La chaqueta metálica ( 1987 )
Revisada, me sigue pareciendo injusta la acusación de que terminada la primera parte, pega un bajón.
Kubrick realiza un contraste claro entre el adiestramiento y la contienda en Vietnam para explicitar aún mas el frcaso de la primera. Toda la parte del vaciado mental que les supone a los reclutas el mando de su general , se les vuelve en contra al no acompañarse de una enseñanza psicológica correcta. Esa disciplina marcial tiene sus consecuencias y se le volverá en contra, del mismo modo que como rezaban los reclutas "mi arma sin mi no sirve; yo sin mi arma , tampoco sirvo", Patoso termina siendo un arma sin alma, que una vez erradicado su enemigo , decide inmolarse pues ya no hay mas objetivo vital por el que luchar.
Si toda la parte de los barracones es la niñez, luego viene la adolescencia. Kubrick siempre es directo, y no duda en señalar ya desde el principio cuales son ahora los principios que rigen la vida de los soldados: el sexo, la contemplación, el compadreo, los alardes y los piques.
Bufón vive ahora mucho mas desahogadamente, en la redacción de una revista militar donde se entrevee y narra el conflicto desde una óptica regenadora y cuidadosamente filtrada. Pero ni su jefe resulta tan temible como Hartman ( se permite hasta cachondearse y este apenas si levanta la voz ) ni él parece muy satisfecho con su labor, de ahí que quiera volver a la primera línea y la ofensiva vietnamita le da la oportunidad que él ansía. Llega la madurez.
Ahí es donde empieza a vislumbrarse los efectos que hemos visto en la primera parte, la verdadera tragedia que Kubrick les reserva a sus personajes, y que no es otra que la de haberles entregado a una contienda sin haberse completado como hombres, a medio camino de todo y perdidos en mitad de nada. Muerto su teniente, les toca a ellos asumir las dotes y responsabilidades ... y serán aniquilados paradojicamente por el objeto mas débil de su radar ( una mujer, que en un detalle negrísimo Kubrick ya nos había anticipado a través de la primera secuencia de la segunda parte en la que una puta sirve de cebo para unos ladrones que roban a Rompetechos su cámara de fotos ) en un paraje desolado y derruido, a medio tirar y medio construir, justamente como sus personalidades.
Bufón se ve de pronto enfrentado de nuevo a sus miedos, contradicciones y pasado; la música que suena es exactamente la misma que cuando asiste atónito a la ejecución doble de Patoso, y su rostro refleja ese cambio vital que le hace abandonar la distancia irónica y bravucona de sus excesos verbales a la acción/decisión de matar todo aquello que pretendía reflejar/aprender de una cultura exótica.
Sin embargo y a pesar de salir bien librados, de caminar sobre la noche con el fuego iluminando sus pasos, de la voz en off vivificante de Bufón, de los canticos infantiles ( Mickey Mouse ) , Kubrick funde y nos pinta en negro el futuro de esa generación perdida.
El trabajo de cámara es como siempre soberbio y preciso, encuadres y travellings muy ajustados para la primera parte, haciendo hincapié en la rigidez que acompaña las doctrinas de Lee Ermey y en las que la simetría perfecta de los cuerpos y literas forman la imagen de una unidad indivisible. A destacar las inmensas actuaciones de un casting repleto de desconocidos ( repitiendo la jugada de La naranja mecánica ) y en los que sobresalen un locuaz y voraz Ermey ( tan excesivo que resulta hilarante ) y un descomunal Vincent D´Onofrio ( que consigue hacernos creer su descomposición humanística, de la sonrisa bobalicona de la primera secuencia a la mueca trastornada de la última ) . Kubrick juega muy sabiamente con el humor, a sabiendas de que una primera parte del film carente de él habría resultado insoportable, pero desliza momentos punzantes dolorosos ( el escarmiento nocturno ) que nos dan una idea de lo que hubiera sido la película sin todas las chanzas y canciones soeces.
Pasando a Vietnam, la cámara se vuelve mas sensual y contemplativa, acompañando y regodeandose en los movimientos de sus reclutas y sobre todo en su entorno, un espacio físico y estético ante el que Stanley parece embelesado ( impresionante el trabajo de Anton Furst , recreando en Inglaterra nada menos que Vietnam, mediante elementos muy bien escogidos. palmeras, fuego y cemento ) .
Toda la parte final del asedio es un espectáculo como no se ha visto , mucho mas embriagador que cualquier 3D, literalmente nos transporta con la cámara a ese espacio, creemos estar donde están ellos y sufrir con ellos, temerosos de ser objeto del blanco del francotirador, jugando como nadie con la sensación de esta a merced de un enemigo invisible. Zooms, steadys, travellings y finalmente un plano fijo de Bufón soportado durante casi un minuto demuestran que Kubrick seguía siendo un maestro incontestable.