Respuesta: Ciclo Paul Thomas Anderson
- con spoilers -
(
Hard eight / Sydney, 1996)
"
No voy a morir"
Gran título de este maestro de la planificación y puesta en escena sobria y seria pero sin un sólo plano que sobre o que pueda resultar molesto. Todo Sidney (la película) está concebida para demostrar hasta donde puede llegar este maestro de la exposición. Un filme no tan ambicioso como quizás lo puedan ser Magnolia o Pozos de ambición pero desde luego cuenta con las constantes vitales del cine de Anderson donde el peso fundamental recae sobre sus personajes y por ende los actores que los interpretan.
Un filme que cuenta con Scorsese / Tarantino para forma y fondo pero que el director juega de tal forma que consigue hacerlo suyo en este guión sobre las (no) casualidades y sobre las decisiones en la vida. Dividida en 3 partes muy diferenciadas pero con un hilo conductor en común el protagonista de esta historia es Sidney. Una especie de benefactor / estafador / amigo / mafioso (en este orden de factores pero con razones para que así sea) interpretado por un inmenso Philip Baker Hall de mirada, frases y diálogos impasibles, ferreos y profundos que acabará "adoptando" a un mindundi con forma de John C. Reilly hasta convertirlo en su hijo.
La primera parte de la historia es la más llamativa. Un ser misterioso ofreciéndole a un desconocido salir del atolladero en el que se encuentra gracias a engaños en el mundo de los casinos. De corte setentero y de fotografía retro (el traje y las luces de neon que nunca falten) la historia en este tramo se mueve concisa y directa, sin desperdiciar ni un sólo segundo. Exposición natural de todos los engranajes y cerrado con una puerta cerrada / fundido a negro que demuestra que el maestro ha conseguido ayudar a una persona y por ende un nuevo ayudante.
La segunda parte, años después, vemos a Baker Hall sentado en una mesa y con seguridad en sí mismo (esto ya se intuía antes pero ahora se reafirma). Su forma de hablar, su forma de comportarse, su forma de tratar a los demás... se nota una persona confiada, una persona segura de sí misma. C. Reilly se viste como él, lo tiene en un pedestal, un modelo de vida / de conducta a seguir e imitar. Hasta aquí vemos el cine de Scorsese. Metiendo a Samuel L. Jackson en el cómputo recordamos el cine (homenajeado) de Tarantino.
Todo parece casual, incluso una frase que suelta Jackson a modo de reto - amenaza latente que Baker Hall preferirá ignorar pero dejando las bases de la compostura bien firmes: no es otra forma que demostrar quien manda, quien ordena, quien controla. A partir de aquí su personaje seguirá siendo un elemento continuo a pesar de no aparecer hasta el final de la historia. Por una serie de circunstancias Paltrow, un juguete roto, será el elemento que irremediablemente, a pesar de que Baker Hall intente ayudarla, separará a padre e hijo por una serie de circunstancias ajenas al control de Sidney y que hará que no vuelvan a verse (en principio) nunca más.
Y pasamos a
la tercera parte, la más fatídica y la que descubre todo el pastel. Como comentaba antes L. Jackson utilizará el error de Reilly / Paltrow para destruir el pequeño mundo de seguridad de Hall al descubrir que él fue el causante de la muerte del padre de Reilly. Siendo, una vez más, la transformación de que no hay casualidades. La ayuda del principio no es más que un acto redentor / una especie de autoperdón para con él. Pero el hecho en sí no es que Jackson pueda descubrir el pasado, es que conseguiría destruir una relación y quizás rompería un status, una posición y lo convertiría en una deuda para con Reilly.
La planificación y montaje de la película es magistral en este último tercio. Desde el instante que intentan extorsionar a un mafioso todo se torna directo y al grano dejando paso al montaje paralelo con Jackson creyéndose vencedor, Hall esperando a cumplir su venganza / objetivo y dejando que Reilly / Paltrow vivan su vida ajenos a una mentira oculta. El empleo de la música en estos cortos pero tensos minutos son brutales. Y el juego de cámara es solemne, serio y frío como el propio Sidney. Está claro: nunca robes a un mafioso.