Macario, de Roberto Gavaldón
Macario es un humilde campesino que mantiene como puede a su mujer y a sus numerosos hijos. Un día, harto de no poder tener nada para sí, decide que si no tiene la oportunidad de comerse un pavo él sol, nunca comerá nada.
Clásico del cine mexicano realizado en 1960. Cautivadora fábula moral, absolutamente deudora del Bergman medieval de “El séptimo sello”, en lo que supone una reflexión sobre lo inexorable de la muerte y sus leyes inescrutables, frente a las trivialidades de la vida del hombre. Al lado de Dios y del diablo, la muerte es una figura imprevisible e inquietante, que sin atender a consideración alguna parece representar la propia ambigüedad del espíritu humano y sus contradicciones. La generosidad, dignidad, etc. por un lado, frente al afán de medrar, la fama y el enriquecimiento poco lícito por el otro. El final admite varias posibilidades que te hacen replantearte todo lo que has visto, en la línea de otros cuentos de similar temática.
Película, así pues, muy sencilla, narrada de manera precisa y protagonizada por caracteres universales (protagonista pobretón y puesto a prueba por la fortuna, su esposa que es pura bondad, etc.) los cuales representan a su vez los diferentes estratos sociales, tanto la pobreza como las clases nobles, en lo que también es un acertado drama social. Contiene algunas ideas visuales muy atractivas, como el sueño representado a través de marionetas (como queriendo expresar los deseos inconscientes) y el lúgubre purgatorio de las velas dentro de una cueva.
Sin lugar a dudas, una pequeña obra maestra a descubrir.