El regreso, de Andrei Zvyagintsev
El padre de dos niños, desaparecido por mucho tiempo, vuelve un día inesperadamente a las vidas de éstos y decide llevárselos de viaje, pese a ser un total desconocido y no explicar los motivos de su ausencia y posterior retorno. Cine muy ruso, debut de un alumno aventajado de Tarkovski y continuador de estilo de éste. Road movie sobre el final de la niñez y el paso a la edad adulta, donde los personajes son puros arquetipos; la figura paterna (autoritaria) y la materna (bondadosa), los dos hermanos de caracteres opuestos (uno es dócil y sumiso, el otro exige respuestas y se rebela constantemente)... que aproximan la historia a la atemporalidad de los mitos. Las interpretaciones políticas, religiosas, etc. tientan, pero prefiero quedarme con la pureza extrema, en el fondo, de una propuesta donde (sin embargo) todo tiene un significado oculto por revelar; los elementos del viaje (la torre, la isla, el puente), el cuerpo yacente, el barco hundido, el tesoro enterrado...
Bastantes aspectos de la anecdótica trama quedan sin resolverse y poco importa, pues lo fundamental no es tanto la intriga como la maraña invisible de sentimientos, el contexto que sólo los personajes conocen y callan (como siempre, las miradas dicen más que las palabras); el director respeta ese silencio, de ahí el esfuerzo del espectador por leer entre líneas. La continua presencia del agua y la humedad, el paisaje gris y azulado donde predomina tanto lo urbano, lo ruinoso, como lo natural en estado puro, están muy cerca del materialismo místico del director de
Stalker, generándose una “zona” particular fuera del tiempo... de hecho, encuentro planos fusilados (el reflejo de los niños en el agua, el final adentrándose en el bosque, por decir algunos), destacando más el reencuadre que el travelling interminable. Zvyagintsev necesita urgentemente una personalidad propia, pero demuestra haber asimilado perfectamente el credo estético (y ético) de su maestro.