Respuesta: Terry Gilliam, sueños de desmesura y exceso
(
12 monkeys, 1995)
- Con spoilers -
Película de ciencia ficción donde Gilliam se inspira en La Jetee (Chris Marker, 1962) a partir de un guión que no procede de su mano. Los de Universal querían hacer una versión larga de dicho título. Pero no querían despilfarrar un presupuesto mastodóntico así que decidieron invertir tan sólo 29-30 millones. Lo mejor que pudo hacer Gilliam con ese presupuesto está a la vista: recurrir a la inventiva que este director siempre infunde a sus proyectos en pos del límite impuesto por la gran major.
Una vez concluída la película uno se da cuenta que está contemplando una trágica historia de amor donde el intento de escapar de la muerte es completamente fallido, no hay salida ni escapatoria. Pero lo mejor de todo es que la historia gira y procede de un bucle eterno sin que los protagonistas sean conscientes de ello. Que en la escena final James Cole sea partícipe activo y a la vez espectador pasivo de su propio presente y futuro indica que no hay manera de evitar lo que ya va a ocurrir y aún teniendo, quizás, la posibilidad de evitarlo está predestinado a seguir los mismos pasos una y otra vez en un eterno espiral que tiene un principio y un fin para volver a empezar.
La película tiene un diseño de producción excelente, donde el estilo grotesco de Gilliam se hace patente en ese futuro casi sin color, gris. Utilizando como escenario centrales eléctricas en desuso para darle esa sensación de soledad y estar en un lugar post apocalíptico consigue que el futuro sea un lugar triste y sin esperanza. El color gris y azul para el exterior es de un realismo apabullante, con ese invierno gélido dando a entender que el exterior es un lugar que no tiene vida, que no hay esperanza. Para las escenas de interrogatorio con los médicos y jueces, con tecnología casi rudimentaria, donde uno siente la necesidad de opresión, hace que se nos presente e intuya un futuro atrasado, anclado en un tiempo casi ajeno a la tecnología avanzada.
Pero Gilliam fue más allá. Su película habla de renacer, de volver a empezar. De ahí que la forma en como se viaja en el tiempo sea una especie de parto, una especie de crear vida (la máquina en sí y la forma en como es enviado el "voluntario" tiene forma de matriz, envuelto en una especie de halo de misticismo natal). Aquí no hay alardes de efectos especiales para plasmar la traslación, aquí lo que importa es como se realiza ese viaje temporal. En un abrir y cerrar de ojos, como si de una abducción se tratase. Y lo más interesante de todo es que la sociedad, tanto en el pasado - presente - futuro es presentada en una sociedad de enfermos mentales, pobreza, sociedades ocultas... una sociedad al borde del desequilibro, de la autodestrucción.
Interesante es ver como el control, el dominio, la ignorancia, la demencia y la desesperación por conseguir un futuro mejor a la vez que se intenta trasladar al ser humano en busca de un cura para algo que no tiene remedio Gilliam lo plasme con un estilo muy particular, casi intimista y a la vez carente de emotividad - el único momento que puede parecer algo sensible acaba por explotar en un final triste y desesperanzado.
Con Bruce Willis en su punto, transmitiendo esa sensación de ser inestable, enajenado ante un futuro incierto y a la vez intentando remediar algo que está fuera de su alcance (el plano donde escucha la música y llora por volver a un tiempo pasado es casi poesía), Madeleine Stowe como esa mujer frágil, desconfiada ante algo que no logra comprender pero que entiende que debe hacer algo y Brad Pitt como el kid de la cuestión / el eslabón de la cadena - su locura transitoria (esa lentilla le da una pose perversa y perturvada al mismo tiempo, guardándose un as en la manga para desbaratar todo el plan) hacen de este trío protagonista un complejo, sensacional y a la vez estimulante colección de perdedores sin saberlo.
El tema
Suite Punta del Este, de Ástor Piazzolla, compositor argentino, a ritmo de un tango funesto, intrigante y casi grotesco dota a la película de esa sensación de irrealidad, de algo carente de sentido y encima de un estado de no estar ante algo coherente. Su presencia en muchos momentos es inteligente a la vez que surrealista. Lo mejor de todo es que la película no deja nada al azar, todo está milimétricamente calculado. Ya sea por apuntes visuales o momentos puntuales que dan forma a un todo para dar con un guión interesante, inteligente y a la vez bien hilbanado.
Willis arrancándose los dientes, la aparición en plena I Guerra Mundial, esa voz eterea que provoca que dudemos en todo momento si lo que sucede es real o producto del subconsciente estropeado del protagonista, la primera aparición de Pitt o el intento de fuga del manicomio, el final alterado en cada uno de los sueños, el ver como cada pieza acaba encajando en el puzzle hacen de esta película una experiencia única y que confirma que Gilliam era el director adecuado para este viaje.