Estoy con Hill y es adictivo el muy cabrón, difícil encontrar alguien con mejor sentido del ritmo.
The Driver es un elegantísimo thriller, deudor sin disimularlo de Melville, que juega a la abstracción, decide montar una partida entre protagonista y antagonista sin importar nada más, y lo hace dialogándolo literalmente, y ya es curioso porque diálogos hay pocos. Integra acción de manera muy natural en forma de 2 magníficas persecuciones que ya demuestran el pulso de Hill para planificar y montar escenas de acción. Quizás demasiado deudora y las limitaciones de Ryan O'Neal me la hacen situar un peldaño por debajo de las 2 siguientes que comento.
The Warriors es irresistible ya desde su premisa, aquí el personal pero a la vez camaleónico Hill parece mimetizarse con el Carpenter comiquero de Asaltato al distrito 13 (anterior) y Rescate en N.Y. (posterior), tanto en su iconicidad cool como en el tratamiento de la violencia y el tipo de narración. Una historia que, además de acción magistralmente montada, en su parte final adquiere un toque de mítica, nostalgia y poesía que complementa y remata de la mejor manera la odisea coral de la banda.
Y La Presa, directamente, me parece una obra maestra, sin nada que envidiar a Deliverance (de la que bebe, no obstante, a manos llenas), pero es muy curioso como Hill está directamente involucrado en 3 películas con la misma estructura de guión (grupo de personas en territorio hostil que van sobreviviendo y cayendo) con 3 contextos tan diferentes (Alien, The Warriors y La Presa). Aquí las virtudes son cuantiosas, una atmósfera única aprovechando al 100% esa localización sureña, enfermiza, pesadillesca; unos villanos elípticos maravillosos y para colmo con coartada empática nada desdeñable y de ahí otro logro, la ambigüedad moral de todo, desde el propio grupo a sus maniobras y sus métodos; una dinámica interna de grupo paranoico, donde el horror se mimetiza con ellos, les invade hasta sus últimas consecuencias y casi llega a igualar la amenaza externa, con multitud de personalidades magníficamente aprovechadas cuál The Thing. La obvia y no por ello menos interesante alegoría sobre Vietnam (otra vez la ambigüedad moral) y, finalmente, ese final en el poblado que hace la película absolutamente redonda, un final tenso, metafórico, coreografiado a lo grande y, otra vez, fascinantemente ambiguo.
Traición sin límites (Extreme prejudice), Una gratísima sorpresa (veo que Max se deshace en elogios también) , un cocktail asombroso mezcla de Peckinpah en la dirección y Milius en el guión, y es muy curioso como resplandecen ambas influencias (lo de Milius es literal, la película está basada en una historia suya), la violencia, el final descaradísimo a lo Wild Bunch y el duelo de antagonistas que se tocan tan propio de Bloody Sam y, por otra parte, la militarización y sus códigos más allá de una burocracia podrida (ese fascismo tan made in Milius), el nihilismo como necesidad de acabar con todo para volver a empezar reflejado en los 3 protas masculinos o el romanticismo son señas inequívocas del comentado Milius. Además, la película también sorprende por su estructura, con 2 tramas radicalmente separadas que se van tocando poco a poco y desembocan en un estallido salvaje de violencia, una violencia brutal en toda la película con contador de cadáveres que la asemeja más a Alfredo García que a otra de Peckinpah. Quizás la excesiva herencia de la película y una puesta en escena demasiado ochentera le quita algún punto, pero es una experiencia visceral y acojonante.