Compro fuerte la teoría de Ropit que me parece que da en el clavo. Quien nos iba a decir, que de todos los directores que ahora mismo están poderosamente inspirados en esta corriente dominante del cine USA actual de revisionismo racial, sería Tarantino el que consiguiera el discurso más complejo y artístico. Casos de una simpleza extrema como Selma o El mayordomo, acompañan a grandes películas como Lincoln, que despliegan una puesta en escena prodigiosa pero cuyo contenido en el fondo es panegírico y algo lineal. Es decir no existe reflexión más allá de explicar el momento histórico y el personaje, a pesar de que como digo, creo que es una gran película.
Por eso sorprende (¿o quizá ya no tanto?)que Tarantino sea aquel que mejor ha sabido expresar de una forma poética, pero perfectamente inscrita en convencionalismos del género, el problema racial. Y lo hace además de una forma radical, yéndose a los inicios del asunto: al sur esclavista de Django y al momento clave de la derrota confederada donde la esclavitud pierde y el hombre negro se convierte en hombre ¿libre?
Si en el cine de Tarantino siempre ha existido una filiación por la cultura afroamericana, en sus dos últimas obras esta cuestión es fundamental. En Django asistimos al nacimiento del abuelo de Shaft, y la película alterna dos narraciones, una real y otra fantástica, acabando finalmente en la fantástica. En esta, el tema avanza unicamente por un camino político, con un evidente mensaje de necesidad de conciliación y unidad entre blancos y negros. Incluso especificado en un par de planos en los que un caballo blanco y otro negro han de caminar a la vez si se pretende llegar a un punto deseado. Ambos "lados" tienen el mismo objetivo, que es América; la consecución de un país común, una misma patria. No se nos dice que ambas partes tengan las mismas ideas ni que necesariamente hayan de llevarse bien; pero es necesario que se acepten y se respeten, porque en la brecha que supone el enfrentamiento, es donde -como bien señala Ropit- surgirá el demonio que acabe con cualquier logro. Ese demonio cifrado en la banda de Jody Domergue, es otro de los puntos fuertes de la película, con una sensacional Jeniffer Jason Leigh. Me ha recordado por momentos a alguno de los personajes femeninos y brujeriles de Kurosawa, la Lady Macbeth de Ran especialmente.
Todo esta elaborada construcción, está compuesta a base de un juego de verdades y mentiras, de un cluedo siniestro y claustrofóbico (atención al uso del sonido con una ventisca que está en escena durante tres putas horas) en el que nada es lo que parece pero todo resulta sospechoso. En cuanto a lo cinematográfico, me parece increíble como aprovecha el interior de la cabaña, tratada con la épica de los grandes espacios abiertos. Hay planos con hasta 4 personajes en profundidad, componiendo con la luz y orquestando una coreografía visual perfecta.Todavía habrá quien siga emperrado en las mismas constantes cuando se habla de Quentin: que si violencia gratuita, que si humor chusco, que si diálogos largos e infumables, que si perpetua pose y refrito de otras películas sin ápice de originalidad propia...
Es evidente que con esta 8ª maravilla Tarantino continúa el camino que empezó con Deathproof, y en el que da la impresión que acabará cambiando de registro para la siguiente (western meta racial) que desde ya se ha convertido en la película que mas ganas tengo de ver del mundo. Mataría yo también por ver algo ambientado en los 70, a ser posible en Harlem, y quizá representar de forma explícita lo que viene narrando de manera metafórica hace ya unas cuantas películas...