Elliott
Desconozco
con JORDI COSTA (Fotogramas.es)
Para creyentes en el Nuevo Testamento (galáctico).
Lo mejor: el carisma acorazado de Han Solo.
Lo peor: no hay imagen que no evoque algo ya visto.
Por Jordi Costa
Cuesta poco imaginarse a J.J. Abrams transmitiéndole a George Lucas, en afectuoso abrazo al padre simbólico, que su universo iba a caer en buenas manos… al tiempo que guiñaba el ojo a una comunidad de fans, situada fuera de campo, lanzando el tácito mensaje de que, por fin, había llegado su hora, de que esa gran mitología iba a ser reconducida por sus cauces clásicos, exorcizando toda posibilidad de Jar Jar Binks, midiclorianos y demás derivas que enervaron a quienes siempre fueron más papistas que el Papa.
'Star Wars: El despertar de la Fuerza' es una película eficaz que J.J. Abrams parece haber afrontado partiendo del Libro de Reclamaciones del Fan Airado: el conjunto se articula como equilibrada sucesión de ecos –donde al creador de la serie 'Alias' le traiciona el inconsciente al recurrir a tanta imaginería de la ruina (el crucero imperial, los caminantes AT-AT…)– y de deliberadas correcciones de los supuestos pecados del padre: he aquí una heroína independiente y activa, un héroe afroamericano, la promesa de una posible relación interracial en futuras entregas, Maz Kanata citando a Obi-Wan Kenobi para resetear el tema midicloriano, etcétera....
EVOCAR LAS PRIMERAS PELÍCULAS
Es curioso que una saga que, hasta el momento, había articulado su gran narrativa a partir del tema de la redención de los pecados paternos (y maternos) centre ahora su gran conflicto en un asunto de pecados filiales. Como si, en efecto, Abrams delatara cierta mala conciencia y dejara entrever que, en el fondo, sabe a la perfección que lo que está haciendo no está del todo bien. Su película funciona pero no inventa, porque es un producto elaborado bajo vigilancia: un control que no es corporativo, sino colectivo, el de esos espectadores que desean que todo vuelva a ser como era (en los episodios IV a VI) y no como fue (en los episodios I a III). El director se aparta del barroquismo digital de los últimos trabajos de Lucas para intentar evocar las texturas de las primeras películas, pero la apuesta le condena a la reiteración y a reprimir tanto la originalidad como el imperativo de goce lúdico que definió su reinvención de 'Star Trek'.
La imaginación de toda una comunidad de fans se revela, así, mucho más limitada y estrecha que la de un único creador como Lucas: incluso los nuevos planetas son reminiscencias climáticas de Tatooine, Endor y Hoth. Abrams lo dota todo de mayor dinamismo visual que su maestro, pero si algo deja muy claro este trabajo es que no hay nada nuevo que pueda hacer sombra al fulgor mítico de Han Solo.
Para creyentes en el Nuevo Testamento (galáctico).
Lo mejor: el carisma acorazado de Han Solo.
Lo peor: no hay imagen que no evoque algo ya visto.
Por Jordi Costa
Cuesta poco imaginarse a J.J. Abrams transmitiéndole a George Lucas, en afectuoso abrazo al padre simbólico, que su universo iba a caer en buenas manos… al tiempo que guiñaba el ojo a una comunidad de fans, situada fuera de campo, lanzando el tácito mensaje de que, por fin, había llegado su hora, de que esa gran mitología iba a ser reconducida por sus cauces clásicos, exorcizando toda posibilidad de Jar Jar Binks, midiclorianos y demás derivas que enervaron a quienes siempre fueron más papistas que el Papa.
'Star Wars: El despertar de la Fuerza' es una película eficaz que J.J. Abrams parece haber afrontado partiendo del Libro de Reclamaciones del Fan Airado: el conjunto se articula como equilibrada sucesión de ecos –donde al creador de la serie 'Alias' le traiciona el inconsciente al recurrir a tanta imaginería de la ruina (el crucero imperial, los caminantes AT-AT…)– y de deliberadas correcciones de los supuestos pecados del padre: he aquí una heroína independiente y activa, un héroe afroamericano, la promesa de una posible relación interracial en futuras entregas, Maz Kanata citando a Obi-Wan Kenobi para resetear el tema midicloriano, etcétera....
EVOCAR LAS PRIMERAS PELÍCULAS
Es curioso que una saga que, hasta el momento, había articulado su gran narrativa a partir del tema de la redención de los pecados paternos (y maternos) centre ahora su gran conflicto en un asunto de pecados filiales. Como si, en efecto, Abrams delatara cierta mala conciencia y dejara entrever que, en el fondo, sabe a la perfección que lo que está haciendo no está del todo bien. Su película funciona pero no inventa, porque es un producto elaborado bajo vigilancia: un control que no es corporativo, sino colectivo, el de esos espectadores que desean que todo vuelva a ser como era (en los episodios IV a VI) y no como fue (en los episodios I a III). El director se aparta del barroquismo digital de los últimos trabajos de Lucas para intentar evocar las texturas de las primeras películas, pero la apuesta le condena a la reiteración y a reprimir tanto la originalidad como el imperativo de goce lúdico que definió su reinvención de 'Star Trek'.
La imaginación de toda una comunidad de fans se revela, así, mucho más limitada y estrecha que la de un único creador como Lucas: incluso los nuevos planetas son reminiscencias climáticas de Tatooine, Endor y Hoth. Abrams lo dota todo de mayor dinamismo visual que su maestro, pero si algo deja muy claro este trabajo es que no hay nada nuevo que pueda hacer sombra al fulgor mítico de Han Solo.