Vuelvo de mi retiro -espero que temporal- para comentar esta película, que considero humildemente una de las cotas más altas de la filmografía de Scorsese, lo cual es decir bastante.
Después de merodear durante décadas entre los aledaños de la redención y la culpa, Scorsese decide afrontar de forma directa y sin contemplaciones un asunto espiritual que da la sensación lleva atormentándole desde que era un chaval. Cuando aspiraba a la santidad y la pureza, mientras con el rabillo del ojo se dejaba deslumbrar por el cromado de los coches caros, la seda italiana y la pólvora. Es por eso que la religiosidad scorsesiana adopta un aspecto mundano y visceral, muy alejada de postulados etéreos o de trascendencia invisible. Toda su espiritualidad parte del ser humano, a base de lucha, sufrimiento, violencia y culpa. Todo empieza y termina en el interior humano, único agente religioso posible, por lo que lo divino es un asunto de cada persona consigo misma, algo personal e intransferible. El corpus doctrinal de amor y respeto a los demás, etc. es un asunto ético elaborado por los hombres y que nada tiene que ver con lo trascendente, aunque cada religión (resulta un asunto intercambiable en cada una) asegure que es dios mismo quien lo ha ordenado.
El triunfo del cristianismo es el de ofrecer una alternativa a lo desolador de la experiencia en la tierra entre los más desfavorecidos. Una segunda vida, más allá de la muerte en la que seremos felices y comeremos perdices. Es lógico que se transmita como una epidemia entre los oprimidos, que en el caso de las sociedades pre-industriales son la mayoría. Y es a partir de aquí donde sí creo que la película de Scorsese nos habla de las posibilidades de la fe. La fe como esperanza, quizá lo único que muchas personas tienen. Toda la primera parte entre los campesinos, asistimos a la importancia de poseer dicha fe. El recibimiento a los padres, la veneración con que se los trata y su importancia, dan muestra de la necesidad espiritual que el ser humano tiene. Una de las cuestiones consustancial al humano como poseedor de un pensamiento abstracto, y desconocedor de prácticamente todo lo que resulta de importancia cósmica, es la necesidad de creer en algo, aunque sea en el más absoluto de los nihilismos. Y Scorsese plasma de forma brillante la respuesta a esa necesidad. Pero también las primeras dudas que asolan a los propios religiosos cuando -precisamente- se sientes fortalecidos con esa fe; cuando piensan que aquel al que consideran su propio padre espiritual ha podido abandonarla, no lo entienden; Ferreira en ausencia les provoca un profundo malestar.
Estoy muy de acuerdo también en lo que ha comentado Max, acerca de que los japoneses perciben como una amenaza política la injerencia de las potencias europeas a través del cristianismo. Un sistema feudal se basa en la explotación de los siervos y campesinos, que trabajan para sustentar a las clases dirigentes. La desactivación de este pensamiento hace tambalearse la idea del propio sistema. El cristianismo y la idea de una vida mejor, hace que se pierda el miedo a la muerte. Si la coacción es lo que permite mantener un sistema feudal, el cristianismo es una potencia que puede acabar con él. Es por eso que los padres resultan de gran interés a las autoridades japonesas. Los campesinos dan igual, pueden desaparecer a cientos, porque además y como demuestra la película, muchos han abrazado el cristianismo solo en su sentido escatológico, de salvación y puerta hacia un mundo mejor, en absoluto en su sentido doctrinal y mistérico. Son los padres a los que hay que reprogramar como sea. Pero no acabando con ellos, ya que eso sólo empeora el problema. Lo que necesitan es verles apostatar. Negar aquello que predican. Y aquí es muy interesante el tratamiento de ambos jesuitas, y otra de las claves de la película.
Mientras que Adam Driver es un exponente de la fe ciega, insensible al sufrimiento, y fanático, en Gardfield siempre queda latente una duda. De este modo Driver exige a los campesinos que van a ser torturados que no pueden renunciar. Incluso reprochando a Gardfield que -al contrario- les dice que no ocurre nada por mentir, primer ejemplo claro en el que su personaje demuestra eso de que “la procesión va por dentro”; y así acaba, inmolado con ellos por no ser capaz de flexibilizar o adaptar sus creencias. Resulta por tanto el verdadero peligro para los japoneses, alguien con el que jamás podrán entrar en diálogo. La religiosidad de Driver es la que lleva al camino de la intransigencia, la de imponer tu verdad por encima de todo y la que en el fondo no ayuda al ser humano en nada. Ver sufrir y no ofrecer más respuesta que la posibilidad del paraíso; es decir preferir la muerte de inocentes antes que asumir que quizá no se tenga razón del todo.
Ningún corpus de creencias exige algo así, algo que está radicalmente alejado de las ideas de Jesús de Nazareth, sea quien sea. Ese tipo de comportamientos heroicos, de santos martirizados y que entre risas y llamas siguen abrazando la fe, son estupendos como cuentos para viejas y ejercer proselitismo. Pero el ser humano es por naturaleza imperfecto . Ejemplificado en el japonés que cae una y otra vez en el pecado y exige absolución. Ese es el verdadero ser humano, por el que Jesús pagó el pato; el reconocerse en carne débil y confusa, sujeta a tentaciones. Me imagino al pobre Marty saliendo y viviendo en los 80, a loncha viva y luego a puñetazos contra la pared para redimirse, como el De Niro/LaMotta de Toro Salvaje. Y eso es algo que entiende bien Gardfield. Ejemplificado en su visión de Jesús, pero no como un Cristo triunfante, sino como Ecce Homo, es decir ajusticiado y camino del Calvario, a punto de pagar por todos nosotros.
Curiosamente es después de estas visiones cuando sucede ese movimiento de cámara que antes comentabais. La cámara se aleja en un salto rápido de Gardfield, que yo atribuyo precisamente a las dudas existenciales del personaje. Es esa visión triunfalista (y fanática) del que va a dar la vida la que se aleja. Si Jesús ya dio la vida por nuestros pecados, yo que soy solo un hombre, ¿con qué derecho tengo a obligar a otros a hacer lo mismo? ¿En nombre de quién? ¿para Gloria de Dios o la mía propia? Gardfield empieza a entender que ese no es el camino, que el sacrificio es absolutamente estéril, pero logicamente es algo que percibe primero como una crisis de fe... hasta que conoce a Ferrerira (la mejor secuencia de acción en décadas, incluyendo ese plano del sol japonés que te revienta la cabeza...) No es negar a Dios, es abrazarse con él en tu interior y llevar la fe a un lugar propio y personal, del que seguro nadie puede arrebatarte. Algo que el protestantismo si supo ver (con todos los peros que se quieran), pero que la Iglesia Católica negó. El ejercicio de fe debe ser instruida a través de mediadores (santos, curas, confesores, etc) y como acto social.
Por tanto creo que el Silencio que da título a la película, es la necesidad de convertir esa fe gritona y que sirve de poco, en un ejercicio de introspección, en un diálogo entre tú y tu dios. Yo no creo que Gardfield pase 30 años en una cárcel, sufriendo de forma callada; creo que disfruta con su tipo de vida en Japón, pero ha alcanzado un nivel de conocimiento y comprensión que le permite seguir manteniendo sus creencias sin imponer nada y aceptando un relativismo religioso que es lo que evita la discordia; que esquiva el tener que asumir el mundo como un espacio de fricción entre nosotros y ellos. Algo de un enorme humanismo y que en el mundo actual sería un bien más que necesario, todo lo contrario que el panfleto de Gibson, obra de un perturbado religioso que si trata de imponer una doctrina… Para otro día dejamos el apartado técnico, que tampoco es de este mundo. Sencillamente que Scorsese no esté nominado a mejor director me parece directamente una falta de respeto. Y de largo mejor que cualquiera de las nominadas de este año, a años luz de la sobrevaloradísima Lalaland… pero eso ya es otra historia.