seakermdc dijo:Gracias, por algo seré recordado. Significo un antes y un después en tus recuerdos acerca de Excusas, es un honor.
seakermdc dijo:Es que luego me quiero poner también Gone with the Wind que no la he visto.
Atreyub dijo:F. Gary Gray intenta hacer lo suyo sin salirle del todo mal la jugada pero tampoco es una película a recordar.
Magnolia dijo:La saga Mad Max la revisioné hace poco y creo que es, desde mi punto de vista, la película más envejecida y peor conservada jamás hecha.
Ridícula.
Matrix
(The Matrix - 1999) de Larry y Andy Wachowski
En su reseña crítica de Matrix: Revoluciones publicada en Axxon el 12/11/03, Ricardo Goldberger escribió que "cualquier película, adecuadamente forzada, es capaz de ofrecer material para la especulación, para la filosofada, para la interpretación esotérica. De la misma manera, los cabos sueltos quedan siempre en cualquier película, a veces a propósito, o a veces, por simples errores de continuidad. Lo que ocurre con Matrix es que tiene la mayor densidad de sentencias por unidad de diálogo. Por eso, especular, filosofar, interpretar... es casi inevitable".
No podemos no acordar. Lejos de nosotros, entonces, cualquier tipo de pretensión filosófica, especulación teológica o mero divague esotérico. La película -a Dios gracias-, es mucho menos (o mucho más, según se miren las cosas) que todo eso. Sin embargo, y en tanto signo cultural de sesgo masivo, resulta innegable que Matrix utiliza -si bien que a su manera- elementos provenientes de la mitología y el simbolismo en función de la historia que narra.
Foto
En otras palabras, ¿qué encierra este film que tanto atrae a multitudes de fanáticos cuando, en rigor de verdad, su enrevesada trama representa todo lo contrario de la captación inmediata y cómoda que la industria les impone a sus productos? Creemos que su indiscutible fascinación radica en el hecho de que nos recuenta, de un modo inusual, el arquetípico drama de la caída, redención y posterior regeneración del cosmos. Hecho este que debe ser oscura aunque efectivamente percibido por el público. He aquí la causa de su éxito. Matrix: la cosmogonía.
Ahora bien, una pregunta que se impone en lo tocante a la historia es la siguiente: ¿los Wachowski brothers la concibieron íntegra de entrada o se fueron percatando de las posibilidades de lo que tenían en sus manos durante el lapso que medió de la primera parte a estas dos últimas? Ciertas divergencias y 'vueltas de tuerca' entre lo que vimos hace unos años y lo que en el 2003 nos asombró permitirían pensar lo segundo.
Al respecto, nos atreveríamos a arriesgar que la gran diferencia -el gran abismo- existente entre la primera película y estas dos últimas gravita en un punto que hace a la concepción central de la historia. Teníamos en un inicio dos mundos, uno real, dominado por las máquinas y donde los hombres se habían transformado en 'productos' de consumo de aquéllas -inversión ya de por sí genial del esquema de nuestra sociedad tecno-mercantilizada-, y otro virtual, generado por las primeras a fin de mantener a esos humanos cultivados en un trance 'narcotizado'.
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En este punto, por ejemplo, resaltaba el tema del sueño vs. la vigilia, dentro del cual cobraba significado paradójico el nombre 'Morfeo'. Él era quien 'despertaba' y hacía despertar a los demás. El mensaje que le mandaba a Neo al principio de la historia -que siguiera al conejo- aludía a otro sueño: el de Alicia en el País de las Maravillas, quien también perseguía a dicho animalejo hasta las puertas del 'otro mundo'. Luego Morfeo se irá transformando en una especie de 'gurú' new age en la segunda parte para terminar, al final, en una suerte de figura sin espesor ni destino. No sabemos si juzgarlo, como quieren algunos, a manera de Juan el Bautista en relación a Neo-Cristo, aunque su función profética es innegable.
Retomemos el punto de las dos realidades, la 'real' y la 'virtual' (el uso de comillas ya nos prepara para lo que se viene). Ese esquema paralelo -y en el fondo bastante simple- donde los personajes 'despiertos' iban y venían de uno a otro mundo, se complica sobremanera a partir de Recargado.
En efecto, ahora nos percatamos de que la Matriz se halla habitada no sólo por los dobles de los humanos vegetativos ('cultivados' por las máquinas y sumidos en trance onírico), sino también por otras entidades propias de ese mundo eventual y, presumiblemente, sin realidad exterior a él. A partir de aquí, los planos paralelos de la primera película amenazan con tornarse inclusivos. Hay 'programas' que se 'apoderan' de otros programas en desuso y los mantienen cautivos. Hay 'pasajes' (un pasadizo indefinido y franqueado de puertas, un tren subterráneo sin origen ni fin -¿cíclico?-), perturbadores 'no lugares' que comunican de forma inmediata distintos y distantes puntos de la Matriz.
El Señor Smith, por su parte, se ha convertido en un virus pandémico que no cesa de copiarse dentro del sistema y amenaza con tomarlo (¿metáfora de la descontrolada reproducción idéntica de las mercancías, como predijeron los cerebros mayores de la Escuela de Frankfurt?).
La Pitonisa revela que también ella misma constituye un programa. No hablemos del Merovingio, quien colecciona, además de objetos de arte, otros programas, ya sean en desuso, como el Cerrajero, o sofisticadísimos, como esos dos extravagantes y afantasmados hermanitos punky, él mismo y su ondulante esposa Perséfone (¿comparación indirecta de la figura del elegante francés con Hades, regente del inframundo y, transitivamente, de la propia Matriz, su dominio, con el Infierno? ).
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Por último, como si todo lo anterior fuera poco, hace su irrupción El Arquitecto y su tan mentado discurso. Ahí parece (¿¡!?) estar la clave. El sistema inclusivo (por lo demás semejante al modus operandi de todo hipertexto) presenta distintos niveles de virtualidad: 1) nivel virtual incluido: la Matriz; 2) niveles virtuales incluyentes: Sión y las máquinas. Sí: lo que creíamos real podría ser también virtual.
¿Y el Arquitecto? ¿es asimismo virtual? Hasta ahí no lo sabemos pero uno ya no confía en nada ni en nadie. La paranoia, signo capital de nuestra cultura, a estas alturas también nos ha hecho prisioneros.
En tal caso, intentamos responder algunos de los interrogantes: las películas debieran llamarse Matrices, en plural. Sión no es parte de la Matriz 1 (la de la primera película) sino que, junto a la Ciudad de las Máquinas conforma un segundo nivel de ¿virtualidad? estrechamente ligado la 'existencia' del primero (puede decirse que Sión es a partir de los 'fallos' de la Matriz). El Arquitecto se halla por encima de ambos. Creó la Matriz pero ya no la controla. Necesita de Neo y de la destrucción total de Sión para reiniciarla periódicamente (se nos informa que antes del Neo que conocemos hubo otros cinco y, por lo tanto, otras cinco Matrices). Aquí toma cuerpo y se explica la contrafigura de La Pitonisa. Ella expone que mientras El Arquitecto busca mantener las ecuaciones invariables su función consiste en desequilibrarlas. Otra clave.
Y arribamos así al punto medular de Recargado y Revoluciones. Coincidimos en casi todo con la interpretación 'simbólico-religiosa' que Andrés Fernández de Basoa, amigo y frecuentador incansable de la CF, nos propone a partir de las funciones cumplidas por los personajes principales en la historia. Efectivamente, sus nombres y acciones no parecen ser para nada inocentes. Sin embargo, nos resistimos a declarar que este sea un film religioso.
Muy por el contrario, Matrix es gnosticismo puro. Los Wachowski utilizaron los esquemas del pensamiento gnóstico de principios de la era cristiana y los cruzaron con la CF más sofisticada. Genial. Peligroso. Quizá blasfemo. Pero así es y por ahí debiéramos leerlo.
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El Arquitecto encarna al Demiurgo creador del mundo imperfecto en el que estamos 'prisioneros' y al que, por una no tan inesperada 'coincidencia', los gnósticos también denominaban 'matriz'. Además la figuraban semejante a una cárcel y sostenían que, por todos los medios a su alcance, los hombres debían liberarse de ella con la ayuda de un maestro iniciado (un Morfeo) que los 'despertara', es decir, los hiciera tomar conciencia de su condición de pobres seres arrojados en un orbe definitivamente defectuoso y maligno.
Si el Arquitecto constituye el principio masculino (paternal) de la creación, la Pitonisa representa su principio femenino (materno: el hecho de que suela aparecer en la cocina, horneando masitas y rodeada de niños compone una burda señal de ese rasgo). Ambos no se contraponen sino que se complementan. Por algo se encuentran -convergen- en el final que es una suerte de nuevo inicio. Él es un matemático, representa la Inteligencia creadora, pura e infalible (el Nous gnóstico). Ella, en cambio, se mueve en base a la intuición y viene a figurar la Sabiduría (Sophia). En términos orientales: el Yang y el Ying, respectivamente. Él supone la estabilidad inmutable de la ecuación, ella entraña el factor desestabilizante.
Neo cumple el rol de Salvador y su relación con Cristo resulta evidente: la crucifixión final, el postrero resplandor de luz con forma central de cruz, el dar su vida por la salvación del 'mundo', denotan signos irrecusables. En el tramo final es además el ciego que ve, figuración tradicional del sabio, de aquél que posee la 'luz interior'. Neo: nuevo, no asociado al sentido de 'moderno', sino al de 'nuevo mundo' o 'nueva creación' en tanto 'vehículo' para acceder a ella.
No por nada la nave que lo conduce a la Ciudad de las Máquinas y, después, al 'Cielo', lleva por nombre Logos. Otro vocablo griego, otro término clave del gnosticismo, cuya traducción es 'La Palabra', 'El Verbo'. Así, el Logos conduce a la salvación y a la contemplación del supramundo. Recordemos a Trinity (¿tres?, ¿Trinidad?) al descubrir el 'cielo verdadero' -el sol y la luna, la límpida bóveda estrellada- negado a la visión (al conocimiento) de los hombres. Recordemos su mirada extasiada y sus palabras.
Nos seduce la comparación de Smith con el Anticristo. La Pitonisa explica que es el 'doble negativo' de Neo y, en efecto, al vencerlo y 'tomarlo' la fusión de los opuestos determina su desaparición (¿se puede explicar de otra manera la conflagración final?). Smith, a nuestro modo de ver, figura la reproducción seriada de lo idéntico, ese perturbador rasgo del orbe global y postindustrial, de ahí su vinculación con los últimos estadios de la tecnificación y, por ende, del mal absoluto. Smith, Príncipe de este Mundo, amo indiscutible aunque efímero de una ciudad colosal figurada como Babilonia.
El Apocalipsis gnóstico según los hermanos Wachowski: la lucha de los ángeles bueno y malo para salvar o perder al mundo. La Luz versus la Tiniebla. Dualismo puro.
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Llegamos así al desenlace. Confesamos que nos descolocó. Muchos interpretaron que ese lugar tan idílico del final era la Verdadera Realidad. No creemos que así sea. Primero, porque si ahí se hallan metidos El Arquitecto, La Pitonisa y la pequeña Sati, que son sendos programas, el lugar debe ser, a su vez, un ámbito virtual a fin de que los contenga sin problemas. Segundo, porque el carácter virtual (no humano) del Arquitecto queda allí especificado por la respuesta que le da a la Pitonisa cuando ésta lo interroga acerca de si va a cumplir su parte del trato, permitiendo 'salir' (¿de la nueva Matriz?) a quienes así lo deseen. Él responde algo como: "Por supuesto, ¿acaso pensás que soy un hombre?".
En consecuencia, se suma un tercero, y por ahora último, nivel de virtualidad: el de la Matriz regenerada. El sistema se reinicia pero no al modo del Arquitecto sino al de la Pitonisa. Renace el ciclo, entonces, a la manera de una Edad de Oro. Esto permite pensar que las condiciones de vida de Sión, que como se dijo puede ser también virtual pero a otro nivel, deberán por fuerza ser distintas a partir de ahora. Sión representa el lugar sagrado oculto en los tiempos finales de un ciclo, los tiempos de penuria (la expresión es nada menos que de Hölderlin). Como sea, en la Ciudad subterránea perdura una 'reserva' ante el avance incontrolado del orden tecnocrático.
Un comentario final que refuerza la idea de reinstauración de la Matriz con la de recomienzo del tiempo en el marco de una Edad de Oro. Aquí cobra importancia fundamental el personaje de Sati, de indudable origen indio. En efecto, ¿para qué se introduce a esta nena en la última parte de la trilogía? ¿qué función cumple en la historia? ¿por qué se la liga a La Pitonisa? Ella significa, por su reaparición en el final, el umbral de un nuevo tiempo.
De hecho, la palabra sánscrita satya tiene la misma raíz que la latina Saturno quien, recordemos, era el regente de la Edad de Oro. Satya Yuga es la designación india de esa primera (y perfecta) etapa de la humanidad. Satya loka es, en el sistema planetario indio, el lugar correspondiente a la órbita de Saturno. Además, en la tradición india la doctrina de los ciclos cósmicos encuentra justamente una de sus manifestaciones más acabadas. Así, al Kali Yuga, nuestra Edad, la de Hierro, la de la oscuridad, habrá de seguirle, al final del tiempo, una suerte de 'reinstalación' (y usamos esta palabra con toda nuestra mala intención, tal cual ocurre en la película con ese notabilísimo recurso del doble pasaje del gatito negro) de una nueva Edad de Oro. Sati viene a personificar, por ende, ese naciente orden de cosas ligado a una preponderancia de la Pitonisa, Sophia, ya que no del Arquitecto.
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Así es como la Matriz se reinicia. ¿De qué manera? Muy simple: conjugando armoniosamente (¿?) a la Naturaleza (visibles por vez primera, los signos naturales abundan en ese final: pastito verde -muy verde-, aguas cristalinas y un cielo de amanecer soleado ornado de vistosas nubes rojizas) con una tecnología medida y controlada (los esbeltos y para nada agresivos rascacielos que se observan a lo lejos así lo sugieren). He aquí el modelo de mundo ideal regido por la Pitonisa.
Paradoja irresoluble del producto: film hipertecnológico que advierte acerca de los riesgos de la tecnología en exceso. Paradoja que en el final se profundiza. El elegido 'pacta'. Si las máquinas necesitaban de los hombres para sobrevivir, ahora necesitan de Neo para destruir a Smith, quien se ha tornado incontrolable. Ello a cambio de respetar a Sión y a los humanos. Neo cumple con su parte, las máquinas con la suya. Mensaje final: el entendimiento y pacífica convivencia entre humanos y artefactos es posible porque la tecnocracia también tiene su costado bueno.
La Edad de Oro según los Hermanos Wachowski (o según la mentalidad del americano promedio y, por ende, de Hollywood, que incansable la alimenta): paisaje idílico, de cielos luminosos, con mucho verde, nada de papeles ni latas de gaseosas ni sucios callejones a la vista, soñados rascacielos de fondo donde, seguramente, las expensas serán bajísimas y... Matrix: Restaurada.
El progreso no tiene por qué tener un abrupto final catastrófico. La técnica y sus productos, aquellos que facilitan nuestra existencia y nos hacen tan pero tan felices, sí pueden convivir con la Naturaleza sin molestarse recíprocamente. Apocalipsis devino en Utopía y el Sr. Heidegger se revuelve (de risa) en su tumba.
Sin embargo resta una pregunta fundamental: ¿Y la Realidad? ¿Qué cosa habrá sido de la Realidad? Después de Nietzsche, la muerte de Dios y el consecuente colapso de la Modernidad, la respuesta no puede ser sino una: de la Realidad como tal ya no queda nada.
Foto
© Guillermo García
(Crítica publicada originalmente en "Critica.cl", abril 2004)
Atreyub dijo:sea por los actores... ¡qué elenco!...
Christian Troy dijo:Gray no es un tipo inepto del todo, no ofende lo cual es casi bendición en las películas en las que se mueve. Lo malo es no ofrecer nada mas. Poco memorable e igual de olvidable que los que paren calamidades.
davimo dijo:De Aqui
Matrix
(The Matrix - 1999) de Larry y Andy Wachowski
En su reseña crítica de Matrix: Revoluciones publicada en Axxon el 12/11/03, Ricardo Goldberger escribió que "cualquier película, adecuadamente forzada, es capaz de ofrecer material para la especulación, para la filosofada, para la interpretación esotérica. De la misma manera, los cabos sueltos quedan siempre en cualquier película, a veces a propósito, o a veces, por simples errores de continuidad. Lo que ocurre con Matrix es que tiene la mayor densidad de sentencias por unidad de diálogo. Por eso, especular, filosofar, interpretar... es casi inevitable".
No podemos no acordar. Lejos de nosotros, entonces, cualquier tipo de pretensión filosófica, especulación teológica o mero divague esotérico. La película -a Dios gracias-, es mucho menos (o mucho más, según se miren las cosas) que todo eso. Sin embargo, y en tanto signo cultural de sesgo masivo, resulta innegable que Matrix utiliza -si bien que a su manera- elementos provenientes de la mitología y el simbolismo en función de la historia que narra.
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En otras palabras, ¿qué encierra este film que tanto atrae a multitudes de fanáticos cuando, en rigor de verdad, su enrevesada trama representa todo lo contrario de la captación inmediata y cómoda que la industria les impone a sus productos? Creemos que su indiscutible fascinación radica en el hecho de que nos recuenta, de un modo inusual, el arquetípico drama de la caída, redención y posterior regeneración del cosmos. Hecho este que debe ser oscura aunque efectivamente percibido por el público. He aquí la causa de su éxito. Matrix: la cosmogonía.
Ahora bien, una pregunta que se impone en lo tocante a la historia es la siguiente: ¿los Wachowski brothers la concibieron íntegra de entrada o se fueron percatando de las posibilidades de lo que tenían en sus manos durante el lapso que medió de la primera parte a estas dos últimas? Ciertas divergencias y 'vueltas de tuerca' entre lo que vimos hace unos años y lo que en el 2003 nos asombró permitirían pensar lo segundo.
Al respecto, nos atreveríamos a arriesgar que la gran diferencia -el gran abismo- existente entre la primera película y estas dos últimas gravita en un punto que hace a la concepción central de la historia. Teníamos en un inicio dos mundos, uno real, dominado por las máquinas y donde los hombres se habían transformado en 'productos' de consumo de aquéllas -inversión ya de por sí genial del esquema de nuestra sociedad tecno-mercantilizada-, y otro virtual, generado por las primeras a fin de mantener a esos humanos cultivados en un trance 'narcotizado'.
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En este punto, por ejemplo, resaltaba el tema del sueño vs. la vigilia, dentro del cual cobraba significado paradójico el nombre 'Morfeo'. Él era quien 'despertaba' y hacía despertar a los demás. El mensaje que le mandaba a Neo al principio de la historia -que siguiera al conejo- aludía a otro sueño: el de Alicia en el País de las Maravillas, quien también perseguía a dicho animalejo hasta las puertas del 'otro mundo'. Luego Morfeo se irá transformando en una especie de 'gurú' new age en la segunda parte para terminar, al final, en una suerte de figura sin espesor ni destino. No sabemos si juzgarlo, como quieren algunos, a manera de Juan el Bautista en relación a Neo-Cristo, aunque su función profética es innegable.
Retomemos el punto de las dos realidades, la 'real' y la 'virtual' (el uso de comillas ya nos prepara para lo que se viene). Ese esquema paralelo -y en el fondo bastante simple- donde los personajes 'despiertos' iban y venían de uno a otro mundo, se complica sobremanera a partir de Recargado.
En efecto, ahora nos percatamos de que la Matriz se halla habitada no sólo por los dobles de los humanos vegetativos ('cultivados' por las máquinas y sumidos en trance onírico), sino también por otras entidades propias de ese mundo eventual y, presumiblemente, sin realidad exterior a él. A partir de aquí, los planos paralelos de la primera película amenazan con tornarse inclusivos. Hay 'programas' que se 'apoderan' de otros programas en desuso y los mantienen cautivos. Hay 'pasajes' (un pasadizo indefinido y franqueado de puertas, un tren subterráneo sin origen ni fin -¿cíclico?-), perturbadores 'no lugares' que comunican de forma inmediata distintos y distantes puntos de la Matriz.
El Señor Smith, por su parte, se ha convertido en un virus pandémico que no cesa de copiarse dentro del sistema y amenaza con tomarlo (¿metáfora de la descontrolada reproducción idéntica de las mercancías, como predijeron los cerebros mayores de la Escuela de Frankfurt?).
La Pitonisa revela que también ella misma constituye un programa. No hablemos del Merovingio, quien colecciona, además de objetos de arte, otros programas, ya sean en desuso, como el Cerrajero, o sofisticadísimos, como esos dos extravagantes y afantasmados hermanitos punky, él mismo y su ondulante esposa Perséfone (¿comparación indirecta de la figura del elegante francés con Hades, regente del inframundo y, transitivamente, de la propia Matriz, su dominio, con el Infierno? ).
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Por último, como si todo lo anterior fuera poco, hace su irrupción El Arquitecto y su tan mentado discurso. Ahí parece (¿¡!?) estar la clave. El sistema inclusivo (por lo demás semejante al modus operandi de todo hipertexto) presenta distintos niveles de virtualidad: 1) nivel virtual incluido: la Matriz; 2) niveles virtuales incluyentes: Sión y las máquinas. Sí: lo que creíamos real podría ser también virtual.
¿Y el Arquitecto? ¿es asimismo virtual? Hasta ahí no lo sabemos pero uno ya no confía en nada ni en nadie. La paranoia, signo capital de nuestra cultura, a estas alturas también nos ha hecho prisioneros.
En tal caso, intentamos responder algunos de los interrogantes: las películas debieran llamarse Matrices, en plural. Sión no es parte de la Matriz 1 (la de la primera película) sino que, junto a la Ciudad de las Máquinas conforma un segundo nivel de ¿virtualidad? estrechamente ligado la 'existencia' del primero (puede decirse que Sión es a partir de los 'fallos' de la Matriz). El Arquitecto se halla por encima de ambos. Creó la Matriz pero ya no la controla. Necesita de Neo y de la destrucción total de Sión para reiniciarla periódicamente (se nos informa que antes del Neo que conocemos hubo otros cinco y, por lo tanto, otras cinco Matrices). Aquí toma cuerpo y se explica la contrafigura de La Pitonisa. Ella expone que mientras El Arquitecto busca mantener las ecuaciones invariables su función consiste en desequilibrarlas. Otra clave.
Y arribamos así al punto medular de Recargado y Revoluciones. Coincidimos en casi todo con la interpretación 'simbólico-religiosa' que Andrés Fernández de Basoa, amigo y frecuentador incansable de la CF, nos propone a partir de las funciones cumplidas por los personajes principales en la historia. Efectivamente, sus nombres y acciones no parecen ser para nada inocentes. Sin embargo, nos resistimos a declarar que este sea un film religioso.
Muy por el contrario, Matrix es gnosticismo puro. Los Wachowski utilizaron los esquemas del pensamiento gnóstico de principios de la era cristiana y los cruzaron con la CF más sofisticada. Genial. Peligroso. Quizá blasfemo. Pero así es y por ahí debiéramos leerlo.
Foto
El Arquitecto encarna al Demiurgo creador del mundo imperfecto en el que estamos 'prisioneros' y al que, por una no tan inesperada 'coincidencia', los gnósticos también denominaban 'matriz'. Además la figuraban semejante a una cárcel y sostenían que, por todos los medios a su alcance, los hombres debían liberarse de ella con la ayuda de un maestro iniciado (un Morfeo) que los 'despertara', es decir, los hiciera tomar conciencia de su condición de pobres seres arrojados en un orbe definitivamente defectuoso y maligno.
Si el Arquitecto constituye el principio masculino (paternal) de la creación, la Pitonisa representa su principio femenino (materno: el hecho de que suela aparecer en la cocina, horneando masitas y rodeada de niños compone una burda señal de ese rasgo). Ambos no se contraponen sino que se complementan. Por algo se encuentran -convergen- en el final que es una suerte de nuevo inicio. Él es un matemático, representa la Inteligencia creadora, pura e infalible (el Nous gnóstico). Ella, en cambio, se mueve en base a la intuición y viene a figurar la Sabiduría (Sophia). En términos orientales: el Yang y el Ying, respectivamente. Él supone la estabilidad inmutable de la ecuación, ella entraña el factor desestabilizante.
Neo cumple el rol de Salvador y su relación con Cristo resulta evidente: la crucifixión final, el postrero resplandor de luz con forma central de cruz, el dar su vida por la salvación del 'mundo', denotan signos irrecusables. En el tramo final es además el ciego que ve, figuración tradicional del sabio, de aquél que posee la 'luz interior'. Neo: nuevo, no asociado al sentido de 'moderno', sino al de 'nuevo mundo' o 'nueva creación' en tanto 'vehículo' para acceder a ella.
No por nada la nave que lo conduce a la Ciudad de las Máquinas y, después, al 'Cielo', lleva por nombre Logos. Otro vocablo griego, otro término clave del gnosticismo, cuya traducción es 'La Palabra', 'El Verbo'. Así, el Logos conduce a la salvación y a la contemplación del supramundo. Recordemos a Trinity (¿tres?, ¿Trinidad?) al descubrir el 'cielo verdadero' -el sol y la luna, la límpida bóveda estrellada- negado a la visión (al conocimiento) de los hombres. Recordemos su mirada extasiada y sus palabras.
Nos seduce la comparación de Smith con el Anticristo. La Pitonisa explica que es el 'doble negativo' de Neo y, en efecto, al vencerlo y 'tomarlo' la fusión de los opuestos determina su desaparición (¿se puede explicar de otra manera la conflagración final?). Smith, a nuestro modo de ver, figura la reproducción seriada de lo idéntico, ese perturbador rasgo del orbe global y postindustrial, de ahí su vinculación con los últimos estadios de la tecnificación y, por ende, del mal absoluto. Smith, Príncipe de este Mundo, amo indiscutible aunque efímero de una ciudad colosal figurada como Babilonia.
El Apocalipsis gnóstico según los hermanos Wachowski: la lucha de los ángeles bueno y malo para salvar o perder al mundo. La Luz versus la Tiniebla. Dualismo puro.
Foto
Llegamos así al desenlace. Confesamos que nos descolocó. Muchos interpretaron que ese lugar tan idílico del final era la Verdadera Realidad. No creemos que así sea. Primero, porque si ahí se hallan metidos El Arquitecto, La Pitonisa y la pequeña Sati, que son sendos programas, el lugar debe ser, a su vez, un ámbito virtual a fin de que los contenga sin problemas. Segundo, porque el carácter virtual (no humano) del Arquitecto queda allí especificado por la respuesta que le da a la Pitonisa cuando ésta lo interroga acerca de si va a cumplir su parte del trato, permitiendo 'salir' (¿de la nueva Matriz?) a quienes así lo deseen. Él responde algo como: "Por supuesto, ¿acaso pensás que soy un hombre?".
En consecuencia, se suma un tercero, y por ahora último, nivel de virtualidad: el de la Matriz regenerada. El sistema se reinicia pero no al modo del Arquitecto sino al de la Pitonisa. Renace el ciclo, entonces, a la manera de una Edad de Oro. Esto permite pensar que las condiciones de vida de Sión, que como se dijo puede ser también virtual pero a otro nivel, deberán por fuerza ser distintas a partir de ahora. Sión representa el lugar sagrado oculto en los tiempos finales de un ciclo, los tiempos de penuria (la expresión es nada menos que de Hölderlin). Como sea, en la Ciudad subterránea perdura una 'reserva' ante el avance incontrolado del orden tecnocrático.
Un comentario final que refuerza la idea de reinstauración de la Matriz con la de recomienzo del tiempo en el marco de una Edad de Oro. Aquí cobra importancia fundamental el personaje de Sati, de indudable origen indio. En efecto, ¿para qué se introduce a esta nena en la última parte de la trilogía? ¿qué función cumple en la historia? ¿por qué se la liga a La Pitonisa? Ella significa, por su reaparición en el final, el umbral de un nuevo tiempo.
De hecho, la palabra sánscrita satya tiene la misma raíz que la latina Saturno quien, recordemos, era el regente de la Edad de Oro. Satya Yuga es la designación india de esa primera (y perfecta) etapa de la humanidad. Satya loka es, en el sistema planetario indio, el lugar correspondiente a la órbita de Saturno. Además, en la tradición india la doctrina de los ciclos cósmicos encuentra justamente una de sus manifestaciones más acabadas. Así, al Kali Yuga, nuestra Edad, la de Hierro, la de la oscuridad, habrá de seguirle, al final del tiempo, una suerte de 'reinstalación' (y usamos esta palabra con toda nuestra mala intención, tal cual ocurre en la película con ese notabilísimo recurso del doble pasaje del gatito negro) de una nueva Edad de Oro. Sati viene a personificar, por ende, ese naciente orden de cosas ligado a una preponderancia de la Pitonisa, Sophia, ya que no del Arquitecto.
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Así es como la Matriz se reinicia. ¿De qué manera? Muy simple: conjugando armoniosamente (¿?) a la Naturaleza (visibles por vez primera, los signos naturales abundan en ese final: pastito verde -muy verde-, aguas cristalinas y un cielo de amanecer soleado ornado de vistosas nubes rojizas) con una tecnología medida y controlada (los esbeltos y para nada agresivos rascacielos que se observan a lo lejos así lo sugieren). He aquí el modelo de mundo ideal regido por la Pitonisa.
Paradoja irresoluble del producto: film hipertecnológico que advierte acerca de los riesgos de la tecnología en exceso. Paradoja que en el final se profundiza. El elegido 'pacta'. Si las máquinas necesitaban de los hombres para sobrevivir, ahora necesitan de Neo para destruir a Smith, quien se ha tornado incontrolable. Ello a cambio de respetar a Sión y a los humanos. Neo cumple con su parte, las máquinas con la suya. Mensaje final: el entendimiento y pacífica convivencia entre humanos y artefactos es posible porque la tecnocracia también tiene su costado bueno.
La Edad de Oro según los Hermanos Wachowski (o según la mentalidad del americano promedio y, por ende, de Hollywood, que incansable la alimenta): paisaje idílico, de cielos luminosos, con mucho verde, nada de papeles ni latas de gaseosas ni sucios callejones a la vista, soñados rascacielos de fondo donde, seguramente, las expensas serán bajísimas y... Matrix: Restaurada.
El progreso no tiene por qué tener un abrupto final catastrófico. La técnica y sus productos, aquellos que facilitan nuestra existencia y nos hacen tan pero tan felices, sí pueden convivir con la Naturaleza sin molestarse recíprocamente. Apocalipsis devino en Utopía y el Sr. Heidegger se revuelve (de risa) en su tumba.
Sin embargo resta una pregunta fundamental: ¿Y la Realidad? ¿Qué cosa habrá sido de la Realidad? Después de Nietzsche, la muerte de Dios y el consecuente colapso de la Modernidad, la respuesta no puede ser sino una: de la Realidad como tal ya no queda nada.
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© Guillermo García
(Crítica publicada originalmente en "Critica.cl", abril 2004)
Toshiro Kurosawa dijo:Es decir, que los diálogos van a ser poético-cursis, las actuaciones van a ser engoladas y va a estar llena de colorines y secuencias rodadas en estudio; es como cuando uno va a ver una catedral románica, es absurdo quejarse de que los pantócrator no tienen perspectiva o no cumplen con las proporciones del hombre de Vitrubio.
Sin embargo, dentro de los parámetros en que fue rodada, a mi me parece increible, un hito; está llena de personajes carismáticos, tensión sexual, violencia y bastante cinismo y desencanto.
Toshiro Kurosawa dijo:las actuaciones van a ser engoladas
Atreyub dijo:Estoy esperando que llegue el año que pertoca para el post de los Oscars... ()
Dussander dijo:Atreyub dijo:Estoy esperando que llegue el año que pertoca para el post de los Oscars... ()
Compite contra Caballero sin espada, El mago de Oz, El joven Lincoln, La diligencia, Gunda din, Adiós Mr Chips, Cumbres borrascosas, Una tarde en el circo, Dodge City, Mujeres...