Monedero y yo
Yo no tengo ningún problema con lo que ha hecho Monedero. No creo que su argucia societaria, por así decirlo, sea reprochable. Buen intento, y lo siento si no tuvo suerte. Todos queremos pagar menos impuestos.
El problema de Monedero es el discurso, ese plano de superioridad moral desde el que hasta hoy ha pretendido hablarnos. Yo ya sabía que Monedero no es peor que yo, el problema es que él se había llegado a creer superior a todos nosotros. El problema de Monedero no es que, como todos, trate de pagar menos impuestos, sino su mirada de odio, su expresión maligna que es el resumen de todas las vilezas de la izquierda.
Tal como algunos liberales hiperbólicamente fácticos tienen que asumir que no somos calvinistas sino católicos, y del sur, y que la compasión es nuestra ternura; los fanáticos, como Podemos, de los defectos de los demás, tendrán que aprender a relacionarse con el espejo. Vivimos vidas de ensayo y error en un mundo bellísimo e imperfecto. Nadie tendría que poder dedicarse a la política sin haber leído "Por un futuro imperfecto", de Valentí Puig. No tanto por exigencia cultural -que también- sino por una una cuestión de humanidad. Sin el principio de realidad, la política se vuelve monstruosa.
No hay soluciones mágicas ni líderes inmaculados. Hay personas que hacen su trabajo lo mejor que pueden pero inevitablemente sujetas a la equivocación y a las debilidades. Tampoco vivimos en el Apocalipsis permanente que los ansiosos preconizan. La insufrible levedad de esta era nuestra nos ha llevado a despreciar la brillante recuperación económica de una España que estaba al borde del abismo; al borde de que lo que hoy son, por suerte, las mentiras del populismo, se volvieran angustiosa realidad.
En nombre de la enmienda a la totalidad que le hacen al sistema los que se abandonan a la rabia histérica por ahorrarse la autocrítica que tienen pendiente, estamos viviendo el tiempo de mayor bienestar de la Historia y ni nos damos cuenta. Nunca había habido menos pobres y nunca tantas personas habían estado incorporadas a la gran rueda del progreso.
Y aunque el sistema, como Monedero, trata siempre de sacar ventaja de nuestra cierta indefensión; y aunque el Gobierno, como Errejón, suele tratar de cobrarnos por servicios que en realidad no nos presta, es mucho más lo que funciona que lo que está estropeado. Hay más esperanza que fatalidad y más sueños que noches de verano.
Si votas a un político porque crees que es perfecto, o le votas por lo que dice que va hacer por ti, le estás en en el fondo pidiendo que te defraude. Vota a quien creas capaz de ser, ante los desafíos, prudente y compasivo, a quien sientas que comprende nuestra debilidad y que tiene unos defectos soportables, de los que podrías enamorarte.
Porque al final ésta va a ser la verdad que resplandecerá, y sólo esta, y un gobierno no es demasiado distinto de una familia. Monedero no es más contradictorio que yo, pero es mucho menos generoso. En la cúpula de Podemos no hay más mediocridad que en la del Partido Popular, pero hay menos piedad, menos pañales cambiados de madrugada, menos vidas concretas y tangibles que dependen de ti, y de tu esfuerzo para que crezcan seguras y libres.