Casi nadie por aquí lo conocerá, pero ha muerto Don Pedro Sorela, periodista y escritor, profesor de Redacción Periodística en la Facultad de Ciencias de la Información en la Complutense.
Muere el escritor y periodista Pedro Sorela
Pedro Sorela, la exigencia del estilo | Cultura | EL PAÍS
O lo odiabas o lo amabas como profesor, pero si incluso lo odiabas terminabas amándole. Cuento los dedos de una mano los profesores de los que saqué grandes cosas en mi licenciatura, Sorela sin duda ocupa un lugar especial. Era un gruñón, un profesor duro e inflexible, que te acojonaba. Era una tortura salir a leer tus ejercicios... Esa era su clase, no tenía temario. Un alumno subía, y leía sus deberes de esa semana como escribir un relato con forma de tortilla... Mientras leías, tus compañeros levantaban la mano para corregirte o comentar algo sobre tu texto. Después, él te corregía o te daba un correctivo a tí, o al compañero si no hubiera estado muy acertado. Lo mejor era cuando divagaba. Cuando dejaba de lado la clase, y reflexionaba en voz alta, nos hablaba de la vida, de mirar además de ver, de su experiencia, de sus quejas sobre el sistema y de los goles que nos estaban metiendo a las nuevas generaciones. Probablemente sea el hombre del que más he aprendido, y cuando intento escribir bien, y rehacer un texto después de haberme visto escribiendo como un viejo con un montón de frases hechas... pensaba en él. Un hombre sabio que un nadie como yo siempre recordará.
P.D. Era curioso, él no tenía temario. Sus exámenes eran preguntas sobre libros que te había mandado leer. Primer cuatrimestre a escoger, Los Miserables o Guerra y Paz. No tenía temario. Corregía tus ejercicios, observaba tu cuaderno si tenías todo hecho y autocorregido y te ponía notas para después aprobarte si tenías TODO HECHO y al menos habías subido un par de veces a leer. Te podía pillar y nos pillaba. Le tuve en primer curso, y... en su clase aprendí más periodismo que en el resto de la carrera. En una clase divagativa suya aprendía más filosofía que la que jamás me han enseñado. Aunque nos odie por ahora decirlo, qué grande era.