Risto Mejide es publicista, y en vista del éxito que su "producto" (que es él mismo) está teniendo, entiendo que es un buen publicista, o por lo menos uno muy efectivo.
En los últimos dos años he leído varias entrevistas y su sección que tuvo (o tiene) en el diario gratuito ADN de Planeta. Y él no lo niega en ningún momento. La suya es una comprensión fría, no exenta de cinismo, del mercado exacto en el que se mueve: la televisión. Su personaje, ese jurado borde hasta lo humillante en OT, era un personaje destinado al éxito seguro. Había precedentes (el éxito, más en el extrajero incluso que en España, de "El rival más debil", el gancho de "House" incluso como personaje, etc), sólo se trataba de aplicarlo a granel sobre otra fórmula triunfadora. Y todos los sabemos, ha creado escuela (el Miki de Quatro no es más que un triste Risto de segunda división, pero él lo intenta), y es la única cosa que provoca comentarios y reacciones en la gente de estas ediciones sosas, innecesarias y decadentes de OT, el programa que tuvo 13 millones de espectadores, cosa que no volverá a repetir.
Risto Mejide lo sabe: no importa que te odien, no importa que te amen, no importa que te consideren un chulo, o tonto del culo. Lo importante es tener ese tirón, estar en boca de todos. He ahí la venta. ¿Acaso ha de buscar otra cosa un publicista? Es su producto, es su éxito. Ha dominado los mecanismos primarios de la embrutecida televisión actual, ha sabido jugar con las reglas, las de todos, y ha ganado. ¿Y por qué no? "Operación triunfo" es otro producto, un producto en el que se pretende generar productos. Se enseña a una gente que se defiende cantando a cómo ha de hacerlo para gustar, les enseñan a moverse para gustar, a vestir para gustar, a estar sobre las tablas... para gustar. No les enseñan a sacar de sus almas su propia identidad artística. ¿Arte? ¡Qué risa! Estamos hablando de vender, de gustar, de ser popular. Estamos hablando de un mundo en el que medran los Ristos Mejides, y los idealistas se quedan fuera.