Película tan sumamente heavy metal como un tebeo escrito por un quinceañero fan de Manowar. Con un esquema argumental deliberadamente simple, que bucea en el universo abstracto de los mitos y de lo trágico para extraer lo inmortal del camino del héroe; la traición, la venganza, las pasiones extremas, lo que alimenta, en definitiva, la épica de todos los tiempos. Busca la inmersión total en una época remota pero desde luego no es un documental; muy al contrario, ahonda en la leyenda negra de salvajismo relacionada con el pueblo vikingo, que no dejaban de ser putos comerciantes, y convierte lo histórico en un marco atemporal de espada y brujería. Moralmente muy ajeno a nosotros, irracional desde nuestro punto de vista, con unos buenos que a veces pueden ser igual de atroces en sus actos que los malos, o incluso peores, bloqueando en buena medida nuestra empatía (lo mismo puede decirse de la exposición tan descarnada que se hace de la esclavitud y su mercadeo).
Habría que pensar hasta qué punto esto nos queda muy lejos, o a lo mejor no tanto. Son personajes que habitan, o más bien sobreviven, en un mundo mágico donde la creencia en dioses, espíritus y demonios, las maldiciones y los juramentos, el legado de la sangre, lo humano animalizado (y al contrario, lo animal humanizado)... moldean la realidad. Donde esa realidad y el delirio conviven y se entremezclan, siendo estos hombres y mujeres poco menos que títeres de un destino cuya consumación no es terrenal, de unas fuerzas superiores frente a las que la voluntad del individuo queda reducida a la insignificancia. Y a la vez que este avanza en su recorrido, descubre que no todo está escrito, que se desploman algunas de sus convicciones ingenuas; más que ser una bestia en un cuerpo de hombre, se sigue siendo un niño en un cuerpo de adulto.
Muy grandilocuente todo, da demasiados tumbos quizás, tras un comiendo muy potente que después se diluye. No renuncia al terror, de hecho se convierte en algo parecido a un slasher medieval, ni tampoco a lo grotesco, con un breve pero intenso Dafoe. Aunque el seriote del director no es Verhoeven, se detecta cierta ironía, como cuando uno de los guerreros llama “salvajes” a los pobres aldeanos. Lo relacionado con la obtención de determinado objeto me parece lo más cutre, impostado y sacado de la manga, digno de algún videojuego con su jefe de final de fase. Superlativa Nicole Kidman, los pelos de punta, el diablo en persona, o puro arquetipo de mujer arácnida; en esta peli todas las mujeres son unas brujas y todos los hombres unos asesinos… hay mucha masculinidad exacerbada que por otra parte no es objeto de juicio alguno, sino que nos dejan impasibles ante ella. Incluso parece que el villano es el más “normal”, vaya. Luego está toda la importancia de los rituales, la imaginería de cánticos, ropajes, hogueras, etc. que son los que aportan sustancia a la película.
Quizá un tanto desaprovechado el personaje de la Taylor-Joy, de quien te esperabas más en cuanto a sus poderes o relevancia activa en la trama más allá del interés amoroso. Y bueno, de la labor de planificación y lucimiento de planos-secuencia y travellings laterales de Eggers se podría hablar en detalle, con numerosas secuencias exhibicionistas de matanza y asaltos, músicas estridentes, todo el repertorio de gritos, gruñidos, alaridos, chillidos, con una violencia sin contemplaciones, una cámara de mucha presencia y movimiento, constantes recursos a lo alucinatorio… pero eso sí, esos filtros de color azul y oscuro, esos perros, lluvia, paganos en pelotas, son alusiones tarkovskianas de las que este hombre no quiere o no puede escapar.
Se comenta el dudoso rigor y finalidad de unas técnicas de exterminio más propias del siglo XX que de unos simples esclavistas de la alta edad media, sin mucho sentido fuera del contexto del nacionalismo étnico, del deseo de exterminar sistemáticamente a pueblos y razas que no encajan en tu esquema de lo que es o debe ser la patria, nociones que no existían entonces. Supongo que estas imágenes del horror que nos ha legado nuestro querido siglo son tan potentes que nos siguen interpelando, por mucho que se hayan explotado culturalmente, y resulta complicado sustraerse a ellas cuando quiere expresarse la idea de masacre indiscriminada y masiva.
P. D. Vamos a matarnos a la orilla de un putísimo VOLCÁN, claro que sí, JODER. A espadazo limpio contra mi enemigo al borde del PUTO MAGMA. Aunque haga un calor de miles de grados capaz de fundir la roca, aunque los efluvios sulfurosos sean capaz de cargarse cualquier forma de vida a la redonda. Pero vamos a luchar con dos cojones. ¿Era necesario? Rotundamente NO. Pero qué coño importa...