El hecho de que
Stanley Kubrick sólo completase 12 películas (si no contamos con
Fear and Desire,ese debut del que siempre renegó) tiene un inconveniente obvio: la filmografía del genio del Bronx, si bien extenuante en su perfeccionismo, se hace corta. Pero también tiene una ventaja, porque esa lista de filmes tan restringida, tan llena de planos memorables, de frases para la historia y de momentos que te dan ganas de aplaudir (o de echar a correr, no sea que el hacha de
Jack Nicholson se salga de la pantalla) es fácil de resumir en un
supermontaje antológico. Y si, para colmo, dicho
supermontaje resulta tan magistral como
Kubrick’s Poetry,este tributo firmado por
Marc Müller, pues miel sobre hojuelas: sin voces en
off, intertítulos u otras zarandajas, el montador se las ha apañado para resumir todas las constantes de la obra
kubrickiana, enmarcando cada una de ellas en un tema musical: a los elegantes movimientos de cámara les corresponde
El Danubio azul,la zarabanda de
Haendel que todos asociamos con
Barry Lyndonsimboliza la violencia y la muerte y al viejo
Ludwig Van Beethoven (no podía faltar) le toca la locura, mientras que la
Musica Ricercata de
Ligeti (alias “ese piano de
Eyes Wide Shutque da tan mal rollo”) acompaña a las escenas de terror y crueldad. ¿Tiene algún defecto esta antología? Pues sí: que dura
10 minutos largos. Pero esos 10 minutos se hacen muy cortos.