Bueno, vamos con
La última función, otro de esos episodios que no recuerdo para nada. Comienza mostrándonos un día triste de lluvia, en medio del verano, Nerja desierta, las terrazas, empapadas y sin un alma, las playas vacías, los chiringuitos cerrados. Nuestros amigos, confinados en sus casas por la lluvia, se aburren. Tito y Piraña, embutidos en impermeables para la lluvia, van al bar a por unas Coca Colas, y de paso, a ver si les sueltan un poco de alcohol para entonarse (no cae esa breva). Al igual que antes no me había dado cuenta del papel que los padres de los chavales y los adultos llegan a tener en esta serie, ahora estoy descubriendo realmente al personaje de Frasco, el tabernero, que tiene mucha más presencia (y coherencia) de la que yo recordaba.
Como todos se aburren y no han conseguido alcohol, deciden organizar una representación por sugerencia de Bea, con disfraces que cada uno trae de su casa (impagable Piraña disfrazado de señora), una función que da, en general, muchísima vergüenza ajena, y que me ha hecho sentir alivio de que hoy los críos se entierren en sus móviles y no sufran tales ridículos, ni se lo hagan sufrir a los demás. Bueno, Pancho llega tarde a la juerga porque tiene que trabajar (el drama de ser el eterno asalariado entre veraneantes) y de camino, se encuentra en una extraña casa con un extraño hombre asomado a la ventana, que semeja desaparecer ante sus ojos... de repente.
El tono del episodio se centra en el misterio de la casa, a donde van todos, a ver que pasa, cuando Pancho les cuenta la película. Esto se convierte así, en "Buenas noches, señor monstruo", sin música, con la pandilla explorando una casa abandonada y con un tono misterioso y encontrándose con cosas de mal rollo. Acojonándose, la pandilla busca ayuda, le cuentan el tema a Julia, y vuelven acompañados por Chanquete para investigar.
Se desentraña entonces el misterio: la presencia fantasmal resulta ser el hijo de los antiguos dueños de la casa, que hace mucho que no la ocupaban, y que ya murieron: un señor circunspecto, enigmático y vestido en bata a lo Fu-Manchú, que no es pederasta, ni tiene a su madre enterrada en el sótano, ni nada de eso, aunque al principio parecen probables tales cosas, dada su actitud extraña. Sin embargo, la trama toma otros derroteros, y el caballero invita a Chanquete y compañía a cenar a su casa.
Todos se dirigen allí (algunos, aún asustados por el "fantasma") y el jodío anfitrión sigue empeñado en crear atmósfera de la buena (puertas que crujen y chirrían a lo peli de miedo, escenarios dispuestos cual película gótica, presentarse ante los invitados vestido de pajarita, frac y sombrero de copa...).
Resulta que el buen hombre es o fue, mago profesional famoso, y ha vuelto a la vieja casa de su infancia tras una vida de trabajo, haciendo muestras de sus prodigiosas habilidades para los chavales se ofrece a hacerles una función de magia, la "última función" del título... pero los trucos ya no le salen al buen hombre. Lo cierto es que resulta de un patetismo casi terrorífico, ese hombre cubierto de agua y trocitos de confeti, fracasado y patético. Como les cuenta a Julia y compañía, el mago les cuenta su historia, básicamente, desde que su mujer murió, se ha ido alcoholizando y ha ido progresivamente perdiendo el prestigio profesional que una vez tuvo. Vuelve a Nerja, donde fue feliz de niño con sus padres, para intentar recuperar su propia estima.
Lo cierto es que el episodio tiene un tono raro de cojones

Destila en su primera mitad, un misterio en la mejor tradición de historias castizas de fantasmas a lo Cuarto milenio, casas viejas llenas de pilas de libros cubiertas de telarañas, música de miedito y todo eso, para en su segunda mitad, darnos un recital de la depresión, con música tristona y ese pobre hombre cayendo más y más bajo, mientras intenta dignificarse con su última función ante un grupo de chavales desconocidos, incitando en ellos la magia, el misterio, para dejarles sólo con el recuerdo de un hombre viejo. No me sorprende que no lo recordara, probablemente, cuando lo vi, ni siquiera lo comprendí. No lo entendería, me resultaría pesado o aburrido. Ahora, que soy más viejo, sí lo entiendo.
-
El complemento necrológico: No hay mucho que decir en este episodio, salvo ese momento en el bar, cuando Frasco les pregunta a los chavales si "traen los cascos". Y es que antes los niños nos entreteníamos recorriendo las calles de nuestro barrio buscando botellas vacías para llevarlas al súper, a cambio de unas monedas con las que llenarnos los bolsillos de petardos y golosinas. Cosas de otra época. Cosas de otra época como lo de que dos adultos a los que no conoces de nada, te lleven a cenar a una casa medio abandonada, y llena de mierda y mugre, con un anfitrión que se comporta como el conde Drácula. Menos mal que esto es Verano azul, que si llega a ser American horror story, acaban todos como el rosario de la aurora.
-
Lo que Quique no hizo: Los chavales se disfrazan para la representación, y Quique se disfraza de negro hawaiano, o algo parecido

embadurnándose la cara de negro cual Rey mago Baltasar, algo no muy políticamente correcto en estos tiempos. Por lo demás, nada a destacar.