Y ahora es cuando me van a llover palos...
CONAN EL BÁRBARO
Teniendo en cuenta la admiración popular que aún hoy mantiene, mira que me costó verla sin muchos expectativas, pero aún así... notable decepción. Conan el bárbaro me parece un indigesto pastiche de pseudohistoria vikinga, mitología escandinava, peplum clasicorro, fantasía ochentera en lo más soseras del término, filosofía de garrafa (¿qué coño pinta Nietzsche ahí?) y cine de músculo, sudor y cerveza servido por un John Millius que mezcla resoluciones visuales y narrativas que van de lo llamativo (la muerte de Nadiuska, la transformación de Conan de niño en hombre) a lo lamentable (la ridícula aparición fantasmal de la tía vestida de vikinga, el atropellado montaje de Conan y su amigo por varias ciudades), con elipsis mortalmente cutres (el absolutamente anticlimático salto desde la torre). Por si fuera poco, algunas escenas de lucha a espada se ven descaradamente falsas, con puños que pasan a medio metro y espadas que hacen sangrar a distancia y con un clímax en el templo que termina demasiado aceleradamente con el antagonista. Como puntos positivos, que los tiene, hay que decir que ciertamente algunas escenas de simple aventura, como la de la serpiente gigante o el enfrentamiento en las ruinas, funcionan bastante bien en contraste con las demás. James Earl Jones también está estupendo como Thulsa Doom, tocando una sorprendente serie de registros y resultando realmente amenazador (no así Arnold, bastante soso, inexpresivo y poco verosímil en casi todas las escenas). Por último hay que destacar que la banda sonora, a pesar de abusar demasiado en ocasiones del parabamchispúm, es espléndida.
En resumen: no es un desastre total, pero en muchos de sus momentos el tiempo la ha tratado bastante mal y me ha defraudado para las altas expectativas que tenía de ella.