Todos los hombres del Presidente (Alan J. Pakula, 1976)
Hay un puñado de películas que para mí son las representativas de esas dos gloriosas décadas que fueron los ’70 y los ’80: El exorcista, French Connection, El Cazador, Harry el sucio, Fiebre del sábado noche… y por encima de todas esas, Todos los hombres del Presidente, el filme orquestado por Alan J. Pakula bajo los auspicios de Robert Redford.
Por supuesto que hay muchas otras películas que reflejan esa época y cada cinéfilo tendrá las suyas (y además, sus décadas) pues eso lo grande del cine, que hay miles de películas para cada uno. Pero tratándose de dar una opinion personal para mí esta es la mejor, y explicaré por qué.
Dos de las estrellas más grandes de la época protagonizan en comandita el relato verídico y minucioso de uno de los escándalos más icónicos de la corrupción moral del período. Los elementos son impagables: el caso
watergate, con Hoffman y Redford, bajo la batuta de un director que asaltó los 70 con una energía imparable, y todo ello, con una apuesta por el detalle digna de Kubrick.
Cada plano de la película respira la época. Se palpa el ambiente a la vez combulso y esperanzador que bañaba la sociedad americana de la época: el idealismo e inocencia de unos, confrontado con las barreras del sistema. Por supuesto, toda la iconografía de unos tiempor que no volveran (exceptuando la pasajera moda
hipster): los coches, los trajes, los teléfonos analógicos –
snif– clamando estridentemente, los cortes de pelo de los protagonistas, los relojes, las añejas máquinas de escribir, los armatostes de espionaje que emplean los patosos del hotel Watergate, la redacción del Post a rebosar de gente trabajando, etcétera.
A mí se me hace la boca agua solo de recordar haberlo visto mientras escribo este artículo, aunque es un entusiasmo muy personal que no tiene por qué ser compartido.
La historia
La sinopsis no es espectacular: detienen a unos tipos realizando escuchas ilegales al partido demócrata en el hotel Watergate de Washington. Se acaba descubriendo que las escuchas eran obra del Patido Republicano, la Casablanca y el mismo Presidente.
Lo verdaderamente fascinantes es la historia detrás de la historia (aquí mezclaré partes que vemos en la película con partes sacadas del recomendadisímo documental que trae el bluray): en la redacción del Post, Bob Woodbard, el último pringao de la redacción, un tipo que acaba de llegar y es el que peor salario recibe de toda la plantilla, es el encargado de asistir a la vista ordinaria para el caso de los patosos detenidos en el hotel. Empieza a hacer preguntas al ver un abogado importante asistiendo al caso de cuatro supuestos tipos sin importancia, se mosquea aún más con las evasivas del abogado y
bang!, ya tenemos una historia increíble que supera a la imaginación de los mejores guionistas. Sigue investigando, un compañero de redacción, Bernstein (Hoffman) se le une, el jefe de sección (Jack Warden), el redactor jefe (Martin Balsam) y hasta el Director del periódico (Jason Robards) les prestan su apoyo para que lleguen hasta el final.
Los protagonistas, en tela de juicio, siguen las noticias de la TV con sus tres jefes (por si uno no fuera suficiente)
En todo el trayecto asistimos a las enormes dificultades que los dos periodistas tuvieron que afrontar. Desde el escepticismo inicial de la redacción (que como he dicho, acaba tornándose en soporte), hasta las presiones políticas que los únicos testigos procedentes del partido republicano reciben para no contar lo que saben, pasando por las escasez de medios teconológicos (todo con teléfonos y faxes, de los de “si no estás cuando suena te jodes y te quedan sin la info”, nada de correo electrónico -en esa época empezaba a experimentarse con él en el ámbito académico, fotos de lejos y borrosas, la gente no lleva una cámara en el bolsillo, y demás ejemplos).
El elemento humano, genial. Los protagonistas son un republicano conservador del medio oeste (a pesar de que el subtitulador de los extras se empeñe en traducir
middle west como
oriente medio), Woodbard, rubito y con cara de niño bueno y Bernstein, un judío liberal melenudo que se pasa la película con un cigarrillo en la boca. Ambos suman sus heterogéneas personalidades para, dando lo mejor, llegar al fondo del asunto como no hubieran podido hacer de haber ido en solitario.
Lo mejor de todo es que no se trata de una licencia de guionista, no. Ese es el retrato que hace la película, pero es también como los describen varios testigos de los hechos que aparecen en el documental.
Los verdaderos protagonistas. Sus
alter ego serían Hoffman, Redford, Balsam y Robards.
Se ha comparado muchas veces esta obra maestra con otra más reciente, el Zodiac de Fincher.
Las similtudes son muchísimas: un relato escrupulosamente detallado de los hechos, con un estilo muy cinematográfico pero una dinámica casi documental: los personajes van repasando a modo de lista todas las pistas y datos que van recabando para que cuando veas la película por quinta vez te enteres de qué pasó realmente. Los protagonistas de ambas películas se involucran plenamente en descifrar lo ocurrido y su compromiso con la verdad los vuelve obsesivos y paranóicos. Más en el caso de Zodiac, lo que es comprensible, puesto que dar con la identidad en un asesino en serie resulta mucho más aterrador.
Sin embargo hay una diferencia grande en la estructura de los dos filmes. Se trata de un personaje real, pero que dramáticamente acaba resultando un
Deus ex machina que aparece cuando la historia
necesita un empujón que ayude a los reporteros. Hablo de el comodín de la llamada a
Deep Throat en el garaje.
Genial la censura española que decidió traducir a Garganta Profunda como “el ronco”…
Y es que este personaje sale puntualmente cada vez que Woodbard está atascado, dándole nuevas pistas con las que seguir. Incluso al final, cuando dan todo por perdido, aparece para decirle al bueno de Bob que son tontos, que cómo no se han dado cuenta de esto y de aquello.
Doy por hecho que los hechos fueron así, entre otras cosas porque lo confirman varios de los protagonistas reales, pero dramáticamente queda un poco “a ver joputa, no me marees que me estoy matando con esta mierda, dime ya todo lo que sabes y ahórrame todos los disgustos que estoy teniendo”.
Lo más gracioso es que Garganta Profunda era un subdirector del FBI que se había chinado cuando no lo nombraron para suceder a Hoover… y así, de un Ego herido nace la leyenda de
Deepthroat.
Mark Felt, el verdadero Garganta Profunda poco antes de su muerte en 2008.
La producción
Para terminar, voy a dar un apunte que considerocapital sobre la producción: evidentemente, el cerebro de la película no es otro que Robert Redford, el verdadero impulsordel proyecto. Pero en este caso el mérito va más hallá del filme.
Redford empezó a leer las crónicas de la investigación de Woodbard y Bernstein, convirtiéndose de un seguidor del caso en directo, según se iban publicando datos en el Post. Es entonces cuando se entera que la pareja de reporteros están pensando en escribir todo lo que saben en forma de libro.
Y aquí viene la genialidad de Redford: les llama por teléfono, se presenta, les felicita por su labor, bla, bla… y les dice: “está bien eso de escibir un libro sobre el
Watergate, pero lo que a mí realmente me llama la atención es vuestro trabajo: cómo trabajáis, cuál es vuestra rutina, cómo os sentís con tanta presión y pateando la ciudad mendigan información… por qué no cambiáis el enfoque del libro y os dedicáis a hablar de vosotros, narrando en primera persona todos los aspectos de la investigación desde vuestro punto de vista”.
Acojonante. El tío tiene un ojo increíble al darse cuenta de algo que es frecuente, pero no se explota lo suficiente: la historia detrás de la historia es mejor aún.
Woodbard y Bernstein le hacen caso y escriben ese libro. Redford compra los derecho para producir la película pero el estudio le pide que la protaginice. Para que no haya un desequilibro entre los protsgonistas optan por otra estrella en la balanza, Hoffman, y el resto… el resto no es tan curioso aunque merece la pena verlo.
Así que ya sabéis, esta obra maestra hay que verla varias veces (al parece es un
must en las carreras de periodismo en los USA) y si os gusta indagar más hallá de la película, no os podéis perder el documental del Bluray.