Me viene perfecto que hayan salido títulos como Hombre o Los cautivos, ambas historias de Elmore Leonard, para hablar hoy de la película que había dicho que iba a ver en estos últimos días, 52 vive o muere, a la espera del visionado de otra de Roy Scheider, dirigida por el recientemente fallecido William Friedkin, Carga maldita.
Antes de nada debo decir que en la película dirigida por John Frankenheimer el guionista es el propio Elmore Leonard junto a John Steppling. Es una película correcta pero no brillante, hay que tener en cuenta que pese a que Leonard está considerado una de las últimas grandes plumas de la novela negra no siempre un escritor adapta él mismo al cine (o dirige) una historia suya de manera redonda. Un caso muy conocido es el de Stephen King. Otras grandes películas que surgieron sin su intervención en el guión fueron Jackie Brown o las dos versiones de El tren de las 3:10.
Pero bueno, volvamos a 52 vive o muere. Me estoy refiriendo a un filme del tío que hizo nada más y nada menos que El tren, El mensajero del miedo, Domingo negro, Siete días de mayo, El hombre de Alcatraz… entre otras joyas. Siendo alguien de tal nivel era difícil, aunque no imposible, que entregase una obra rematadamente horrible incluso trabajando para Menahem Golan y Yoram Globus que en aquel momento intentaban atraer a directores de cierto nombre. Me viene ahora a la cabeza, por ejemplo, John Cassavetes o Andrey Konchalovsky quien hiciera la que probablemente sea la mejor película en toda la historia de Cannon, El tren del infierno. Luego están otras entrañables como por ejemplo Masters del Universo de la que hablaré algún día.
Bien, la historia es muy típica pero Frankenheimer consigue sacar de ello una película que se hace entretenida, disfrutable, es un thriller interesante porque lo lleva una mano maestra. ¿De qué va? Pues un hombre maduro con mucha pasta, Roy “Jaws” Scheider, copula con frecuencia, a espaldas de su esposa, con una jovencita de (creo que eran) 22 años y entonces unos matones le hacen un chantaje pidiéndole muchísimo dinero a cambio de no revelárselo a su mujer oficial, mostrándole que tienen imágenes de sus hazañas amorosas. El problema es que no quiere acudir a la policía para evitar un escándalo que perjudique a su señora en aquello en lo que anda metida y que tiene que ver con la política.
Me llama la atención que la cornuda sea nada más y nada menos que Ann-Margret ya bastante cambiada con respecto al aspecto que tenía, infartante, en El rey del juego:
Gran película esa que empezó dirigiendo el inmenso Sam Peckinpah, quien no la haya visto ya tarda en hacerlo, con un reparto extraordinario; Steve McQueen, el genio interpretativo que era Edward G. Robinson, Karl Malden… Recuerdo que Ann-Margret ya no estaba tampoco tan reluciente, aunque aún deseable, en una extraña cinta setentera llamada Magic con un joven e inquietante Anthony Hopkins, dirigida hábilmente por Richard Attenborough quien fuera el abuelito del primer Parque Jurásico.
Bien, siendo una película que se ve con agrado también tiene (como todas y más con cintas de este presupuesto) sus puntos flacos. Para mí uno importante, el asunto es que sin él no hay película. Son cosas que no me cuadran en la historia. Ya sé que a veces no hay que buscarle la lógica a todo en el cine, por ejemplo en la famosa escena de la avioneta de Con la muerte en los talones. ¿Qué sentido tiene intentar matar a un tío disparándole desde una avioneta cuando está en una área deshabitada si cualquiera puede bajarse de un coche y pegarle dos tiros mientras la víctima espera sin que nadie le vea? Mucho más rápido y económico, te ahorras el alquiler de la avioneta, entre otras cosas. La respuesta es ninguno, ningún sentido. Pero es una película. En el maestro Hitchcock eran muy comunes las escenas que no tenían demasiada lógica fuera de la ficción pero muchas de ellas engrandecían la película y al final resultaban las más recordadas. Pues aquí pasa un poco parecido pero peor ¿por qué? Bueno, aunque alguien esté siendo víctima de un chantaje es realmente muy improbable que pese a que no quiera llamar a la policia no adopte algún tipo de medida para evitar que los delincuentes le entren en casa a “saludarle” cada poco. Hay veces que parece querer dejar a su mujer de cebo porque no puede poner las cosas más fáciles a los malotes.
52... la vi hace muchos años y recuerdo que me gustó. Thriller muy de su época. A ver si reviso.