Harkness_666
Son cuatro
La noche de los demonios, Kevin Tenney (1988)
Producto (no sabría decir si subproducto) de terror adolescente que en su época pudo pasar como menor y que con el tiempo se alza como un curioso título “de culto” y con entidad propia, sumamente expresivo en su ochenterismo y cargado de los tics que tanto se vienen imitando en clave nostálgica.
Muy en la estela de “Evil dead” aunque sin su talento ni su imaginación (hasta la perspectiva del “demonio” en vertiginoso plano subjetivo nos presentan), tenemos lo de siempre: casa encantada, un conjunto de jóvenes a cada cual más idiota y estereotipado hasta el punto de la caricatura (recalcada en los disfraces que llevan) que serán víctimas de las fuerzas del mal, durante una noche de Halloween en la que se empeñan en celebrar una fiesta donde no deben, posesiones diabólicas… así como una inacabable ristra de tacos (“¡callate zorra!”), diálogos y frases hilarantes, como aquella referida a los “huevos de chocolate”, que denotan a un guionista de mente privilegiada y calenturienta (“¡mira que sois tontos los viejos!”), como la de ese niño gamberro que hace mofa del voluminoso tetamen de su hermanita y que, desafortunadamente, ocupa escaso metraje de la cinta.
El erotismo y los desnudos gratuitos, por cierto, no pueden faltar; el personaje de la calentorra de turno, cómo no, así como una obsesión por practicar el coito aunque sea en los entornos menos acogedores que se puedan imaginar… como un ataúd. Todo ello nos lo tiran a la cara con alegría y escasos reparos, con efectos de humo, colorines, caretas de goma, sangre falsa y lo que haga falta. Impagable el prólogo y el epílogo con el viejo cascarrabias, que no vienen a cuento de nada pero que suponen una forma magistral de abrir y sobre todo de cerrar el asunto. No hace falta decir que sólo sobrevivirán los seres puros de la función y que los demás recibirán su justo castigo.
A destacar un par de secuencias de baile, una con luces estroboscópicas y música rockera, la otra más larga, no sé si pretendiendo alargar metraje o qué, que se asemeja a una performance oscuramente erótica de danza contemporánea. Y sintetizadores, muchos sintetizadores para una banda sonora y una intro de indudable encanto.
Producto (no sabría decir si subproducto) de terror adolescente que en su época pudo pasar como menor y que con el tiempo se alza como un curioso título “de culto” y con entidad propia, sumamente expresivo en su ochenterismo y cargado de los tics que tanto se vienen imitando en clave nostálgica.
Muy en la estela de “Evil dead” aunque sin su talento ni su imaginación (hasta la perspectiva del “demonio” en vertiginoso plano subjetivo nos presentan), tenemos lo de siempre: casa encantada, un conjunto de jóvenes a cada cual más idiota y estereotipado hasta el punto de la caricatura (recalcada en los disfraces que llevan) que serán víctimas de las fuerzas del mal, durante una noche de Halloween en la que se empeñan en celebrar una fiesta donde no deben, posesiones diabólicas… así como una inacabable ristra de tacos (“¡callate zorra!”), diálogos y frases hilarantes, como aquella referida a los “huevos de chocolate”, que denotan a un guionista de mente privilegiada y calenturienta (“¡mira que sois tontos los viejos!”), como la de ese niño gamberro que hace mofa del voluminoso tetamen de su hermanita y que, desafortunadamente, ocupa escaso metraje de la cinta.
El erotismo y los desnudos gratuitos, por cierto, no pueden faltar; el personaje de la calentorra de turno, cómo no, así como una obsesión por practicar el coito aunque sea en los entornos menos acogedores que se puedan imaginar… como un ataúd. Todo ello nos lo tiran a la cara con alegría y escasos reparos, con efectos de humo, colorines, caretas de goma, sangre falsa y lo que haga falta. Impagable el prólogo y el epílogo con el viejo cascarrabias, que no vienen a cuento de nada pero que suponen una forma magistral de abrir y sobre todo de cerrar el asunto. No hace falta decir que sólo sobrevivirán los seres puros de la función y que los demás recibirán su justo castigo.
A destacar un par de secuencias de baile, una con luces estroboscópicas y música rockera, la otra más larga, no sé si pretendiendo alargar metraje o qué, que se asemeja a una performance oscuramente erótica de danza contemporánea. Y sintetizadores, muchos sintetizadores para una banda sonora y una intro de indudable encanto.