Traje a medida para Paula Chaves
* 28.05.2009
HAY PREVARICACIÓN si se paga la factura de unas braguitas y un pañuelín con dinero público de Televisión Española. La hay también si se aceptan unos trajes a cambio de otorgar contratos a la empresa que obsequia. Lo de menos es la cuantía. Lo de más es el hecho.
En un fulgurante editorial, este periódico afirmaba ayer que el ex-presidente de la Junta andaluza y actual vicepresidente de Zapatero había confeccionado un traje a la medida para su hija Paula Chaves. Gran acierto periodístico el del editorialista. A cambio de colocar a la niña en un puesto relevante, Chaves, previa modificación de la norma establecida, despilfarró 10 millones de euros en subvencionar a una empresa, acreditada como candidata al impago. La presunta prevaricación resultó un poco más cara que la lencería de mi inolvidada Pilar Miró, aunque la cuantía desde el punto de vista moral significa poco en estos casos.
Escribí en su día que si el presidente Camps no podía demostrar que pagó sus trajes debería dimitir. Ha afirmado que sí los abonó en dinero contante y sonante. Ya veremos qué dice el juez. Está claro que si el vicepresidente Chaves no alcanza a desmantelar lo aquí publicado no tiene otro camino democráticamente decente que presentar su dimisión irrevocable. No lo hará. A veces pienso que debería proponer yo a la Academia la supresión en el diccionario del término dimitir, por falta de uso.
El escándalo descubierto en Andalucía es por desgracia el pan nuestro de cada día. Todos los partidos, casi sin excepción, están trufados de gentes que entienden la política, no como el servicio al bien común, sino como la fórmula para forrarse el hígado, colocar a parientes y amiguetes, negociar bajo cuerda, coronar chanchullos. Una parte no desdeñable de los políticos españoles son delincuentes de guante blanco dispuestos a aprovecharse de los pardillos que pagamos unos impuestos cada vez más agobiantes. Hubo un dirigente de AP, fraguista entusiasta y hombre simpático, que, tras cobrar la mordida de una concesión inmobiliaria, se negó a entregar al partido el porcentaje acordado. «A esos maulas ni la sal», dijo muy cabreado el hombre.
Allí donde se escarba un poco, la corrupción de los políticos aflora. La opinión pública no se sorprende ya de nada. Todavía los niveles de corrupción en España están lejos de los de algunas repúblicas hispanoamericanas. Pero nuestros políticos no desfallecen y aspiran a alcanzar las cotas mexicanas, venezolanas o argentinas. Vivimos sobre una sinvergonzonería galopante.
Si lo publicado sobre su hija Paula es verdad, si Chaves no puede demostrar que se trata de una falacia, debe dimitir entre otras razones porque son muchos los casos de su política de clientelismo que periodistas avezados están investigando. La caravana de las trapisonderías se ha puesto en marcha. Los sabuesos de la Prensa independiente han metido ya sus hocicos entre los tobillos de Chaves.
Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española