Shock Corridor (1963). Aquí sí que creo que estamos no sólo ante la gran obra maestra y la mejor película de Fuller sino ante una de las mejores obras del cine americano de los 60 porque, además, ya es puente total (aunque en cierta medida todo Fuller lo es) a esa revolución cinéfila que supuso el nuevo Hollywood. Si sus obsesiones siempre han sido el periodismo, la guerra y una idea de los Estados Unidos como tierra de integración, aquí las vuelca todas como si no hubiera mañana, en el culmen artístico de su carrera y con el pesimismo del autor maduro que sabe que su ideal no se va ni a acercar a cumplirse.
La película, con un look totalmente absorbente desde el minuto 0 a caballo entre el noir y la Twlight Zone, claramente discurre a 2 niveles, el más superficial y que sigue la trama, una original entrada en un manicomio para resolver un crimen, aquí el texto tiene una simplificación casi de serie b o, ahora ya en la época actual, de videojuego, testigo 1 lleva a pista 1, testigo 2 pista 2, testigo 3 pista 3 y asesino, una simplificación que ayuda en 2 cosas a Fuller, la primera es a hablar de (sus) grandes temas a través de una película de género (igual que en White Dog, por ejemplo, o como lo hace Tarantino en sus últimas, de hecho, The Hateful Eight tiene mucho en común con esta) sin que la trama despiste demasiado, y la otra, probablemente relacionada, es el tono que ayuda a desdramatizar la película y a hacerla mucho más entretenida, hay que tener en cuenta que los temas de denuncia social y el pesimismo que desborda esta película serían muy difíciles de equilibrar en un dramón. El otro nivel de la película, evidentemente, es el subtexto, no es que Fuller nos pinte su país como un manicomio, es mucho peor, es que manifiesta la locura como única respuesta posible para los que se arriesgan a mejorar el país, que se topan con unas estructuras de poder enquistadas, maquiavélicas y otros males como el racismo y el odio en una sociedad que ya lo lleva insertado ancestralmente. Incluso la resolución del crimen se obtiene a hostia limpia y desde la locura. Al principio, su novia le dice "no puedes ser normal?", ahí está el quid de la cuestión, no hay opción a destacar sin quedar corrompido por el poder o enajenado ante los obstáculos y la falta de valores.
A nivel formal, como he comentado, ya es muy moderna, con una narración onírica y unos insertos en color (de otras películas suyas) que le dan una textura heterogénea tan propia de la revolución cinematográfica que se daba en Europa.
White Dog (1982). Bastante emparentada con la anterior tanto en su denuncia social a través del cine de género como en el pesimismo que queda después de su visionado, el tema elegido es genial para ni siquiera tener que forzar los 2 niveles de interpretación de Shock Corridor, aquí está todo tan integrado de manera tan natural con la tolerancia, el tema racial, el germen del mal en la educación, las segundas oportunidades, etc, que Fuller, acertadamente, se limita rodar con pulso el thriller, con momentos de una tensión insoportable, con otros de una violencia descarnada e incluso con un grupo hawsiano que gestiona el marronazo. A nivel formal, a destacar por encima de todo al perro en todas sus facetas, tanto su elección, su utilización en rodaje (las 2 caras que consiguen sacar del perro son memorables) pero, sobre todo, el maravilloso montaje que da una verosimilitud a toda su actuación inmejorable, con unos cortes perfectos. Respecto al hecho de que sea el protagonista, la verdad es que convierte todo el subtexto de la película en algo mucho más orgánico, imaginar una persona en ese rol no haría más que parecer manipulador y moralizante, en cambio el perro tiene toda la inocencia imaginable y, de ahí, sale algo completamente antimaníqueo. El sobrecogedor momento de la aparición del amo es oro puro. La única nota negativa es una fotografía planota y no aprovechar a Morricone al 100%.
Invasión en Birmania (Merrill's Marauders, 1962). Ésta es todo lo contrario que la anterior, rodada y fotografiada como los ángeles, con un scope y unas localizaciones maravillosas, casi podría pasar por un David Lean, siempre, claro, con la fisicidad fulleriana por bandera, pero no consigue Fuller sortear del todo una épica algo forzada y que tan bien había evitado en su díptico de Corea, quizás influya bastante el regusto de los créditos explicativos finales, pero también que blanquea en exceso, a través de la empatía que genera su amistad con el teniente, una actitud casi psicópata de un general que toma unas decisiones demasiado cuestionables, un "todo por la patria" excesivo que sorteaba con suma elegancia en las otras 2. Todas sus demás virtudes están ahí intactas, la dinámica de grupo, las normas de la guerra, no demonizar al enemigo, el factor humano y, aunque con escasos medios conseguía milagros en las de Corea, aquí la fisicidad todavía es más palpable, sin abandonar para nada el factor psicológico, es una bélica de aventuras modélica en la que la supervivencia y el extremo cansancio son protagonistas, y es dónde choca con el guion o con la intención final de los productores, Fuller describe antiépica y el guion pide héroes sobrehumanos al final. Con todo es una notable película y un placer visual continuo.