Nunca en horas de clase: si Tony Manero hubiese sido mujer, pija y española …
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Nunca en horas de clase es una de esas películas que, como tantas otras, me encontré por casualidad zapeando en el televisor una madrugada de verano. Entonces, era aún un adolescente neófito, y lo que más me interesó fue el desfile de chavalitas de buen ver que aparecían en pantalla enseñando (o no) sus encantos. Sin embargo, también quedaron grabados en mi recuerdo otros dos detalles: una escena de baile colectivo en una discoteca a lo
Fiebre del sábado noche, y otra donde aparecía el recién difunto
José Luis López Vázquez, haciendo un pequeño papel de ligón de discoteca madurito.
Precisamente, tras el fallecimiento el pasado lunes del genial actor, me vino a la cabeza otra vez
Nunca en horas de clase, y empecé a investigar sobre ella. Finalmente, encontré
un estupendo artículo sobre este film en otro blog, que me sacó de toda duda que tuviese con respecto a la misma, y me animó a tratar de conseguirla para proceder un revisionado. Resultó relativamente fácil hacerse con ella, teniendo en cuenta que es una película de la que no hay noticia alguna de que se haya editado en DVD. Además, es una obra sobre la que nadie jamás escribiría estudio alguno (dudo que muchos de los que la vieron sean capaces de recordarla), ni capaz de crear a su alrededor cierto estatus de obra de culto (aunque en el artículo antes mencionado se dice que sí …).
Pero para un servidor, esta película tiene ciertos detalles que la hacen irresistible. El primero, se trata del primer film del director
José Antonio de la Loma tras el éxito de su mítica
Perros Callejeros, lo cual asegura las correspondientes dosis de ‘escándalo’ a base de mostrar situaciones digamos escabrosas. Segundo, es un film que combina el cine del destape español con un ambiente juvenil y discotequil copiado directamente de
Fiebre del sábado noche (cinta por la que servidor siente especial predilección). Y tercero (y derivado de lo anterior), el encanto de ver la España de épocas pretéritas, en este caso la de 1978, año de producción de la película. Y es que aquella época, más que otras, tiene una personalidad muy especial, y una enorme importancia histórica en lo que a nuestro país se refiere.
El argumento (es un decir) de la película viene a ser más o menos el siguiente: un trío de adolescentes pijas de Barcelona y alumnas de un elitista instituto concertado, hartas de tontear (yo diría otra palabra, pero bueno …) con los chicos de su clase, y desesperadas por conseguir un dinerillo extra con el que costearse más juergas y trapitos, deciden hacerse pasar por prostitutas de lujo para ‘ligar’ con maduritos, hacer que les paguen por adelantado, y después ingeniárselas para conservar su virginidad sin perder el dinero que les han soltado. La más guapa y espabilada del grupito (
Nadia Wintel, en su única participación en el cine junto con ‘Perros Callejeros’), además, se autoimpone la meta de seducir al director del colegio (
Carlos Ballesteros), un tipo comprensivo pero firme, viudo, canoso e irresistiblemente atractivo (según ellas, claro).
En fín, bajo semejante premisa (impensable para un film actual), se desarrolla una película de cierta carga misógina, donde asistimos al relato de cómo una mujer, al hacerse consciente de sus atributos sexuales durante la adolescencia, aprende a utilizarlos para manipular a cuantos hombres se le crucen por delante, y conseguir así sus objetivos en la vida. Vamos, como una heroína del cine de
Paul Verhoeven (director que también aportaría su personal y despiadada visión de los temas de
Fiebre del sábado noche con la película
Vivir al límite), pero con la salvedad de que los personajes femeninos del holandés son seres infinitamente más complejos y humanos que las caprichosas y consentidas zorritas de
Nunca en horas de clase. Eso sí, más guapas que Reneé Soutdjendijk o Monique Van den Ven son un rato (aquellas bellezas setenteras, ainsss …)
José Antonio de la Loma también aprovecha este argumento para incluir, de manera bastante chusca y superficial (en el mejor de los casos), ciertos elementos de cine “social”. De esta manera, se narran los primeros escarceos de los adolescentes con las drogas (aquí, únicamente porros), las diferencias de clase (a través de la casi-relación de la protagonista con un mecánico motorista y ex-presidiario), los ‘vicios’ de cierta gente adulta (uno de los ‘clientes’ de las chicas se excita el triple cuando la muchacha con la que está, interpretada por la desaparecida
Inma de Santis, le confiesa su minoría de edad y ‘doncellez’ con el objetivo de espantarle). Sin dejar de lado el necesario tono de ‘rebelde sin causa’ para caracterizar a las chicas protagonistas.
Pero al final, no resultan mas que inútiles cortinas de humo para disimular el carácter eminentemente ‘explotation’ de la película.
Intercaladas con todas estas peripecias, hay una serie de secuencias ambientadas en la discoteca, donde el director trata de aprovecharse del fenómeno disco de la época, incluyendo escenas de bailes colectivos y concursos, copiando descaradamente coreografías e incluso planos de la película que protagonizara John Travolta en 1977. Incluso las canciones que acompañan a dichas secuencias, a cargo del grupo italiano
New Trolls (rockeros progresivos reconvertidos a la música disco), fusilan sin piedad los clásicos temas que interpretasen los Bee Gees para el film original, falsetes incluidos.
Así, el tema “It’s downtown” sería el equivalente del “Night Fever” de los australianos, ‘Ha ha ha’ funcionaría como sustituto del ‘More than a woman’, mientras que ‘Good morning, people’ haría las veces de “How deep is your love’. Por no hablar de los temas mezcla de ritmos disco y música clásica que de vez en cuando también suenan. He aquí un vídeo donde podéis disfrutar de estas esplendorosas coreografías (atención a la jerga juvenil de la época):
Sin embargo, la mayor sorpresa musical del film nos la encontramos cuando la protagonista y el motorista ex-convicto acuden a una actuación (en un local supuestamente para gente de barrio) de un rockero de nombre Serafín, al que apodan ‘el rey del huevo frito’, trasunto de ¿adivináis quién …?
Por otro lado, es inútil tratar de buscarle valores artísticos a la puesta en escena del director. La discoteca está iluminada como si de un centro comercial se tratase, arruinando toda oportunidad de crear el necesario ambiente discotequero. Además, resulta enormemente cutre ver cómo las chicas hacen vida ‘golfa’ con maduritos mientras en el exterior brilla un sol digno de las 12 del mediodía. Vamos, yo si fuese el
Jose Luis López Vázquez de esta escena, estaría a esas horas o en la cama con resaca, o de vermús con los amigos en un bar:
En definitiva, una cinta auténticamente demencial, pero con cierto encanto cutre, y con ese espíritu de ‘película pasada de moda desde el momento de su estreno’ que la convierte en auténtica tierra de nadie para el cinéfilo. Por último, no me resisto a dejaros otra espeluznante imagen de
New Trolls (menudo nombre), el grupo que ameniza las sesiones disco del film, para acabar de redondear este viaje por el bizarrismo hispanopop setentero. Eso sí, todo muy social, festivo y tal.