No está previsto que Pep Guardiola protagonice ninguna rueda de prensa durante el presente de mes de julio, lo que garantiza el vacío más absoluto en el Barça y confirma lo que durante el último curso se aventuró: el club anda huérfano de ideas innovadoras y sufre una dependencia absoluta de su entrenador, el único capaz de señalar con clarividencia el rumbo a seguir. Durante más de un centenar de ruedas de prensa, Guardiola construyó un discurso completo y conexo, con el que indicó el norte a una entidad que venía de sufrir un cataclismo institucional. Fuese para tomar decisiones menores del vestuario o mayores del equipo, para insuflar autoestima a una afición históricamente victimista, para reclamar respeto hacia los rivales o exigencia máxima a sus jugadores, Guardiola desgranó en la última temporada un gigantesco argumentario de ideas poderosas, anclas sobre las que el club estabilizó su posición. En los buenos resultados, pero también en los malos, Pep indicó el rumbo y todos a una los barcelonistas siguieron al flautista: en el césped, la grada e incluso desde el palco.
Se fue Pep de vacaciones y el Barça de la triple corona se quedó sin argumentos. No me refiero a la ausencia de fichajes, pues para eso aún hay mucho tiempo y recursos necesarios con los que Txiki podrá cumplir las peticiones del técnico. Me refiero a la orfandad argumental del club, que ante el empuje mediático de su máximo rival se ha limitado a airear aspavientos de barra de bar, sea recordando el origen del pelotazo blanco (Laporta), contando las camisetas que tendrá que vender (Sala i Martín) o deseándole lo peor a los fichajes merengues (Oranich). El argumentario del Barça es hoy demasiado débil y las bravatas directivas lo degradan más. Todo el discurso y la dirección del club reposa en manos de Pep, mientras algunos de sus ejecutivos y directivos sólo parecen pretender asegurarse la continuidad y forzar una cierta corriente ideológica que hace ganar algunos adeptos en Catalunya y perderlos en el resto del mundo.
El nuevo mensaje culé tras el triplete triunfal tendrá que esperar al regreso de Guardiola. Será entonces cuando el auténtico líder del club señale el rumbo del futuro de una entidad que en lo deportivo está en la cumbre, pero en lo directivo ha quedado reducido a unos cuantos tópicos. Y eso no es culpa de Florentino.