Respuesta: Peter Jackson - El post oficial
(Id, 2005)
De todos es sabido que a Peter Jackson (el director), la película que le hizo ser director de cine fue King Kong. Ya en sus años mozos provó con técnicas rudimentarias que aunque no llegaron a tomar forma daban pie hasta donde llegaba la fascinación, aprecio e interés por la historia del gran simio. Pues bien, e aquí la prueba feaciente de todo el amor que procesa hacia el clásico de 1933.
Una historia de 3 horas de duración donde "La bella y la bestia" toma forma para dar pie a una colección de géneros (acción y aventura épica, romance, terror y drama) concibiendo una película magnífica, donde Jackson ofrece lo que el espectador quiere y ofrece una nueva versión del mítico gorila, esta vez desde la perspectiva de tratar al simio como lo que es (un animal) y no un monstruo sin sentimientos. Ahí es donde radica una de las virtudes y aciertos de la película: ver a King Kong como un ser vivo, alguien que sufre y que protege a la damisela en apuros y reflejando un amor no posible pero tangible desde todos los aspectos posibles.
Una película divida en 3 partes bien diferenciadas donde la primera nos detalla, sin ápice de fantasia (pero con ritmo pausado pero certero), el viaje hacia lo desconocido, tomándose su tiempo (una hora de reloj) para presentarnos a todos los personajes implícitos y meternos en situación para aventurarnos en la gran historia. Y de todos los actores los que mejor representan y plasman su respectivo rol son un Jack Black en estado de gracia como ese director sin escrúpulos, mentiroso, ambicioso y que no dudará en engañar y mover los hilos a su antojo para conseguir lo que se propone (con cierta referencia visual a un joven Orson Welles) y una Naomi Watts acertada (aparte de resumir y representar la belleza de una época) dotando a su personaje un estado de fragilidad y a la vez compenetración con su captor.
Pero una vez nos adentramos en el meollo de la cuestión Jackson recurre a los mejores efectos visuales, especiales, maquetas, CGI y todo lo que cualquier director adicto a los grandes espectáculos pueda imaginar para llevarnos a una colección de escenas repletas de acción sin igual y que cortan la respiración. Ya desde la llegada a Skull Island (con esas rocas representando la amenaza - un truco visual acertado) - un aplauso por la creación de un lugar tan imaginativo captando la esencia del lugar dedicado a la mejor de las aventuras - y el encuentro con esa tribu ancestral (miedo en estado puro... ¡Torekong!) y encontrarnos con el gran simio (en regla general, otro acierto más para el equipo) nos encontramos con secuencias magistrales como esa persecucción (videojuegil) de los dinosaurios - con ciertas licencias para algunos personajes - o las 2 mejores escenas de toda la película (y por ende de la década pasada):
- La pelea entre Kong y los Rex. Conjunción extraordinaria de concepto espectáculo - credibilidad. Una dosis letal de acción adrenalítica donde los CGI están al servicio de la escena y dotan al momento de una aventura apasionante, donde las criaturas son reales y actuan como tales. Y si encima le añadimos una tensión conseguida y verdaderamente lograda estamos ante, quizás, la clave de porqué esta escena funciona como un reloj suizo aún a día de hoy.
- El fondo del abismo. Como ya se podía intuir en Ella Laraña en El retorno del rey Jackson tenía un don para representar el mundo de los insectos y aquí va un paso más allá dotando de credibilidad absoluta, haciendo tangible todo lo que vemos en pantalla con un asombro inaudito. Ver como Brody, Serkis o Black están siendo atacados (literalmente) por ese enjambre de bichos, haciéndonos sufrir y sintiendo un asco repugnante. Es imposible describir la sensación que produce esta perfecta escena, que no da un respiro al espectador y que demuestra, bajo mi punto de vista, la perfección de la simbiosis de las técnicas actuales dedicadas a dar vida y forma a la inventiva del director.
Es una colección de escenas que la siguiente es mejor que la anterior y que expone tal caudal de sensaciones, emociones, acción e inventiva que es imposible disfrutarlas de una sentada sin dejarse cosas en el tintero de la memoria (de ahí que esta película se disfruta y paladea con cada nuevo revisionado). Pero lo mejor siempre está por llegar y es en el tercer acto donde se encuentra el viaje final: la épica tomando forma. Antes de llegar al Nueva York de los 30 hemos podido presenciar el sacrificio de la cordura en pos de la ambición egoista y desmesurada traducido en un ataque feroz a una relación y protección por parte de Kong hacia su protegida (el momento en el que Black lanza la botella de cloroformo a Kong, ese preciso instante, destila cinematografía en estado puro mientras vemos como las manos de Anne y el simio no logrna tocarse).
La imagen icónica de la versión de 1933, ese Kong monstruoso, en lo alto del Empire State, luchando con los aviones, vuelve a tener su mítica, sólo que esta vez aderezada de profundida escénica y repleta de emotividad sentimental. La paleta de colores pastel, dotando a la escena, de cuento idílico casi de hadas, aderezándolo todo de un glamour Hollywoodiense pocas veces conseguido, hace presagiar que Jackson era el director adecuado para tal magna historia y no perecer (cinematográficamente) en el intento. La creación del N.Y. de aquellos tiempos, tan real, tan tangible, tan preciso y sobre todo tan creíble no es moco de pavo y la interacción del simio en la arquitectura moderna es de quitarse el sombrero. Cada detalle no está colocado de forma baladí y sobre todo demuestra, una vez más, que la tecnología actual está al servicio de una película que rezuma pasión, deboción y saber hacer.
King Kong (versión actual) rompe con la maldición de que los remakes son innecesarios. En este caso los excesos son acertados y adecuados. Encima conseguimos una criatura creíble se mire donde se mire y hace que sintamos algo por un ser repleto de emociones, que transmite como pocas criaturas infográficas y que su "humanidad" traspasa las fronteras de lo convencional. Jackson crea una auténtica obra maestra de los últimos tiempos y ofrece espectáculo, cine y maestría a partes iguales. Un título imprescindible y que el tiempo, por suerte, la ha tratado bien y que mejora con los años.
Una fotografía de ensueño (excelente la iluminación, la plasmación de la naturaleza viva y llena de color frente a la opacidad tenue de las edificaciones), una BSO de lujo que da forma a cada una de las secuencias haciéndolas únicas, una puesta en escena vibrante, con un diseño de producción realmente magnífico (no le veo fisura alguna, donde cada detalla, hasta el más mínimo, es de una demostración y una calidad insuperable) junto con una mano ferrea en el trabajo de dirección que dotan a cada momento de un sentido único y una admiración total por los generos clásicos de antaño donde la aventura y la acción estaban al servicio de un bien común.
Gracias, Jackson.