Dani J.
Miembro habitual
Respuesta: RAY HARRYHAUSEN, el Maestro de las Criaturas
Jasón y los Argonautas (Jason and the Argonauts, Don Chaffey, 1963): Cima del cine de aventuras y obra cumbre de la Historia del Cine en cuanto al campo de los efectos especiales se refiere. Además se trata de uno de los mejores trabajos del gran Ray Harryhausen, verdadera alma del film (suya es la idea, actuando además de productor asociado), en el cual se adapta la leyenda mitológica de Jasón, verdadero rey de Tesalia, en su peligroso y tortuoso viaje a la Cólquida en busca del vellocino de oro. Es en los obstáculos de Jasón y el grupo de valientes que le acompaña donde encontramos la verdadera finalidad a la hora de afrontar el visionado de la película, que no es otra que ver en movimiento las creaciones del maestro.
Dicen, aspecto que mayormente comparto, que quizás sea esta su mejor película. Efectivamente, es su obra maestra, y lo creo no solo por contener set pieces y creaciones maravillosas, si no por alcanzar casi la perfección en la integración entre fondos, actores y criaturas, además de tener en cuenta su condición referencial al cine que vendrá después, algo que también, por otra parte, debiera trasladarse a todo el cine de Harryhausen a un nivel más general. Sirva de ejemplo la cimática secuencia de los Hijos de la Hidra y la increíble integración de todos los elementos, pero también la aparición de Talos y su juego con las escalas y los encuadres (me fascina el plano contrapicado de Hércules mirando al coloso aun reposando sobre su base bajo las tenebrosas notas de un Herrmann en estado de gracia), la secuencia de las Arpías o la épica secuencia de Tritón y el juego que se hace con las maquetas y las retroproyecciones… Además, a nivel técnico cumple decentemente, con un Don Chaffey tras la cámara que se limita a cumplir en la dirección, un tanto plana pero correcta, pura transición entre set piece y set piece de Harryhausen; un ritmo narrativo bien dosificado o una partitura magistral de Bernard Herrmann que dan una fuerza extra a la imaginería del maestro, complementando y potenciando como pocas la narración. Claro está que para disfrutar de todo esto hay que pagar (gustosamente) un peaje y no es otro que el de un guión que, si bien resulta funcional, en ocasiones se hunde por completo en el lodazal y en la concesión a la platea como lo es la forzadísima y poco lógica historia de amor entre Jasón y Medea (a nivel narrativo, donde la supuesta evolución no resulta nada creíble), o algunas actuaciones ciertamente deplorables, siendo el máximo exponente de esta tara la pésima interpretación de Nancy Kovack como la propia Medea. Algo que por otra parte, funcionando el resto de elementos a la perfección, como ya sabemos, siempre resulta secundario en una película de Harryhausen...
Mitología griega y toda la riqueza mítica del Mediterráneo (algo que en parte se consigue, no sé si intencionadamente, por el gusto en la elección de las localizaciones) aunadas en un producto rebosante de artesanía, cariño, dedicación y pasión por los cuatro costados en la que solo cabe rendir tributo, alabar y reconocer su puesto de honor en el Olimpo de la Historia del Cine… Y lamentarse también por ver como cierto espíritu de ese cine se fue, quizás para siempre.
Jasón y los Argonautas (Jason and the Argonauts, Don Chaffey, 1963): Cima del cine de aventuras y obra cumbre de la Historia del Cine en cuanto al campo de los efectos especiales se refiere. Además se trata de uno de los mejores trabajos del gran Ray Harryhausen, verdadera alma del film (suya es la idea, actuando además de productor asociado), en el cual se adapta la leyenda mitológica de Jasón, verdadero rey de Tesalia, en su peligroso y tortuoso viaje a la Cólquida en busca del vellocino de oro. Es en los obstáculos de Jasón y el grupo de valientes que le acompaña donde encontramos la verdadera finalidad a la hora de afrontar el visionado de la película, que no es otra que ver en movimiento las creaciones del maestro.
Dicen, aspecto que mayormente comparto, que quizás sea esta su mejor película. Efectivamente, es su obra maestra, y lo creo no solo por contener set pieces y creaciones maravillosas, si no por alcanzar casi la perfección en la integración entre fondos, actores y criaturas, además de tener en cuenta su condición referencial al cine que vendrá después, algo que también, por otra parte, debiera trasladarse a todo el cine de Harryhausen a un nivel más general. Sirva de ejemplo la cimática secuencia de los Hijos de la Hidra y la increíble integración de todos los elementos, pero también la aparición de Talos y su juego con las escalas y los encuadres (me fascina el plano contrapicado de Hércules mirando al coloso aun reposando sobre su base bajo las tenebrosas notas de un Herrmann en estado de gracia), la secuencia de las Arpías o la épica secuencia de Tritón y el juego que se hace con las maquetas y las retroproyecciones… Además, a nivel técnico cumple decentemente, con un Don Chaffey tras la cámara que se limita a cumplir en la dirección, un tanto plana pero correcta, pura transición entre set piece y set piece de Harryhausen; un ritmo narrativo bien dosificado o una partitura magistral de Bernard Herrmann que dan una fuerza extra a la imaginería del maestro, complementando y potenciando como pocas la narración. Claro está que para disfrutar de todo esto hay que pagar (gustosamente) un peaje y no es otro que el de un guión que, si bien resulta funcional, en ocasiones se hunde por completo en el lodazal y en la concesión a la platea como lo es la forzadísima y poco lógica historia de amor entre Jasón y Medea (a nivel narrativo, donde la supuesta evolución no resulta nada creíble), o algunas actuaciones ciertamente deplorables, siendo el máximo exponente de esta tara la pésima interpretación de Nancy Kovack como la propia Medea. Algo que por otra parte, funcionando el resto de elementos a la perfección, como ya sabemos, siempre resulta secundario en una película de Harryhausen...
Mitología griega y toda la riqueza mítica del Mediterráneo (algo que en parte se consigue, no sé si intencionadamente, por el gusto en la elección de las localizaciones) aunadas en un producto rebosante de artesanía, cariño, dedicación y pasión por los cuatro costados en la que solo cabe rendir tributo, alabar y reconocer su puesto de honor en el Olimpo de la Historia del Cine… Y lamentarse también por ver como cierto espíritu de ese cine se fue, quizás para siempre.