16 años depués, Hollywood haría un remake llamado Human Desire, dirigida por Fritz Lang con Glenn Ford y Gloria Grahame, que demostraría una vez más como no hay nadie como los americanos para estropear un gran guión.
Eso lo dices tú, porque la realidad es otra, la versión de Lang es un genial melodrama con elementos de cine negro.
Tres raíles del tren se alejan rectilíneos hasta donde alcanza la vista; tres caminos en paralelo, su discurrir inalterable, el rumbo fijado en incontables viajes precedentes. La máquina avanza y el trayecto se vuelve confuso, tortuoso; uno de los caminos abandona y los otros continúan su viaje entre vagones de carga detenidos y viejos puentes de hierro, pero sólo por un instante, ya el tercero de los raíles regresa para unirse de nuevo a ellos y ahora avanzan juntos en una única dirección. Tres direcciones que son una sola, todas ellas con un mismo destino, todas fijadas e inalterables conducen a la misma estación. El tren implacable emite su grito y sigue avanzando mecánicamente, frío, regular, justo a su hora, como siempre. Jeff Warren regresa de la guerra al hogar siguiendo ese camino que conoce bien, dirigiendo la imparable locomotora —¿o acaso la locomotora lo dirige a él?— que se adentra en la oscuridad de un túnel.
Las primeras imágenes de Deseos Humanos reflejan a la perfección el carácter determinista e inmutable del camino que la vida ha trazado para sus personajes e introducen además de modo casi documental el terreno sobre el que éstos van a habitar; pero no sólo eso, este aspecto documental del espacio (físico, realmente) define, condiciona y se expande sobre todos los elementos ya sean formales o argumentales del film. La puesta en escena derivará de acuerdo con ello en una formulación casi mecánica, matemática y fría como una locomotora e implacable como el discurrir del tren. La abstracción formal que sustenta la recurrente idea temática en Lang del hombre en lucha contra su destino, se percibe emocionalmente desde este conciso arranque sin revelar para nada su intención simbólica o metafórica, relegada a un segundo, y realmente efectivo, plano. Además de las vías y de la locomotora, Lang nos presenta escuetamente a dos de los personajes de su historia: nuestro protagonista Jeff Warren (Glenn Ford) y Alec Simmons (Edgar Buchanan) su amigo y compañero, su reverso (como Lang nos muestra en los primeros y magistrales, por estar plenos de significación planos/contraplanos en la película). Simmons se nos aparece como la imagen de lo que Jeff podría llegar a ser de aceptar su vida tal y como se le ofrece —en forma de hogar feliz y matrimonio con una apuesta joven—. Cuando unos minutos después Jeff Warren en una lucha tan desesperada como inconsciente por tomar las riendas de su vida (por 'reconducirla') tome un desvío peligroso de la mano de Vicki Buckley (Gloria Grahame) sabemos tan bien como él que este camino también estará fijado, que le conducirá a una estación conocida y que, sin embargo, nada puede hacer él por evitar tomarlo.
Cada vez que regreso a Deseos Humanos tengo la sensación de observar fragmentos, no un conjunto; en mi memoria conviven planos (en un sentido arquitectónico) y volúmenes, de una regularidad y vacío asombrosos atravesados de haces de luz y rostros atemorizados.
Una lección magistral de cine.