Harkness_666
Son cuatro
Le pornographe, de Bertrand Bonello
Un director de cine pornográfico (Jean-Pierre Leáud) vuelve a la profesión tras décadas de retiro, pero pronto se dará cuenta de que nada es lo que fue, de que se encuentra fuera de lugar. Decepcionará esto a quienes busquen una inmersión en los entresijos del porno, pues se trata de un estudio de personaje cascado, melancólico y a la deriva tras el que se perciben los ecos lejanos del mayo francés. Continuamente interrumpido y frustrado en cada uno de los caminos argumentales que traza, es un film exasperante que no va a ningún lado, conforme supongo a aquello que intenta retratar, que es la pérdida de rumbo vital. Siguiendo cierto despojamiento bressoniano, con actores inexpresivos y sin pretensión alguna de empatía, con un uso de la música más preocupado por reforzar las imágenes antes que por darles carga emotiva. Que ofrece mucho tedio, pero también alguna escena poderosa y tristemente elocuente, como una en la que el productor empieza a dirigir la película guarra ante la total pasividad del director, sin que este pueda o quiera hacer nada.
Más honesta en su carnalidad la cerdería original, cercana a lo artístico y a la praxis revolucionaria y espontánea de la época, que la actual; formulaica, encorsetada, sujeta al presupuesto y al calendario. Y ahí tenemos a nuestro hombre, intentando retomar el rumbo de su existencia aun a costa de tomar decisiones y asumir verdades dolorosas; si lo logrará o no, no lo sabemos, ni siquiera si tiene sentido dicho intento de construir una casita él sólo, o de finalizar un largometraje inconcluso, porque así es él y así somos en el fondo todos; puro proyecto frustrado o en proceso.
Curiosamente la peli, antes de deshacerse en retazos de reconstrucción biográfica e incluso meta-cine, mantiene hacia este Jacques una actitud de respeto; más aún, de pudor. Porque como nos dice, más obscena es la exhibición directa y melodramática de su realidad que el trabajo de sus películas; no es causal la década ochentera como punto y final, por cambio de mentalidad, de los medios, o por hundimiento definitivo de esos sueños. La cosa se inclina hacia el absurdo cuando nuestro hombre se cuela dentro de la casa de una señora cualquiera, así sin más. Una única y breve secuencia de sexo real produce desconcierto, aunque debido a la temática tampoco es tan gratuita, y por lo visto valió a esto el más que dudoso honor de ser clasificado dentro de la dosmilera etiqueta de la “New French Extremity”… cosa que da que pensar, pues por lo demás, el video de mi primera comunión quizá sea más “extremo”; desde luego, no tan francés.
Frente al prota, su hijo, y con él, las luchas y los activismos de la juventud burguesa de principios del milenio; un peculiar intento de hacer la revolución mediante el silencio… la comunicación, en forma de diario o de notas, o la propia elocuencia muda de lo que vemos, como si todo estuviera dicho ya, tiene algo que ver. Se consideran una modernez el teléfono móvil y los videoclips, cosa que vista hoy parece hasta inocente. La subtrama de este nene, con una emulación ¿paródica? De ese estilo de video musical, quizá esté hablando de que todo contacto humano va dirigido a lo artificial; como tanto él como su novia derrochan la pasión de dos gambas crudas, pues tampoco está muy claro.
Un director de cine pornográfico (Jean-Pierre Leáud) vuelve a la profesión tras décadas de retiro, pero pronto se dará cuenta de que nada es lo que fue, de que se encuentra fuera de lugar. Decepcionará esto a quienes busquen una inmersión en los entresijos del porno, pues se trata de un estudio de personaje cascado, melancólico y a la deriva tras el que se perciben los ecos lejanos del mayo francés. Continuamente interrumpido y frustrado en cada uno de los caminos argumentales que traza, es un film exasperante que no va a ningún lado, conforme supongo a aquello que intenta retratar, que es la pérdida de rumbo vital. Siguiendo cierto despojamiento bressoniano, con actores inexpresivos y sin pretensión alguna de empatía, con un uso de la música más preocupado por reforzar las imágenes antes que por darles carga emotiva. Que ofrece mucho tedio, pero también alguna escena poderosa y tristemente elocuente, como una en la que el productor empieza a dirigir la película guarra ante la total pasividad del director, sin que este pueda o quiera hacer nada.
Más honesta en su carnalidad la cerdería original, cercana a lo artístico y a la praxis revolucionaria y espontánea de la época, que la actual; formulaica, encorsetada, sujeta al presupuesto y al calendario. Y ahí tenemos a nuestro hombre, intentando retomar el rumbo de su existencia aun a costa de tomar decisiones y asumir verdades dolorosas; si lo logrará o no, no lo sabemos, ni siquiera si tiene sentido dicho intento de construir una casita él sólo, o de finalizar un largometraje inconcluso, porque así es él y así somos en el fondo todos; puro proyecto frustrado o en proceso.
Curiosamente la peli, antes de deshacerse en retazos de reconstrucción biográfica e incluso meta-cine, mantiene hacia este Jacques una actitud de respeto; más aún, de pudor. Porque como nos dice, más obscena es la exhibición directa y melodramática de su realidad que el trabajo de sus películas; no es causal la década ochentera como punto y final, por cambio de mentalidad, de los medios, o por hundimiento definitivo de esos sueños. La cosa se inclina hacia el absurdo cuando nuestro hombre se cuela dentro de la casa de una señora cualquiera, así sin más. Una única y breve secuencia de sexo real produce desconcierto, aunque debido a la temática tampoco es tan gratuita, y por lo visto valió a esto el más que dudoso honor de ser clasificado dentro de la dosmilera etiqueta de la “New French Extremity”… cosa que da que pensar, pues por lo demás, el video de mi primera comunión quizá sea más “extremo”; desde luego, no tan francés.
Frente al prota, su hijo, y con él, las luchas y los activismos de la juventud burguesa de principios del milenio; un peculiar intento de hacer la revolución mediante el silencio… la comunicación, en forma de diario o de notas, o la propia elocuencia muda de lo que vemos, como si todo estuviera dicho ya, tiene algo que ver. Se consideran una modernez el teléfono móvil y los videoclips, cosa que vista hoy parece hasta inocente. La subtrama de este nene, con una emulación ¿paródica? De ese estilo de video musical, quizá esté hablando de que todo contacto humano va dirigido a lo artificial; como tanto él como su novia derrochan la pasión de dos gambas crudas, pues tampoco está muy claro.