Un chant d’amour, de Jean Genet
Único trabajo como realizador del escritor y delincuente Jean Genet, tan polémico como relevante para las letras francesas. Cortometraje sin diálogos en torno a unos hombres encerrados en las celdas contiguas de una prisión, quienes se demuestran el uno al otro su deseo sexual no consumado mediante ciertas artimañas, como pasarse el humo de un cigarro por un agujero del muro, a cada cual más sugerente... mientras son observados de manera voyeurista por el reprimido y cada vez más excitado guardián del establecimiento. Y no son los únicos, pues el resto de celdas las ocupan otros hombres igualmente cachondos e insinuantes.
Controvertido por su contenido homoerótico y por su exhibición de imponentes cuerpos masculinos al desnudo, incluyendo alguna que otra polla en erección, ni que decir tiene que esto sólo pudo ver la luz décadas después y como pieza de culto; poema visual cargado de simbolismo, en torno a la libertad, o mejor dicho, a una libertad más moral o espiritual que estrictamente física, que los muros no hacen sino exacerbar en lugar de aniquilar, entiendo, o la imposibilidad de ponerle fronteras al amor como impulso más primario del hombre.
Al margen de un contenido puramente provocador y obsceno para los parámetros de la época, tal vez se puede encontrar cierta conexión con el realismo poético francés, manejándose imágenes y motivos tan elocuentes como ese humo de tabaco o un ramo de flores, la violencia acaba por ser una válvula de escape de quienes ostentan un poder y una jerarquía que apenas disimula su debilidad real, pues es inútil su constante vigilancia ante la impudicia de los vigilados. El film, sin embargo, humaniza también a este individuo, revelando sus deseos ocultos, y se alternan diferentes planos de realidad; la puramente sórdida de la prisión, rodada con “actores” que serían gentuza de la vida real y en la que se percibe claramente la mugre, el sudor y la ruina, frente al ¿recuerdo, ensoñación? del prisionero que se recrea en una naturaleza idílica, lejos de todo entorno asfixiante y semejante a los juegos y a las correrías infantiles… y frente a ese infierno mental y un tanto sadomasoquista del guardia, en forma de composiciones cuasi-pictóricas y en claroscuro que muestran, de manera abstracta pero a la vez muy gráfica, uno cuerpos más idealizados y esculturales.