"Los ordenadores no crean la animación por ordenador, de la misma manera que un lápiz no crea la animación a lápiz. El que crea la animación por ordenador es el artista”, afirma John Lasseter, director creativo de
Pixar Animation Studios, factoría habitada por múltiples talentos que a lo largo de sus 25 años de historia ha provocado una auténtica revolución en el cine de animación, transformando la mirada del espectador, a través de títulos tan memorables como “Toy Story”, “Bichos”, “Monstruos S.A”, “Ratatouille” o “Up”, acaso su obra maestra. Pero, ojo, la animación digital no consiste simplemente en apretar un botón. Todo comienza con un papel y un lápiz, y detrás de cada película hay centenares de artistas y artesanos que emplean técnicas tradicionales y a veces viajan por el mundo en busca de inspiración para sus paisajes, hasta que los personajes comienzan a cobrar vida en el mundo digital. De eso trata “Pixar 25 años de animación”, la exposición que desde hoy hasta el 3 de mayo puede visitarse en
CaixaForum Barcelona.
La muestra es una continuación de la que en el 2005 se presentó en el MoMA de Nueva York y que desde entonces no ha dejado de viajar por el mundo –con anterioridad ha recalado en CaixaForum Madrid y CaixaForum Zaragoza-, sumando más de tres millones de visitantes. Vale la pena advertir de entrada que el proceso creativo es mucho menos atractivo que el resultado final (las películas), por lo que seguramente defraudará a quienes esperen encontrar la excitante magia de Pixar aplicada a la propia exposición (más didáctica que espectacular), pero sin duda hará las delicias de quienes se quieran adentrar en ese fascinante viaje que va de la idea a la gran pantalla o sientan curiosidad por ver cómo se fueron transformando sus personajes favoritos antes de dar sus primeros pasos.
“Pixar 25 años de animación” se sustenta en 400 piezas, principalmente bocetos, dibujos y moldes de sus personajes, además de vídeos en los que cada departamento explica su labor en el proceso. ”Lo que me entra en el corazón, el alma y el cerebro es la narración y el contenido emocional, y eso lo que al final baja por el brazo y sale por la mano para terminar en el papel”, dice Ralph Egleston, diseñador de producción de “Los increibles”. Y acaso sea esta frase la que mejor resume el espíritu que rrecorre toda la muestra y que ayuda a entender por qué el nivel de disfrute de los dibujos animados acaba siendo comparable al que provoca la mejor ficción. Maren Jones, una de sus comisarias, lo rsume en tres puntos. Persnaje, mundo e historia. “El personaje es el vehículo de la historia, está cargado de anhelos, ideas pasiones, deben conseguir implicar al espectador…, pero necesita un mundo imaginario pero creíble y, por supuesto, una trama, una buena historia”.
La exposición pasea por sus 12 primeras películas -llega hasta Cars 2-, deteniéndose en detalles como los múltiples acuarios por los que pasearon los dibujantes de “Nemo”, los platos que el chef Thomas Keller tuvo que coninar antes de empezar Ratatouille o las 70 versiones de Kevin el ave alocada de Up. Quienes busquen emociones más fuertes no duden en adentrarse en la habitación oscura donde está el zoótropo (un invento del siglo XIX que demostraba los principios básicos de la animación antes de la invención del cine) resucitando los personajes de “Toy story” o esa otra bautizada Artscape en la que se puede visualizar –una maravilla- el paso del dibujo a la película terminada y, sobre todo, ponerse en la piel de sus creadores.
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