Apocalipsis
Bueno, tras las casi 1.600 páginas de la edición que he leído, he terminado la que es, a día de hoy, la novela más larga de Stephen King. Por si necesita presentación, la premisa gira alrededor de un virus creado en un laboratorio americano que se expande por todo el mundo, matando a la mayor parte de la población mundial.
Como es habitual en estas novelas tan largas del escritor (como It o La cúpula), los sucesos se van narrando paralelamente desde el punto de vista de diversos personajes. Así, se va desarrollando poco a poco toda la acción, desde los primeros infectados, hasta la formación de las nuevas sociedades una vez queda claro que los supervivientes ya no morirán a causa del virus. En el camino vamos conociendo una gran multitud de personajes de los que uno se termina encariñando, a destacar a Nick Andros, Stu Redman, Trashcan, Larry Underwood, Lloyd Henreid, y los que más me han gustado: Harold Lauder y Tom Cullen. La mayoría de ellos con sus sombras, luces y contradicciones, de nuevo, como es habitual en Stephen King.
Lo cierto es que la mayor parte del libro está centrado en sus personajes. Desde su presentación, a cómo van aceptando la nueva realidad que les toca vivir. Porque cuando se trata de "trama", en el sentido de cadena de sucesos que se van desarrollando, realmente pasan como muy pocas cosas a lo largo del libro, para una novela con esa cantidad de páginas. No lo digo como algo malo, ni bueno. Simplemente así me lo parece, y así lo digo. Quizás por esto se permite un final de tercer acto alargado que, pese a ello, es de los tramos que más he disfrutado de todo el conjunto.
Quizás me parece más controvertido el giro, o la apuesta, hacia lo místico de la segunda mitad del relato. Y es aquí donde entra una figura conocida por los lectores de King (no para mí, aunque reconozco que el nombre me sonaba), como es Randall Flagg. Y su contraparte en la madre Abigail. Con esto se pasa de la ciencia ficción a la fantasía religiosa, al introducir sueños comunes, ángeles, demonios, nuevos profetas y misiones sagradas. Es un cambio que no esperaba para nada al empezar a leer, y que me limito a aceptar, porque de otro modo el libro probablemente sería uno muy diferente.
Es posible que se limite a ser algo puramente metafórico, sobre los dos extremos que podrían originarse de una situación parecida: una democracia basada en el bien común y una dictadura regida por el miedo y la fuerza. Y como lidia cada bando con su parte antagónica.
Sea como sea, más allá de su vertiente más fantástica, a lo largo del libro se tocan varias ideas interesantes: la (re)creación de nuevos gobiernos con todo lo que comporta, la propensión humana por caer siempre en una espiral de violencia, nuestra imposibilidad de aprender de nuestros errores... Son ideas que de hecho King no haría mal en seguir desarrollando en una novela/secuela, porque creo que la historia podría haber seguido perfectamente pese a concluir las partes más importantes.
He leído más bien poco de King, pero diría que es de sus novelas que más he disfrutado.
Bueno, tras las casi 1.600 páginas de la edición que he leído, he terminado la que es, a día de hoy, la novela más larga de Stephen King. Por si necesita presentación, la premisa gira alrededor de un virus creado en un laboratorio americano que se expande por todo el mundo, matando a la mayor parte de la población mundial.
Como es habitual en estas novelas tan largas del escritor (como It o La cúpula), los sucesos se van narrando paralelamente desde el punto de vista de diversos personajes. Así, se va desarrollando poco a poco toda la acción, desde los primeros infectados, hasta la formación de las nuevas sociedades una vez queda claro que los supervivientes ya no morirán a causa del virus. En el camino vamos conociendo una gran multitud de personajes de los que uno se termina encariñando, a destacar a Nick Andros, Stu Redman, Trashcan, Larry Underwood, Lloyd Henreid, y los que más me han gustado: Harold Lauder y Tom Cullen. La mayoría de ellos con sus sombras, luces y contradicciones, de nuevo, como es habitual en Stephen King.
Lo cierto es que la mayor parte del libro está centrado en sus personajes. Desde su presentación, a cómo van aceptando la nueva realidad que les toca vivir. Porque cuando se trata de "trama", en el sentido de cadena de sucesos que se van desarrollando, realmente pasan como muy pocas cosas a lo largo del libro, para una novela con esa cantidad de páginas. No lo digo como algo malo, ni bueno. Simplemente así me lo parece, y así lo digo. Quizás por esto se permite un final de tercer acto alargado que, pese a ello, es de los tramos que más he disfrutado de todo el conjunto.
Quizás me parece más controvertido el giro, o la apuesta, hacia lo místico de la segunda mitad del relato. Y es aquí donde entra una figura conocida por los lectores de King (no para mí, aunque reconozco que el nombre me sonaba), como es Randall Flagg. Y su contraparte en la madre Abigail. Con esto se pasa de la ciencia ficción a la fantasía religiosa, al introducir sueños comunes, ángeles, demonios, nuevos profetas y misiones sagradas. Es un cambio que no esperaba para nada al empezar a leer, y que me limito a aceptar, porque de otro modo el libro probablemente sería uno muy diferente.
Es posible que se limite a ser algo puramente metafórico, sobre los dos extremos que podrían originarse de una situación parecida: una democracia basada en el bien común y una dictadura regida por el miedo y la fuerza. Y como lidia cada bando con su parte antagónica.
Sea como sea, más allá de su vertiente más fantástica, a lo largo del libro se tocan varias ideas interesantes: la (re)creación de nuevos gobiernos con todo lo que comporta, la propensión humana por caer siempre en una espiral de violencia, nuestra imposibilidad de aprender de nuestros errores... Son ideas que de hecho King no haría mal en seguir desarrollando en una novela/secuela, porque creo que la historia podría haber seguido perfectamente pese a concluir las partes más importantes.
He leído más bien poco de King, pero diría que es de sus novelas que más he disfrutado.