SPOILERS A ESCOPETAZOS!!!
Marciana y enigmática película que viene a hablarnos de algo realmente clásico y muy terrestre: la percepción de la belleza.
Un ejercicio extremo de meticulosidad y sobriedad que tampoco se prohíbe situaciones insólitas o crueles. La vi hace ya unos días y me resulta muy difícil olvidar ciertas secuencias:
En un espacio vaciado, donde prácticamente no podemos ver ni una estrella, donde todo es negro excepto por cegadoras luces, una voz femenina intenta pronunciar palabras humanas. Un ojo parece ser moldeado. Suena un tema musical llamado
Creation. ¿Se ve algo en ese ojo? Pura oquedad.
Ya en la tierra, un señor subido a una motocicleta recorre las nocturnas calles de Escocia. Se detiene. Busca algo. Algo que le lleva a desaparecer en la oscuridad. Vuelve con una mujer aparentemente muerta sobre el hombro.
Cuando la mujer es desnudada por Scarlett, comprendemos que no está muerta. Suelta una lágrima y permanece inmóvil. Bien podría ser, como muchos han señalado en Internet, la extraterrestre que ahora Scarlett está reemplazando por haber permitido que la emoción infectara su naturaleza. El inicio de un círculo que la protagonista también recorrerá. Un presagio.
Scarlett se viste y maquilla como las terrícolas suelen hacerlo. Comienza a buscar hombres. Los consigue. Los lleva a una habitación que curiosamente parece aquél vacío de donde proviene. Negro. Ahora sin luces. La música se vuelve espeluznante funcionando como verdadera guía y forma de expresión. Estamos viendo una casería y Scarlett es la depredadora que comienza a desnudarse. La sangre de la victima abandona el cerebro. Inicia el seguimiento de esa figura de ensueño hasta ser tragado por una especie de líquido. Desaparece.
Momento prodigioso donde la sensualidad se licua con el terror. La evolución del personaje se hace evidente cuando recoge a un deforme por la calle. El único que al estar en ese cuarto oscuro, duda, teme y desconfía más allá de estar pendiente de culos y tetas. Pequeña señal de inteligencia y humanidad que, por ende, hace consciente al Alien. Lo deja escapar como a la mosca atrapada en su habitación. Comprende que ella también puede sentir. Pero ninguna de sus acciones (temer, comer, perdonar, copular, sobrecogerse, divertirse, involucrarse) parece darle resultados satisfactorios. No es su lenguaje. No es su gente. No es su planeta. No son sus emociones.
La tremebunda escena del lago con el bebé… Sin palabras. Parece filmada por el mejor Von Trier.
O esos últimos momentos de la película que entran directamente en lo retorcido y revelador. Pues con la misma superficialidad con la que muchos admiran la belleza, un bombero o guardabosques (lo que sea), intenta violarla. La oportunidad es perfecta y esa hermosura es algo que debe poseer. Cuando cae su piel y ve lo que realmente hay
debajo, la respuesta del infractor es quemarla viva, idéntico al rechazo y odio generalizado que el deforme sufría. Ahora ella es la presa. Presa que, igual que la hormiga que vemos al principio en primer plano, es enormemente frágil más allá de su intimidante imagen.
La película funciona como una pura y destructiva bola de demolición. Te golpea. Te aplasta y finaliza. Entonces empiezas a reconstruir. Pero no saber (o no entender, qué importa) la convierte en algo parecido a un germen implacable que empieza a devorarte. No puedes detener la podredumbre. No puedes reconstruir porque la incertidumbre sigue consumiéndote. No puedes olvidarla.
Yo no.
El experimento de Glazer ha funcionado conmigo.