El otro día descubrí un placer culpable en toda regla: "Rescaten el Titanic" (1980) de Jerry Jameson. Recuerdo haberla visto de peque, pero apenas la recordaba, salvo algo de las escenas del Titanic emergiendo. Lo curioso es que siempre había pensado que era un telefilm, pero no, fue una superproducción cinematográfica en toda regla, costando treinta y pico millones de dólares de la época. La peli es maaaaaaala (tiene un 3 y medio de nota en imdb), pretende ser una peli de aventuras e intriga, pero no hay ni intriga ni tensión ni ná. Se fundamenta en un guión donde se comienzan varias tramas, a cada cual más absurda, pero que luego se abandonan inexplicablemente, como le ocurre a la estrella de la peli, el Titanic. Sin embargo, la premisa es tan llamativa (reflotar el célebre barco porque con él se hundió el único cargamento conocido de un mineral que podría ayudar a crear un escudo antimisiles para los EEUU de la Guerra Fría) que uno no puede evitar darle una oportunidad sólo para ver el despiporre que puede resultar el ver al Titanic emergiendo del agua de una pieza. Esta incongruencia se debe a que entonces se creia que se hundió entero.
Además, sorprende que las escenas bajo el agua explorando el Titanic hundido sean bastante verosímiles y muy parecidas a las que nos ofrecieron las primeras inmersiones reales hacia los restos del naufragio, asi como a las escenas (reales y de estudio) que pudimos ver en la peli de Cameron. Aunque claro, suponer el aspecto de este naufragio bajo el mar tampoco debe de exigir una gran imaginación.
Pero lo que más sorprende son lo efectivas que resultan las secuencias del reflote del Titanic a la superficie, el primer paseo del fallecido Richard Jordan (actor infravalorado y tristemente olvidado) por el interior del barco, y la llegada del Titanic, 70 años después, al puerto de Nueva York. Como bien dice el autor del libro, es una especie de sueño infantil hecho realidad. Y a pesar de lo que cantan las maquetas en muchos planos, la gloriosa música de (san) John Barry, en un momento en que el músico explotaba su vena más nostálgica y melancólica (como en la partitura de "Somewhere in time", también de ese mismo año), hace que uno sienta algo de emoción en esos momentos, a pesar de que también tienen un pié (y buena parte del otro) dentro del ridículo más espantoso. También destaca la breve escena en la que Alec Guinness (que hace de tripulante superviviente del naufragio) le entrega a Jordan la bandera que colgaba de la popa del barco, que guardaba como recuerdo, para que la vuelva a colocar en su sitio si consigue reflotar el barco (y eso que, supuestamente, Jordan y los suyos pretendían mantener la operación en secreto).
En fin, toda una extravagancia de película que ahora tiene hasta un cierto estatus de película de culto (bueno, como le acaba ocurriendo a toda superproducción fracasada me parece a mí, sobre todo ahora en la era de Internet), existiendo incluso alguna página web en castellano dedicada a la peli.
Un saludete.