaje pero que antes deberemos ver un documental cinematográfico en 3D sobre los fenómenos que nos encontraremos.
Se abre la puerta doble de hojas correderas y una veintena de personas entramos en el cine para ver el documental en 3D sobre púlsares, estrellas de neutrones, agujeros negros, agujeros de gusano, paradojas espacio-temporales y otras curiosidades de la astrofísica. Está presentado por Kip Thorne, físico teórico de los agujeros de gusano, que explica todos los conceptos con la ayuda de espectaculares animaciones y gráficos en 3 dimensiones. Incluye imágenes del difunto Carl Sagan en su serie “Cosmos”. Sagan, además de ser amigo de Thorne, fue el autor de la novela “Contact” en que se basa la película. Es un documental bastante denso pero, a la vez, claro, absorbente y divertido. Dura unos 20 minutos que se pasan volando.
Salimos del cine por la puerta de salida y entramos en una sala de espera al pie del ascensor. Sobre su puerta de acceso, un reloj y otro contador, no de pisos, sino de la altura a la que se encuentra la cabina: 295 pies cuando está arriba del todo, ¡90 metros!. Vamos entrando en grupos de 4 cada 5 minutos. Cuando nos toca, el ascensorista nos llama, nos da la bienvenida y nos invita a entrar en el ascensor de cristal. Mientras ascendemos por la gran torre, a un lado podemos ver el elevador que sube las cápsulas que van llegando. Al otro, el carril por el que bajan las cápsulas que caen. También podemos disfrutar de una imponente perspectiva del parque. Llegamos a una pequeña antesala con asientos y ventanas al exterior. La vista es impresionante. Se ve todo el parque y mucho más allá: el casco urbano de Pensacola, el puerto, el mar, el cielo despejado pero brumoso… Sobre la puerta corredera de entrada a la zona de lanzamiento otro reloj que marca la hora y nos recuerda que ya falta menos. A su lado, otra pantalla de vídeo con imágenes de la Doctora Arroway dando las últimas indicaciones sobre el viaje y advirtiendo de las “paradojas temporales” a las que nos enfrentaremos a la vuelta. El nerviosismo va en aumento.
Tras 5 minutos de espera, el operario de la sala dice en alto el número que anuncia mi turno. Soy el primero de los 4. Comprueba la tarjeta de embarque de mi mono, confirma en su ordenador que todo está en orden y me acompaña hasta la puerta corredera que se abre automáticamente. Me despido de mi novia y mis amigos entre risitas nerviosas.
Al otro lado de la puerta corredera, dos operarios vestidos con monos oscuros y cascos me dan la bienvenida y me escoltan hacia la cápsula a través de un pasillo. El ruido que llega del otro extremo impresiona. Es una tormenta de frecuencias altas y medias acompañadas por pulsos de frecuencias bajas que siento hasta con el estómago (los subwoofers están bien escondidos pero trabajan a tope). Al entrar en la estancia octogonal donde está la cápsula, noto unas fuertes corrientes de aire y chorros de hielo seco, a modo de vapor, que vienen de abajo. Llego a la pasarela de acceso a la cápsula y veo la base de la estancia que no es sino una impresionante proyección de una vista cenital de la máquina alienígena, con uno de los anillos girando a una considerable velocidad. Cada pasada del gigantesco anillo está perfectamente acompasada con una de las vibraciones infrasónicas, un fuerte ventarrón y un chorro de vapor. Muy abajo, se ve el mar, picado por el viento “virtual” del anillo. A pesar de la sensación de vértigo, no aparto la mirada del fondo cuando cruzo la pasarela y entro en la cápsula esférica. Me siento en el sillón situado en su centro y uno de los operarios cierra las sujeciones que se enganchan frente a mi pecho. Me señala el reloj de la estancia que se ve a través de la entrada de la cápsula. Son las 10:35. Me desea un buen viaje. Sale y se cierra la portezuela.
A continuación, una voz que procede de los altavoces de la silla empieza a describir la secuencia de lanzamiento. Anuncia la puesta en marcha de los otros dos anillos y en ese momento se ilumina el hemisferio inferior de la cápsula mostrando una proyección de una imagen ya conocida: la vista cenital de la máquina (la superficie interior de la cápsula parece ser casi toda ella una gran pantalla de leds recubierta de algún material plástico transparente). Sólo que esta vez, la imagen muestra los otros dos anillos en marcha y a plena potencia. Cuando en el centro de los tres anillos empieza a formarse una nube de energía, la voz comienza la cuenta atrás para soltar la cápsula. En ese momento se apodera de mí una sensación de auténtico pánico. Estoy dentro de una esfera completamente cerrada, dentro de una pelota que está a punto de caer 100 metros.
Cuando termina la cuenta atrás, noto un golpe brusco y la cápsula empieza a caer. Mi primera reacción es la de mirar hacia arriba pero cuando tengo la sensación de que el estómago se me va a salir por la boca por la aceleración de la gravedad, vuelvo rápidamente a mirar hacia abajo. La imagen me muestra un torbellino de magma rojo. Se supone que estoy atravesando el centro de la Tierra a través de un agujero de gusano. Cuando la caída libre llega a su fin, la cápsula empieza a cambiar su trayectoria vertical hacia otra horizontal. Al completar los 90º, la nueva fuerza de inercia me pega al asiento. El frente de la cápsula empieza a mostrar la imagen de un túnel psicodélico. Los quiebros del túnel son acompañados por los balanceos de la cápsula, que se desplaza a gran velocidad. Continuamente escucho un torbellino sónico mezclado con el ruido de desplazamiento del vehículo por los raíles. Al final del túnel comienza a verse una nebulosa azulada a la que llego rápidamente. En ese momento, freno bruscamente y se hace el silencio. La luz azulada que inunda la nebulosa y el interior de la cápsula proviene de una estrella que aparece ante mí. La contemplo durante unos segundos hasta que en el campo de visión irrumpen bruscamente los anillos de una segunda máquina.
Noto un golpe brusco y la cápsula empieza a acelerar de nuevo. Entro en otro agujero de gusano. Sólo que esta vez es más violento y en algunos momentos me hace cerrar los ojos. Hago varios quiebros e incluso un giro completo. Y vuelvo a llegar al final del túnel. La cápsula decelera y ante mí se despliega la imagen de un sistema de 4 estrellas al que me aproximo lentamente. A lo lejos veo un planetoide que se acerca hasta cubrir la mitad del campo de visión. Justo cuando comienzo a apreciar que en su superficie hay una inmensa estructura alienígena vuelvo a entrar en el núcleo de otra máquina que me lanza al interior de un tercer agujero de gusano. Comienzo a acelerar a una velocidad endiablada mientras tengo la sensación de que estoy ascendiendo. Hasta que llego a un punto en el noto que empiezo a caer. Durante varios segundos siento un efecto de anulación de la gravedad, una sensación de estar flotando y de que solo me retienen los enganches de la silla. Debo de estar recorriendo el tramo en caída parabólica. Cuando llego al final de la parábola, la cápsula rectifica su trayectoria y frena con bastante brusquedad. No puedo evitar emitir un gemido parecido al de un vómito. En ese momento, las imágenes del frente desaparecen y la cápsula se queda completamente a oscuras y en silencio. Durante unos segundos que se hacen eternos no veo nada y solo oigo el ruido de mis propios jadeos y quizá de mis intestinos a punto de soltarse.
Justo cuando comienzo a ponerme muy nervioso por la claustrofobia se enciende una pequeña luz situada en lo alto del eje que sostiene la silla. Y pronto empieza a formarse una nueva imagen en el frente de la cápsula. Es una preciosa vista del centro de la galaxia. Durante más de un minuto no contemplo otra cosa que ese remolino de estrellas y nebulosas a cuyo centro me voy acercando. Su luz empieza a inundarlo todo hasta que la imagen se difumina. Cuando el interior de la cápsula está completamente iluminado, se abre la portezuela. Noto un clic en los enganches de mi silla, que se abren automáticamente hacia los lados. Me levanto y salgo de la cápsula.
Estoy en una estancia cilíndrica de vidrio. En el exterior veo una extraña playa paradisiaca. A un lado, el mar. Al otro, una selva de palmeras. En el cielo, una noche espacial iluminada por la galaxia. En las inmediaciones de la esfera, la arena blanca típica de las playas de Pensacola es real. Un poco más allá es una proyección en varias pantallas cóncavas, aunque la transición es muy difusa, casi no se nota. Al fondo de la playa virtual comienza a intuirse una figura que se acerca mientras se va materializando como un espejismo. “Ahora viene el padre del personaje de Jodie Foster”, pienso. Pero pronto me doy cuenta de mi error. La figura que se acerca empieza a parecerme familiar. Parece un anciano con el pelo cano. Para cuando llega al límite que separa la imagen virtual de la realidad, ya no hay duda. Es mi abuelo. Mi querido y difunto abuelo. Tal y como aparece en la foto que entregué en la consigna (hecho que había olvidado por el trajín del viaje). Su imagen está un tanto borrosa y distorsionada por unas ondas como de espejismo, pero ahí está, como a tres metros de distancia, a tamaño real, moviéndose y sonriéndome. La foto no daba para realizar una reconstrucción por CGI ultrarealista de mi abuelo pero sí, al menos, para convocar a su espectro o su espejismo.
Me saluda con su voz de actor de doblaje en perfecto castellano (sí, con acento de España), me da la bienvenida y comienza describirme el transporte que he utilizado, un sistema de agujeros de gusano artificiales construido por una antigua civilización alienígena desaparecida, y a explicarme el motivo de mi viaje, alcanzar este punto de contacto entre todas las civilizaciones avanzadas que habitan la galaxia como primer paso a un futuro encuentro entre ellas. Se despide de mí y me pide que vuelva a entrar en la cápsula. Me siento en la silla, distraido por la bizarra experiencia que acabo de tener, hasta que una voz que sale de sus altavoces me recuerda que cierre los enganches. Se cierra la portezuela, siento un movimiento brusco y la cápsula empieza a acelerar. Vuelvo a entrar en un agujero de gusano que es bastante rectilíneo y de trayectoria ascendente. Cuando llego a su final y creo que voy a volver a caer, la cápsula se detiene. Miro al suelo y vuelvo a ver la imagen cenital de la máquina alienígena construida en la Tierra. Estoy en casa.
Se abre la portezuela y un operario me da la bienvenida. Me saca de la cápsula. Parece que estoy varios pisos por debajo del nivel de partida. Me señala el reloj de la pared. Marca las 10:35. La misma hora que de partida, ¡no puede ser!. El viaje ha debido de durar alrededor de un cuarto de hora. El reloj debería marcar las 10:50. “Me están tomando el pelo con un reloj atrasado”, pienso. Bajo en el ascensor hasta la consigna bastante intrigado. Me entregan mis pertenencias, incluyendo mi reloj y mi móvil. El reloj marca las 10:36. Me mosqueo. ¿Lo habrán atrasado?. Enciendo mi móvil, que marca las 10:37, ¡prácticamente la misma hora!. Y eso que éste está protegido por contraseña. Espero a mi novia y mis amigos que van llegando uno a uno, un tanto aturdidos por el viaje movidito y mosqueados por el cuarto de hora perdido. Todos van recibiendo con la boca abierta sus relojes y móviles con la hora que no debería ser.
Salimos al parque y buscamos otros relojes, pero ninguno nos devuelve el cuarto de hora que echamos en falta y que no volveremos a encontrar.
Tras semejante tocho , premio para el que acierte el truco final (el prestigio), que está ideado y planteado con lógica. Vamos, que es completamente factible. Vale también plantear una alternativa mejor. .