GROUCHO
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Dogville, de Lars von Trier
Enésimo experimento de Von Trier y como casi siempre exitoso. Si con el decálogo del dogma pretendía reencontrase con la pureza de la narración sin elementos externos (de alguna manera sintetizados en el cine americano), Dogville sería quizá no un paso en esta evolución pero si otro tipo de depuración estilística, completamente teatral. Rodada entera en un mismo escenario sin construcción alguna, tan sólo delimitando los espacios pintando en el suelo y algún elemento decorativo que ubica contextualmente. La grandeza de Dogville supone que pasado poco rato el escenario desaparece de nuestra mente y queda la pura historia. De hecho funciona de alguna manera a como leemos una novela, en la que nuestra cabeza imagina los personajes conversando y algún elemento espacial, quedando el resto en una neblina borrosa; tenemos que hacer un esfuerzo de imaginación para ver el todo. De este modo es lo esencial lo que articula el relato, siendo lo único importante. Y Von Trier sale muy airoso puesto que es la potencia del texto lo único que gana en importancia. En este caso una visión bastante pesimista de América vista como concepto, quizá demasiado simplista, pero su visión particular al fin y al cabo. Visión de un país acogedor, hospitalario aunque algo desconfiado con la otredad. Esta desconfianza genera que ante la visión sumisa surja el demonio que según Von Trier anida en América, y que hará que se aproveche sin piedad, explotando hasta el fin, siempre con un poso paternalista y amable. De esta forma Dogville usará a Grace sin límite, metáfora vontriera del imperialismo USA. Curiosamente esto habría quedado en le enésima pedrada contra los mecanismos de poder de EEUU sin trascender más que la denuncia más o menos encubierta; gracias a dios Lars hábilmente ofrece una vuelta de tuerca en el final en el que sitúa al espectador en un dilema moral muy interesante. De este modo con el último plano del perro -genial- que ladra al cielo transmutado ahora en ser real, finaliza el film confirmando el talento visual y narrativo del danés. A mi no me gusta todo su cine pero sigo creyendo que es un puñetero genio...
Enésimo experimento de Von Trier y como casi siempre exitoso. Si con el decálogo del dogma pretendía reencontrase con la pureza de la narración sin elementos externos (de alguna manera sintetizados en el cine americano), Dogville sería quizá no un paso en esta evolución pero si otro tipo de depuración estilística, completamente teatral. Rodada entera en un mismo escenario sin construcción alguna, tan sólo delimitando los espacios pintando en el suelo y algún elemento decorativo que ubica contextualmente. La grandeza de Dogville supone que pasado poco rato el escenario desaparece de nuestra mente y queda la pura historia. De hecho funciona de alguna manera a como leemos una novela, en la que nuestra cabeza imagina los personajes conversando y algún elemento espacial, quedando el resto en una neblina borrosa; tenemos que hacer un esfuerzo de imaginación para ver el todo. De este modo es lo esencial lo que articula el relato, siendo lo único importante. Y Von Trier sale muy airoso puesto que es la potencia del texto lo único que gana en importancia. En este caso una visión bastante pesimista de América vista como concepto, quizá demasiado simplista, pero su visión particular al fin y al cabo. Visión de un país acogedor, hospitalario aunque algo desconfiado con la otredad. Esta desconfianza genera que ante la visión sumisa surja el demonio que según Von Trier anida en América, y que hará que se aproveche sin piedad, explotando hasta el fin, siempre con un poso paternalista y amable. De esta forma Dogville usará a Grace sin límite, metáfora vontriera del imperialismo USA. Curiosamente esto habría quedado en le enésima pedrada contra los mecanismos de poder de EEUU sin trascender más que la denuncia más o menos encubierta; gracias a dios Lars hábilmente ofrece una vuelta de tuerca en el final en el que sitúa al espectador en un dilema moral muy interesante. De este modo con el último plano del perro -genial- que ladra al cielo transmutado ahora en ser real, finaliza el film confirmando el talento visual y narrativo del danés. A mi no me gusta todo su cine pero sigo creyendo que es un puñetero genio...