Tarantino prepara otro Western: The Hateful Eight

Joder qué bien me lo he pasado en el cine.

Tarantino puede gustar más o menos, pero cada película es única y a mí me hacen disfrutar como un gorrino. No me lo pasaba tan bien desde Malditos Bastardos.

Vista en VO y en DCP a 2K que se veía genial, con una nitidez espectacular.
 
fuí a verla ayer pagando
la imagen muyyyy oscura, apenas se veía nada cuando estaban dentro de la caravana, me cagué bastante fuerte...eso sí, se apreciaba que la imagen a pesar de ser digital era muy buena y con mucho detalle
el doblaje me pareció bastante bueno ,creia realmente que iba a ser horrible, pero calzan bien los timbres de voz. Lo apruebo.
como dato curioso fui a verla con un amigo que es hiper fan de trasnformers, los mercenarios, van damme...y os juro que creia que se queria ir, pero le encantó, de hecho igual la va a ver de nuevo...me dio esperanzas en la humanidad, jeejejeje

la peli sigue siendo la mejor de Tarantino junto a Pulp fiction en mi opinión
 
El DCP que yo vi tenía unos negros bastante desleídos, y no es un chiste sureño.
 
Sí, el DCP a 2k que ví yo tenía negros muy profundos , muy buen contraste , una definición excelente... así da gusto.
 
Mi proyección también fue magnífica en DCP a 2k. Contraste excelente, nitidez perfecta y más que sobrada de luminosidad.

Y el audio por cierto, GENIAL.
 
Me pasó eso mismo con Everest, la excusa fue que se veía así de oscuro porque al proyeccionista se le olvidó quitar un filtro de no se qué del 3D, vamos, me engañó vilmente porque en general la sala estaba fatal.
 
La acabo de ver y me ha gustado mucho.

Igual se me ha hecho un poquito larga en la parte central pero es muy entretenida.

No entiendo las criticas diciendo que es una obra de teatro filmada porque usa un solo escenario, ¿entonces Buried, Locke, Room y tantas otras que serian?

Un saludo
 
no os pongais tan quisquillosos, hombre. Cuando usan mismo escenario y tiempo se tiende a comparar con teatro... pero si, ya sabemos que luego hay encuadre y montaje, ergo CINE.
 
Yo es que más allá de la única localización, creo que lo teatral está en la concepción general de la obra (uy, de la pilícula quizir...) es decir, ya desde la escritura veo esa cuestión. Hay una fuerte vocación literaria en toda ella. Y que no pasa nada eh? no se acaba el cine. Que luego hay un tratamiento visual portentoso? Claro, es una película rodada por uno de los grandes del medio...
 
Si él mismo lo ha dicho, que desde después de Kill Bill su obra se ha vuelto muy literaria, y además, esta última, es la primera que no tiene un discurso claramente meta ..
 
Lo único que cuenta para Tarantino es la ficción, ese mundo de saltimbanquis y buscavidas que son los héroes del pop. No es a Lincoln a quien reverencia Tarantino sino a Roy Orbison, cuya voz inigualable aparece en los títulos del final para cantar They won’t be many coming home, un olvidado y poderoso himno pacifista que resignifica el relato y le da una dimensión distinta, porque lo que importa en un film de Tarantino no es lo que escribe Lincoln (que bien puede ser una falsificación) sino lo que canta Orbison (imposible de falsificar): la única reconciliación posible ocurre frente a un disco

Magnífica reflexión e interesantísima crítica (aviso, se caga en Inárritu y 12 años de esclavitud, y relativiza a Ford y a Spielberg)

Diario intermitente (61)
 
Todavía recuerdo las desafortunadísimas declaraciones que hizo Tarantino respecto a Ford.

A mí una cosa que me saca de quicio (y no lo digo por esa crítica en concreto) es la gente que para engrandecer a Quentin hace de menos otras cosas (como Ford u otros géneros que ellos consideran menores) de las que no tienen ni la menor idea. El mismo Tarantino dijo mil veces que cuando hacía una película nunca era su intención ponerse por encima del género o "hacerlo bien", sino ofrecer su particular vuelta de tuerca.

Ese concepto que tienen algunos de Tarantino como refinador de todo y de todos no lo soporto, he de reconocerlo.
 
Tarantino tiene tirria a Ford y por eso no valora su cine, concretamente, le reprocha que fuera extra encapuchado de KKK en una película fascista y racista como El Nacimiento de una Nación. El hecho me parece repugnante pero Ford, no ya con la calidad de sus películas, sino con su propio discurso político de las mismas, se redimió a lo largo de su carrera.

Y el cagarse en Ford por parte de Tarantino es algo tan incoherente como que su género favorito no existiría de no ser por Ford, no al menos tal y como lo conocemos, y Leone tampoco habría enamorado a Tarantino de no ser por Ford.

Pero vamos, la eminencias en cuestión de cine y crítica que he tenido el placer de conocer tienen unas tirrias y unas manías enormes.

Por otra parte, en la crítica que cito la referencia a Ford y Spielberg es tangencial y respetuosa. Va con el tema de Lincoln, y apunta un poco a lo que dijo Groucho. La crítica es muy buena.
 
Última edición:
Tarantino hablando de los 70mm y de la versión roadshow. Nada que no haya dicho ya varias veces pero esta vez está subtitulado:


 
Me cago en la puta de oros. Leyéndoos creo que voy a tener que volver a verla. A ver si tuve un mal día.
Recnozco que el criterio de unos frikis como vosotros lo presumo más acertado que el mío. Sí, joder, se me ha ido la mano con la Voll-damm.
God Bless You. Qué bien que nos escudamos bajo un seudónimo.
La volveré a ver por vosotros, Salud.
 
Es que el discurso de Ford, y su grandeza más allá de la política, es haberse convertido en el Homero americano. En el poeta que ha conseguido transmitir toda la épica de los relatos fundacionales, aquel que ha mostrado de una forma heroica el nacimiento de una nación. Y lógicamente en los relatos épicos los héroes son de una pieza, en muchos casos con un cierto componente de maniqueísmo, aunque Ford siempre ha sabido trabajar eso para componer escalas de grises. Es más, en su cine el factor humano y lo complejo del mismo van de la mano, y a pesar de utilizar estructuras de la épica, sus personajes están más humanizados que en los grandes relatos griegos. Pero claro es muy diferente de un Tarantino, que se aleja de esta tratamiento para acercarse a lo novelesco, donde lo humano cobra enorme importancia. Aquí no hay héroes, los conceptos del bien y el mal son mucho más complejos de discernir, y los puntos de vista son personales. Pero para que exista la novela, primero tiene que existir el relato épico, es imposible el uno sin el otro...
 
SPOILERS

El título parece una cosa un poco forzada por lo de la octava película de Tarantino, porque son más personajes, de hecho son nueve casi todo el tiempo. No deja de ser una broma, en realidad, porque el cochero es un tipo majo y no cuenta como odioso, y en cuanto al personaje de Channing Tatum, es más un gag que un personaje propiamente dicho...

Mi opinión en pocas palabras; “Django” era una película que se tambaleaba peligrosamente como conjunto, mejor en partes aisladas que como algo global, incluso diría que ésto puede aplicarse a “Malditos bastardos”, y que me perdonen los apóstoles de San Quentin que abundan por aquí. Con “Los odiosos ocho”, en cambio, es imposible no salir del cine dando palmas con las orejas.

Un Tarantino algo alejado del guiño, del anacronismo, volviendo a lo más básico y primario de su cine. El de un cineasta visceral, de maneras entre clásicas y vanguardistas, apoyado en un guión férreo. La verborrea, elemento básico y vertebrador para una película con un origen teatral y literario indisimulado (la división en capítulos, sin ir más lejos), al autor le encanta escribir diálogos, réplicas, ocurrencias, y se nota, recreándose en ello sin complejos. Larga, mucho texto, pocas localizaciones, con un cierto exceso propio de quien está detrás del asunto, pero la impresión general es que no hay nada gratuito ni dejado al azar, en cada frase, en cada plano.

Película con reglas propias, muy calculada en cuanto a desarrollo, un gran juego, un gran trozo de pastel, a la manera de Hitchcock, apoyado como siempre en el puro artificio... sin por ello escamotear referencias a la realidad. Tarantino no es un historiador, ni un filósofo, sino que pasa los temas por el filtro de la ficción, los retuerce y los ensaya a su manera, destilando en el caso que nos ocupa una visión muy maliciosa de América y sus ideales; tenemos, por ejemplo, a un criminal largando elaborados discursos sobre la justicia, y sin ir más lejos, el desenlace con la carta de Lincoln no puede ser más negro y vitriólico. Un retablo de la maldad humana, una galería de sabandijas que también funcionan como mitos del salvaje oeste, nadie se salva y todos ocultan algo.

Lo mismo de siempre, y a la vez, algo distinto. Combinación de géneros; al western le añadimos suspense, terror, drama, comedia negra, con infuencias que van de “La cosa” de Carpenter a “La huella” de Mankiewicz. Un buen detalle son los créditos de aspecto setentero. Cuando por fin hay una banda sonora propia y no sólo canciones, el compositor no podía ser otro que el gran Morricone, y hace un gran trabajo, contribuyendo a crear una envolvente atmósfera. La violencia está muy esparcida, no por ello pierde contundencia; en éste caso, uno no sabe muy bien si reirse o echarse a temblar, algo acorde con la ambivalencia que recorre todo (lo digo por el tema del saber ocultar la violencia o ensañarse con ella, según la situación, tan comentado en el caso de Tarantino). ¿Agatha Christie? Se preguntan las gentes. Lo de “Diez negritos” está ahí, el juego de sospechas y falsas apariencias, pero especialmente el recurso de explicar a posteriori el porqué y las circunstancias del crimen, el elemento escondido con que no contaba el lector (el espectador, en nuestro caso), es algo muy del gusto de la escritora británica. El flashback supone un uso poco ortodoxo y juguetón de la narración y de la voz en off, tras mucho rato de escenario único, cosa que recuerda a “Pulp fiction” y sus caprichosos vaivenes narrativos, ahora en un relato más tradicional.

Y por último, los personajes, auténticos protagonistas de la función. La historia, circunstancias, motivaciones de cada uno, tienen un peso considerable, y vuelve a ser todo muy coral. El verdugo, un sujeto cruel, con su propia idea de hacer justicia que le lleva a cumplir con la ley escrupulosamente, y también a tratar a los prisioneros como a escoria... termina siendo ridiculizado ese idealismo suyo. El confederado, bajo su fachada digna, es otro cabrón sin escrúpulos. El cazarrecompensas y el sheriff tienen más enjudia que el mexicano, el hombrecillo y el vaquero, más obvios, pero con su momento de gloria cada uno, especialmente un Madsen haciendo de sí mismo y despertando malos rollos desde el minuto uno, un tipo imperdible en cualquier tarantinada. En cuanto a la prisionera, yo la encuentro el personaje central y más importante, verdadero núcleo del film, a la chita callando. La maldad personificada, un demonio, una bruja, Satán mismo encarnado en forma de criatura aparentemente despreciable para despistar, que va degenerándose y ensuciándose poco a poco, hasta convertirse poco menos que en un bicho de Sam Raimi... maravillosa Jennifer Jason Leigh en un papel que no lo hace cualquiera, y por el cual ojalá se lleve el Oscar, lo merece.
 
Compro fuerte la teoría de Ropit que me parece que da en el clavo. Quien nos iba a decir, que de todos los directores que ahora mismo están poderosamente inspirados en esta corriente dominante del cine USA actual de revisionismo racial, sería Tarantino el que consiguiera el discurso más complejo y artístico. Casos de una simpleza extrema como Selma o El mayordomo, acompañan a grandes películas como Lincoln, que despliegan una puesta en escena prodigiosa pero cuyo contenido en el fondo es panegírico y algo lineal. Es decir no existe reflexión más allá de explicar el momento histórico y el personaje, a pesar de que como digo, creo que es una gran película.

Por eso sorprende (¿o quizá ya no tanto?)que Tarantino sea aquel que mejor ha sabido expresar de una forma poética, pero perfectamente inscrita en convencionalismos del género, el problema racial. Y lo hace además de una forma radical, yéndose a los inicios del asunto: al sur esclavista de Django y al momento clave de la derrota confederada donde la esclavitud pierde y el hombre negro se convierte en hombre ¿libre?

Si en el cine de Tarantino siempre ha existido una filiación por la cultura afroamericana, en sus dos últimas obras esta cuestión es fundamental. En Django asistimos al nacimiento del abuelo de Shaft, y la película alterna dos narraciones, una real y otra fantástica, acabando finalmente en la fantástica. En esta, el tema avanza unicamente por un camino político, con un evidente mensaje de necesidad de conciliación y unidad entre blancos y negros. Incluso especificado en un par de planos en los que un caballo blanco y otro negro han de caminar a la vez si se pretende llegar a un punto deseado. Ambos "lados" tienen el mismo objetivo, que es América; la consecución de un país común, una misma patria. No se nos dice que ambas partes tengan las mismas ideas ni que necesariamente hayan de llevarse bien; pero es necesario que se acepten y se respeten, porque en la brecha que supone el enfrentamiento, es donde -como bien señala Ropit- surgirá el demonio que acabe con cualquier logro. Ese demonio cifrado en la banda de Jody Domergue, es otro de los puntos fuertes de la película, con una sensacional Jeniffer Jason Leigh. Me ha recordado por momentos a alguno de los personajes femeninos y brujeriles de Kurosawa, la Lady Macbeth de Ran especialmente.

Todo esta elaborada construcción, está compuesta a base de un juego de verdades y mentiras, de un cluedo siniestro y claustrofóbico (atención al uso del sonido con una ventisca que está en escena durante tres putas horas) en el que nada es lo que parece pero todo resulta sospechoso. En cuanto a lo cinematográfico, me parece increíble como aprovecha el interior de la cabaña, tratada con la épica de los grandes espacios abiertos. Hay planos con hasta 4 personajes en profundidad, componiendo con la luz y orquestando una coreografía visual perfecta.Todavía habrá quien siga emperrado en las mismas constantes cuando se habla de Quentin: que si violencia gratuita, que si humor chusco, que si diálogos largos e infumables, que si perpetua pose y refrito de otras películas sin ápice de originalidad propia...

Es evidente que con esta 8ª maravilla Tarantino continúa el camino que empezó con Deathproof, y en el que da la impresión que acabará cambiando de registro para la siguiente (western meta racial) que desde ya se ha convertido en la película que mas ganas tengo de ver del mundo. Mataría yo también por ver algo ambientado en los 70, a ser posible en Harlem, y quizá representar de forma explícita lo que viene narrando de manera metafórica hace ya unas cuantas películas...
A estas alturas ya es complicado decir algo nuevo porque vosotros lo habéis dicho prácticamente todo (me he leído todo el hilo). Quoteo este post de Groucho porque creo que resume muy bien lo que me ha fascinado de la película, y es cómo resulta Tarantino de enternecedor y, al mismo tiempo, de cínico al provocar que el negro y el blanco aúnen fuerzas para derrotar al diablo (la Jason Leigh de cara roja ensangrentada y boca vampírica al faltarle los incisivos y destacar los colmillos). El Mal como enemigo común. La Leigh tentando con ofertas de gloria al blanco, que tiene la sartén por el mango, que sujeta la pistola, que asume el mando dado que el negro está despojado del mítico atributo de la enorme polla negra. Ese demonio tratando de comprar el alma. Fuera, Jesucristo crucificado pagando por nuestros pecados. La lectura de la supuesta Carta de Lincoln como justificación moral que NECESITA hacerse el Sheriff consigo mismo para dignificar su alianza con el negro, que en realidad es un fabulador. La Carta, quizá, como elemento meta, como símbolo del poder de la ficción para autoconvencernos. En Basterds ya había una metaficción, una relectura de la historia y un uso del cine (literal) para destruir la historia. El Sheriff lee un texto que puede ser falso o no, y la verdad es que no importa, ya que le sirve para autoafirmarse de que ha hecho lo correcto, que incluso Lincoln lo ha legitimado. Y las dudas acerca de la veracidad de la Carta se acrecientan al haber asistido a un juego de máscaras, de identidades, de relatos inventados, de mentiras. Diré más: el Sheriff interpreta el papel de Sheriff que se ha concedido: él tiene una visión, quizá heredada del mito, de la figura del orden como ente que no ha de dejarse contagiar por el Mal, por el forajido. Asume su papel. Una gran farsa tras esa alianza final black & white que para mí es el producto de una relación ambigua entre razas que en el fondo funciona por supervivencia. Bien visto por parte de Valek su semejanza con MacReady y Childress en el final de La Cosa: blanco y negro, no precisamente colegas, que compadrean y se posicionan en contra del Mal/Monstruo... si bien permanece entre ellos una sensación de incertidumbre, de desconfianza. Allí se quedan, a ver qué ocurre, a las puertas de la muerte. Pero Tarantino añade el elemento Carta como bálsamo, claro. Contar historias y creérnoslas nos puede salvar aunque se sostengan sobre invenciones. No es casual que se relacione la historia de América con personajes embaucadores que mienten más que hablan. La mala leche tarantiniana se concentra en releer la Historia desde la perspectiva de antihéroes que engañan y ocultan. Y, ojo, dejar ahí al personaje confederado de Bruce Dern como trampa por parte de la banda: Dern como representante del racismo es una mina colocada en el camino que hará estallar las hostilidades humanas. El Mal necesita del caos, de la división, para sobrevivir al hombre.

Por otro lado, muy interesante lo de los caballos blanco y negro, Groucho, tirando del carro: otra referencia racial.

Técnicamente, sí, es prodigiosa la profundidad de campo. Con qué maestría maneja el escenario y coloca a unos y a otros con el fin de que seamos conscientes de su ubicación. Cómo juega con el enfoque al fondo cuando se sirven ESE café.
 
Última edición:
El personaje de Jason Leigh está caracterizado como un demonio, o como una bruja, o como algo maldito. Sus sonrisas y miradas al personaje de Samuel L. Jackson en la diligencia parecen tener la intención de embaucarle/hechizarle/crear complicidad. Es una zorra fiera y maligna y peligrosa. Un demonio tras la imagen de una mujer de físico más bien frágil. Buena tapadera para el Mal. La gracia está en que personajes mancillados combatan a ese Mal (que yo creo que sí existe como concepto en la película a raíz de cómo Tarantino define al personaje, que además cobra más fuerza si tenemos en cuenta la presencia del Cristo crucificado). Es dentro de la cabaña, refugiado lejos de la imagen crística, cuando ese demonio obtiene su oportunidad de liberarse. Yo el toque fantastique lo percibo.
 
Qué grande Max! Una oda a la ficción y a las historias (la carta) para justificar el BIEN (la convivencia entre razas).

No sólo en Basterds con lo del poder del cine, recordar que en Django es la coincidencia con la leyenda alemana lo que lleva a Schultz a rescatar a la princesa y, como consecuencia, acabar con el infierno de Candieland.
 
SPOILERS

El título parece una cosa un poco forzada por lo de la octava película de Tarantino, porque son más personajes, de hecho son nueve casi todo el tiempo. No deja de ser una broma, en realidad, porque el cochero es un tipo majo y no cuenta como odioso, y en cuanto al personaje de Channing Tatum, es más un gag que un personaje propiamente dicho...

Es que ellos no forman parte de los ocho, el octavo odioso es el viejo.

1- el viejo
2- el negro
3- Kurt
4- Roth
5- la tía
6- el sheriff
7- el escritor...
8- el mexicano
 
Mmmm... dónde se ve que la carte les ayude a aliarse contra el mal? Porque vamos, lo que hay es decepción sobre todo, debido a la falsedad de la carta.
 
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