Bien, ha sido divertido leer en los océanos internetiles las múltiples teorías sobre qué podía ocurrir por parte de gente que quería ir varios pasos por delante de la trama. Hemos elucubrado posibilidades buscando rizar el rizo. Hemos tratado de detectar dobleces en los personajes, mentiras, ocultaciones, posibles revelaciones al final del camino. Incluso referencias a lo sobrenatural a través de la fascinante mitología que Pizzolatto inteligentemente ha aportado para aumentar la hipnosis (y la adicción) del espectador. Y confieso que, como ser perverso que soy, deseaba algún giro loco que me jodiera la cabeza.
Y hete aquí que el final me ha roto las expectativas por completo. Se ha HUIDO del gran golpe de efecto. Se ha apostado hasta las últimas consecuencias por ser coherente y por no sacarse de la manga ningún as escondido. La investigación me ha parecido un gran macguffin y la mitología no ha sido más que el disfraz de la depravación y la locura humana, que es lo tangible, lo real. La serie jamás ha dejado de pisar el suelo. El Gran y Todopoderoso Monstruo Final no existe. Creo que hay que ser valiente para terminar así, con derrumbamientos emocionales y pocheces, en estos tiempos del hype enardecido y de la ansiedad de ir más, más y más lejos.
También queda la sensación de que ha habido temas que quedan abiertos a la interpretación del espectador o bien que quedan en una zona brumosa. Supongo que de manera voluntaria, pero qué más da... La serie es un caramelito visual y sonoro. Un placer para la vista y el oído. Un recital de un actor en estado de gracia. Una historia de detectives en las coordenadas siempre estimulantes de un American Gothic. Un conjunto de reflexiones oscuras acerca de la condición humana. Una inmersión en ambientes enrarecidos. Un viaje a lo largo de paisajes en permanente contraste flora/industria. Un repaso a la imaginería del culto, del ritual, del más allá. Un retrato, entre rudo y sensible, de la amistad/camaradería masculina.
A mí me parece un SÍ mayúsculo.