tonirocker
Miembro habitual
Yo tampoco amaba mucho a William, hizo mucho bodrio, sobretodo comedias deleznables, ahora bien tiene 4,5 películas grandiosas , mira en esa de Insomnio estaba muy bien.
pues digo lo mismo, a mi esta película me parece mejor y también me dice mas que Barry Lyndon, son parecidas y como dices la de Kubrick es técnicamente magistral pero me deja frioSiempre es un placer volver a disfrutar de Los Duelistas... fibrosa crónica, en clave minimalista, del largo y tumultuoso final de ese peculiar imperialismo europeísta hijo bastardo de la Revolución Francesa.
Dionisio frente a Apolo; cambio de ciclo (una vez más) representado aquí por la eterna rivalidad (alguien habla de la reencarnación de ambos) entre dos oficiales del ejército napoleónico que se ven arrastrados irremediablemente por la espiral de violencia que se desata a su alrededor. Uno la abraza con fuerza y deleite; el otro con resignación. El irracionalismo del "¡Viva la muerte!" frente a la lógica racionalista burguesa; una nueva era apolínea se abre paso (aunque sólo aguantará hasta el cambio de siglo).
Más allá de los planos pictóricos, la soberbia música o las excelentes interpretaciones de los dos protagonistas, se me ocurre (en esta ocasión) destacar:
- La escena del duelo a caballo, con sus trazos casi impresionistas: montaje de ritmo progresivamente acelerado (como los latidos y el pensamiento del personaje) ante la inminente carnicería, intercalando la imagen de ese D'Hubert acojonado y tembloroso, con los recuerdos (en forma de rápidos flashbacks) de sus encuentros previos con Feraud (cada uno es una estocada, el sonoro mordisco de un perro salvaje) que irrumpen de forma brutal en el presente silenciando esporádica, incómoda y significativamente la ambientación musical. Prosigue con la carga, desenlace a favor y momento casi cómico de alivio, alegría y celebración (que remata la algarabía reinante) saltando por encima del carro de los paisanos y perdiéndose en la distancia ("Ahí te quedas", parece decir también el score). Toda la escena podría ser perfectamente un spot publicitario.
- Un momento especialmente bello y evocador cuando, antes del último duelo, D'Hubert se sienta solo en el suelo (en contacto con la tierra) para desayunar las mandarinas que le ha regalado su suegro (otro bonito simbolismo); es como si, junto a ellas, también degustara el paisaje, el sonido de los pájaros, la naturaleza, la vida (en suma), como nunca antes lo había hecho (pensando que ésa puede ser la última vez). Un breve momento de paz, quietud y aceptación antes de la impredecible tempestad que se avecina. Uno de esos extraños instantes poéticos que tanto se echan de menos en la mayor parte de la filmografía posterior del director británico (el de Gladiator, con el pájaro levantando el vuelo ante la agradecida mirada de Máximo, es muy similar en concepto... y una de las pocas cosas rescatables de la cinta que volvió a poner de moda el cine de sandalias).
En fin... Magnífico debut, que contaba con la ventaja de un excelente material de partida, y que siempre me ha gustado más que Barry Lyndon (excelencias formales aparte, no me emociona ni me interesa nada de la vida del personaje que encarna Ryan O' Neal).
No caigamos en tópicos. La carrera de Ridley está muy por encima de la media.