Harkness_666
Son cuatro
Navajeros, de Eloy de la Iglesia
Primera incursión en el cine quinqui de De la Iglesia, en donde cuenta la vida del “Jaro”, uno de los delincuentes juveniles que alcanzaron gran fama a nivel popular en la España de los 70.
Más que ser un ejemplo de buen cine, yo diría que su valor reside en su autenticidad y en cómo plasma el espíritu de una época y de un momento concreto. Una especie de neorrealismo hortera y “cañí” a más no poder, para entendernos, con actores no profesionales haciendo de sí mismos (de hecho, eran delincuentes auténticos, de los cuales ninguno terminó bien) y banda sonora rumbera de extrarradio que no le va a la zaga. El mensaje está claro, aboga a favor de los marginados y de la justicia, mostrándoles como víctimas e intentando comprender su situación, de ahí el personaje de Sacristán como periodista, y ofreciendo una visión no muy positiva de la guardia civil.
Como película, cae en el sensacionalismo y a veces en lo involuntariamente paródico, con algunos recursos risibles (ese polvo tan cutremente rodado en primeros planos que da risa). Por otro lado, llama la atención los robos y atracos con acompañamiento de valses, se ve que inspirándose en “La naranja mecánica”. Lo dicho, tirando a mala, pero imprescindible como documento sociológico.
El pico, de Eloy de la Iglesia
Historia de dos jóvenes amigos pertenecientes a familias muy diferentes, que caen sin remedio en la heroína. Más cine quinqui, pero ésta vez sin centrarse en la marginalidad ni en las clases más humildes, los protagonistas son gente de clase media y la película se centra en el problema de la droga entre la juventud, siendo una consecuencia de otros problemas sociales más que un problema en sí mismo: la convulsa España del terrorismo, la moral más tradicional que se resiste a desaparecer…
Muy cruda por cómo muestra los devastadores efectos de la droga (de nuevo los actores se interpretan a sí mismos, las escenas en las que se meten son auténticas) y cómo esto repercute en la familia, adentrándose incluso en cuestiones polémicas como la homosexualidad (Quique San Francisco de gay). Lamentablemente, muchos diálogos y situaciones son risibles y de bochorno a día de hoy, y la banda sonora puede ser fácilmente la peor de la historia del cine, llegando a estropear escenas.
La conclusión es la misma, interesante crónica de la España de aquel entonces y sus problemas, que como cine es muy tosco y regulero, sobre todo por cómo los personajes parecen más bien ideas para ilustrar el mensaje que tiene en la cabeza el director.
Primera incursión en el cine quinqui de De la Iglesia, en donde cuenta la vida del “Jaro”, uno de los delincuentes juveniles que alcanzaron gran fama a nivel popular en la España de los 70.
Más que ser un ejemplo de buen cine, yo diría que su valor reside en su autenticidad y en cómo plasma el espíritu de una época y de un momento concreto. Una especie de neorrealismo hortera y “cañí” a más no poder, para entendernos, con actores no profesionales haciendo de sí mismos (de hecho, eran delincuentes auténticos, de los cuales ninguno terminó bien) y banda sonora rumbera de extrarradio que no le va a la zaga. El mensaje está claro, aboga a favor de los marginados y de la justicia, mostrándoles como víctimas e intentando comprender su situación, de ahí el personaje de Sacristán como periodista, y ofreciendo una visión no muy positiva de la guardia civil.
Como película, cae en el sensacionalismo y a veces en lo involuntariamente paródico, con algunos recursos risibles (ese polvo tan cutremente rodado en primeros planos que da risa). Por otro lado, llama la atención los robos y atracos con acompañamiento de valses, se ve que inspirándose en “La naranja mecánica”. Lo dicho, tirando a mala, pero imprescindible como documento sociológico.
El pico, de Eloy de la Iglesia
Historia de dos jóvenes amigos pertenecientes a familias muy diferentes, que caen sin remedio en la heroína. Más cine quinqui, pero ésta vez sin centrarse en la marginalidad ni en las clases más humildes, los protagonistas son gente de clase media y la película se centra en el problema de la droga entre la juventud, siendo una consecuencia de otros problemas sociales más que un problema en sí mismo: la convulsa España del terrorismo, la moral más tradicional que se resiste a desaparecer…
Muy cruda por cómo muestra los devastadores efectos de la droga (de nuevo los actores se interpretan a sí mismos, las escenas en las que se meten son auténticas) y cómo esto repercute en la familia, adentrándose incluso en cuestiones polémicas como la homosexualidad (Quique San Francisco de gay). Lamentablemente, muchos diálogos y situaciones son risibles y de bochorno a día de hoy, y la banda sonora puede ser fácilmente la peor de la historia del cine, llegando a estropear escenas.
La conclusión es la misma, interesante crónica de la España de aquel entonces y sus problemas, que como cine es muy tosco y regulero, sobre todo por cómo los personajes parecen más bien ideas para ilustrar el mensaje que tiene en la cabeza el director.