Al final, el principal error de Nolan pasa por algo tan sencillo como confundir cantidad con calidad, o lo que viene a ser lo mismo, no entender que la madurez del blockbuster pasa por la narrativa y no por lo adulto de los temas tratados.
1) Nolan se empeña en tejer a toda costa cuanto más tramas posibles, como si la densidad argumental pasara por la acumulación de historias que se relacionan, y en su empeño por remarcar el ciclo de Wayne opta por meter a toda costa un arco argumental que entronque con ‘Batman Begins’. Un arco argumental (Miranda Tate/ Talia al Ghul encarnada por Marion Cotillard en la única actuación desafortunada de su carrera) que, a la postre, terminar por cargarse la solidez de la trama principal, asestándo con un desenlace lamentable al que hasta ese momento era un villano digno y coherente para el cierre de la saga, el enmascarado Bane (Tom Hardy).
2) Tiene que pasar algo siempre. ‘The Dark Knight Rises’ es una película donde siempre está pasando algo. Quiero decir, siempre está pasando algo diferente y trascendental a lo visto en la escena inmediatamente anterior. La madurez del blockbuster pasa por la madurez de la narrativa. Esto es, tomarse tiempo en contar las cosas, entender que cada clímax carece de todo efecto si no ha sido previamente cocinado, degustado y paladeado. En TDKR no paran de suceder acontecimientos que debieran importarnos, sin que nos afecten lo más mínimo o sin que consigan, en cualquier caso, el grado de intensidad y afección que pretenden.
Es curioso, porque los sucesos de la trama, analizados de manera independiente, tienen un atractivo indudable como elementos argumentales. Son piezas de valor dramático. Quiero decir: los elementos están ahí. Un villano le parte la crisma a Batman, le supera físicamente hasta humillarlo, destroza su máscara y lo deja gravemente herido. Uno presupone que debe ser un gran punto de inflexión para el personaje y la trama, y sobre el papel lo es, pero lo cierto es que frente a la pantalla asistimos a la escena sin el menor atisbo de emoción, terror o empatía. Del mismo modo, en la escena anterior Wayne acaba de volver de un retiro de ocho años, romper su relación con Alfred (Michael Caine siempre sólido, aunque algo contagiado de la afectación general), y entablar relación con un personaje tan icónico como Catwoman. Y veinte mil cosas más.
El problema es que Nolan rehusa de toda progresión dramática en un envite frontal por el aquí y ahora, una intensa y megalómana apuesta por el clímax como todo principio y final, siendo éste su talón de Aquiles particular y lo que, en definitiva, termina lastrando propuestas tan atractivas como ‘Inception’ (2010) o la trilogía del caballero oscuro. Uno no puede establecer una trama basada exclusivamente en un encadenado de clímax porque acaban por alienarnos y perder toda efectividad hasta formar una catarata de situaciones que solo cuentan en número y no en calado. Perdónenme la metáfora fácil y hortera, pero es como un empacho de postres, deja de tener gracia. Una comida a base de postres ni alimenta ni se disfruta, es un empacho.
3) Es por eso por lo que precisamente los momentos más agradecibles de la película son aquellos en lo que Nolan se conforma (sic) en desarrollar la trama para que el relato avance. One at a time. Vamos a desactivar la bomba, vamos a hacerlo: Batman lucha con Bane, Gordon busca el camión, Levitt dirige la evacuación. Montaje paralelo y tramas que convergen sí, pero sin que se nos presenten ninguna de estas acciones como el culmen de lo trascendente, apostando en su lugar por dejar que el relato hable por sí mismo e inyectando emoción a través del montaje y la puesta en escena. Es decir, narrando.
4) Toda esta narrativa púber tiene su correspondencia en el guión, escrito a cuatro manos junto a su hermano, Jonathan, y basado en un desarrollo original de Christopher y David S. Goyer, figura de consulta en la asociación Batman-Nolan, que es como acudir a Melendi para que sea tu coach musical. Un imberbe libreto que se debate entre el subrayado infantil a través de una machacona verbalización de todo lo que debiera sobreentenderse con las imágenes y una vacua verborrea que saca pecho y provoca bostezos. Recuerdo con especial cariño una escena en la que el personaje de Batman nos explica qué está haciendo Bane al dejarlo preso frente a un televisor que emite el sucumbir de Gotham a manos del villano. Batman nos cuenta de viva voz que Bane prefiere no matarlo y dejarlo frente al televisor para torturarlo psicológicamente. Justo lo que acabamos de ver segundos antes.
5) Se ha hablado mucho sobre lo reaccionario de su mensaje. En favor de Nolan, creo entender que su mensaje ni siquiera es reaccionario, observo que, a pesar de todo, su discurso último transcurre por senderos más cercanos al tebeo de superhéroes que al comic book de Miller. Nolan parece plantear que es la hora de los héroes frente al abismo, sean los héroes hombres murciélago, policías o vecinos del barrio. Y ese abismo no es la revolución de Bane, como se nos explica al final, la corrupción de la revolución de Bane no es más que otra consecuencia del sistema que se pudre (recordemos que el anterior villano fue el caótico Joker). Cuando el sistema se hunde, es la hora del buen ciudadano americano. Aunque quisiera revisionar la trilogía antes de posicionarme al respecto con firmeza.
6) Es realmente en el último tramo, cuando Nolan parece haber quedado ya satisfecho de acumular acontecimientos, cuando el relato respira, cuando verdaderamente encontramos un bloque narrativo. Es el desenlace lo mejor de la función; ahora sí, la acción se desarrolla y la emoción fluye. No deja de ser paradigmático en este sentido que la película funcione realmente cuanto más abraza sin complejos el carácter lúdico y “aventurero” de Batman. Entonces sí es un blockbuster adulto.
7) Quizás lo peor de la trilogía de Nolan es que casi lo consigue. Quizás la simpatía es menor, porque el casi ocurre por exceso y no por defecto. Es el tipo que quiso hacer el blockbuster adulto definitivo y en lugar de eso hizo un blockbuster de lo adulto: una acumulación de subrayador y trascendentalismo, todo masticado una y otra vez en una perversión pretenciosa del “y ahora más”
Bayano.
8) No obstante, el intento está ahí y los aciertos no son pocos. Es de agradecerle la propuesta, pues de ella surgen los momentos más emocionantes y sugerentes de la saga, de la fricción entre el mundo comic, aventurero y pulp y el dotarlos de unos mimbres de “cine adulto”, de género (thriller, drama o incluso terror) con el target de edad más alto que el del blockbuster hollywoodiense medio. No me malinterpreten, a lo que me refiero es precisamente a que cuando más brilla el hombre murciélago de Nolan es cuando sin complejos altera el orden de los factores para dejar de tomarse en serio lo lúdico y comprender que lo lúdico ya es algo muy serio.
9) La imagen más icónica de la saga: el Joker asomándose por la ventana del coche de policía. Por lo que tiene de inaudito no solo en lo icónico, sino dentro del propio relato. Vemos al Joker hacer algo mientras no hace nada. Eso era la adultez que esperábamos. El Joker respira, el relato transpira, nosotros también.
http://www.youtube.com/watch?v=-Z1pwY3tomg&feature=player_embedded
10) Pese a todo, tengo la firme convicción de que la apreciación del Batman de Nolan subirá cuanto más rebaje el tiempo el peso de sus pretensiones, cuanto más las apreciemos como entretenimientos presuntuosos y menos como obras maestras entretenidas. A Nolan le hace flaco favor alinearse con los que le encumbraron como heredero de Kubrick (?¿) y no posicionarse sin complejos como un hábil artesano (‘The Prestige’).