Las consecuencias del amor, de Paolo Sorrentino
En un hotel de Suiza vive Titta di Girolamo (Tony Servillo), un hombre callado e introvertido. Nadie de entre quienes le rodean le conoce a fondo, y su vida está llena de secretos.
Atípico thriller italiano (por decir algo), en realidad el envoltorio de un drama sobre un hombre solitario cuya existencia ha tocado fondo, así como su intento por recuperar de alguna manera lo que un día fue, de escapar de su aprisionamiento. Con una conseguida atmósfera de extrañeza y frialdad, Sorrentino conduce al espectador por donde él quiere en un relato algo rebuscado, sin saber uno muy bien a dónde pretende llegar. Lentamente, se nos van desvelando las pequeñas anomalías en la rutina del protagonista hasta descubrirse el porqué de su carácter y de sus circunstancias, con un tercio final que se adentra en un terreno más convencional y recurrente, potenciando la intriga mediante flashbacks. Impactante y poético final, que vuelve a ese detalle aparentemente irrelevante y desapercibido, que sin embargo trae sentido a la vida de nuestro héroe, así como esa humanidad desaparecida que estaba buscando.
Es una película que no ofrece todas las respuestas y que funciona con sobreentendidos y pistas, de ahí que en determinados momentos puede hacerse algo confusa, e incluso perdiéndose en divagaciones que no parecen venir mucho a cuento. Por eso dice más con menos (todo el asunto romántico, sin ir más lejos, que intencionadamente no termina de cerrar), a pesar de una puesta en escena que recurre a ambientes asépticos y deshumanizados, con algún travelling imposible en su ejecución (uno de un cuelgue, con la cámara poniendose del revés), y un impactante acompañamiento musical también. El actor protagonista da vida a un personaje inexpresivo, muy suyo, con el que puede ser difícil identificarse, pero que sin embargo carga con el peso de la narración, un poco dispersa.
Sutil y original, o cómo aproximarse al solo de zambomba y salir ileso del intento. Bien, Sorrentino.