El cardenal (Otto Preminger, 1963)
Interesante pseudo-'epic' acerca de la vida y conflictos (externos e internos) de un sacerdote católico norteamericano desde la 1ª G.M. hasta los albores de la segunda. Todo un período de enorme riqueza temática en lo político y social, que Preminger explota de manera sistemática y calculada al milímetro, extrayendo de cada escena justo lo que necesita sin que en ningún momento percibamos un trato superficial o frívolo del asunto que está tratando. Por si fuera poco, tratándose de la época en que se hizo la peli, Preminger aplica su tradicional franqueza a la hora de abordar los temas, dejando claro que la sutilidad y los dobles sentidos no son una opción para él.
Pero a pesar de esa franqueza, y como es habitual en la postura moralmente ambigua del director, no se trata de un film maniqueo ni de un ataque contra la religión. Al contrario, en esta película podemos comprobar que dentro de la Iglesia y el catolicismo en general habitan tanto la bondad y la santidad verdaderas como la avaricia y la mezquindad más absolutas, incluso a veces en una misma persona.
El actor protagonista, Tom Tryon, ciertamente carece de carisma, pero a cambio representa muy bien el alma atormentada del personaje, aunque no llega a ganarse del todo la empatía del espectador por la relativa frialdad de su presencia. Es de suponer que a Preminger le atraía todo eso del actor, pero quizá no fue una elección acertada. En cambio, tenemos a todo un conjunto de secundarios sencillamente soberbio: John Huston, Burgess Meredith, Raf Vallone, Romy Schneider o John Saxon, entre los más conocidos, ofrecen su presencia y talento para añadir solidez a la desigual interpretación de Tom Tryon.
Por otro lado, la puesta en escena de Preminger, a pesar de su gran oficio y la inestimable colaboración de un experto de la fotografía en grandes formatos como Leon Shamroy, no acaba de ser redonda. Lo mismo le ocurre al ritmo del film, no excesivamente consistente y que da pie a algunos (no demasiados, por suerte) momentos de tedio, a pesar de la ya mentada tendencia calculadora del director. Eso sí, el diseño de producción y el baile de localizaciones entre EEUU, Roma y Viena son sencillamente impecables, haciendo que, junto a su duración, el film luzca el aspecto de típico 'epic' de los 50/60 sin serlo en absoluto. Lástima que las copias existentes en BD tengan todas una calidad de imagen cercana a lo lamentable.
En definitiva, estamos ante una obra que, si bien no es perfecta, ofrece multitud de alicientes para volver a ella de vez en cuando, y así aprender algo del señor Preminger, seguramente una de las figuras más independientes y atrevidas del cine clásico.
Un saludete.