Respuesta: WAR HORSE (Caballo de batalla) de Spielberg
Va con spoilers (es imposible no hacerlo): que no me lea nadie que no la haya visto aún, por favor.
"
La guerra nos arrebata todo a todos"
Spielberg bebe de los clásicos familiares Disney, aquellos donde todo era bondad, buen hacer y sobre todo compañerismo y amistad ferrea, imperecedera, ya fuese entre humanos o con animales de por medio (¡no va a ser de Disney si la película pertenece a Touchstone, la parte seria y dura del ratón por antonomasia!). Diferenciada y remarcada en dos partes bien distintas,
por un lado tenemos la primera que está encauzada en el más puro cine Ford, ese cine de sentimientos y a la vez de comicidad social, donde todo está envuelto en circunstancias adversas pero deparando una historia muy cercana a títulos como "Fiel amigo" y sucedaneos
mientras que la segunda parte es la que enfoca y conecta con el Spielberg que sabe ofrecer productos de calidad y como mínimo sin caer en la rutina (pudiéndolo parecer cuando el resultado demuestra que no es así).
Sin ir más lejos, Spielberg enfoca desde los primeros segundos los ojos del protagonista (un actor bastante justito, la verdad sea dicha) hacia ese potrillo, criatura que forjará una amistad más allá de toda exposición en la vida, por dura que sea, para confirmarse una historia de superación, valentía y sobre todo libertad frente a cualquier adversidad. No lo digo yo, se encarga Spielberg de remarcarlo en cada uno de los diferentes episodios que conforman este serial equino.
Como iba diciendo,
la primera parte es más comedida y por lo tanto la que carece de mayor esplendor narrativo, sea de la índole que sea. Costumbrismo, superación, agricultura y cercanía por parte del espectador para algo que quizás no tiene las trazas o los momentos más interesantes. Una parte que estamos obligados a compartir queramos o no para que sepamos hacia donde va enfocada (o dirigida) esta historia.
Y tengo que ser sincero: es una parte bastante afable pero por ende bastante insulsa o con menos interés que la segunda parte. Se percibe las intenciones de Spielberg pero por otra parte son intenciones muy blandas, muy básicas, de primero de básica.
Se ven con interés, no vayan ustedes a malinterpretarme,
pero no hay nada que quede en el recuerdo a pesar de contar con varios aciertos (la puja por el caballo, el momento del arrendatario intentando recuperar su dinero o esos momentos tan marca de la casa con cámara a la altura de la cabeza enfocando y reforzando la epicidad del sufrimiento y superación: esa muchedumbre que acude a ver como el chaval intenta sacar oro de las piedras, en este caso labrar la tierra seca que servirá como medio de sustento) y poco más.
Pero es una parte muy Disney, en todos los sentidos. ¡Incluso se permite el lujo de meter un personaje secundario chistoso como una oca que aparece y desaparece por arte de magia! propiciando los momentos más cómodos pero a la vez los más insulsos. Spielberg intenta emular, imitar, copiar u homenajear (elejid vosotros el verbo apropiado) las formas de Ford: familia unida, pueblo unido, circunstancias adversas que unen a las familias más destrozadas y por si esto fuera poco adentrándose poco a poco en el género que mejor se le da al maestro: el bélico.
Pero no lo hace a lo grande, sino poco a poco y con escena emotiva de por medio (como tanto le gusta al maestro) pero sin quedar tampoco en el recuerdo: esa venta de caballo a la armada como medio de salvación.
Porque el caballo es el eje fundamental (no descubro Roma)
para dar pie a todas y cada una de las pequeñas historias que dan forma al todo. El caballo es el narrador, es el que expone la historia. Y aquí, en este punto de inflexión, de pasar de la vida diaria en un pueblo a la parte que hace que la película empiece a encauzarse, e levantarse, a tomar forma y cuerpo... pero sigue tomándose las cosas con calma.
Spielberg se vuelve mayor y se nota muchísimo en las formas empleadas.
Es un cuento infantil y como tal requiere de narrar con ritmo pausado, paulatino, más racionalizado, como si no tuviese prisa por llegar al final. Y como infantil es no necesita recurrir a ritmo trepidante, a sangre que embadurne el objetivo ni hacer sufrir al público con el dolor incesante de cualquier bélico que se precie. Es un bélico más intimista, más contemplativo (aunque escenas con hazañas magnas las hay pero no como quizás podía insinuar los avances previos).
Pequeñas historias que forman un todo y que decide dedicarles el tiempo justo y necesario: los dos hermanos que deciden desertar (planteándose si su decisión es de cobardes o valientes y que Spielberg decide finiquitarlo perfectamente con una transición brutal e impresionante de aspas de molino que sorprende por lo sencilla, concisa y directa), la hazaña bélica contra el ejército alemán donde la planificación, el sonido, la cámara y la puesta en escena es de una espectacularidad a la antigua usanza: esos caballos sin jinetes, esa raudez en el ataque ¡y sin una simple gota de sangre!.
Es una película íntima y así (me) lo demuestra Spielberg.
No quiere regodearse en una encarnizada y sanguinolienta guerra sin razón. Para eso tenemos a Ryan. Sino fijaos en como resuelve uno de los momentos más bellos, emotivos y con toda la emotividad posible: el caballo corre en medio de un campo de trincheras enganchado a una de ellas (ese salto en el aire: brutal) y hace que dos soldados dejen a un lado sus diferencias para acabar salvando al más desvalido e indefenso. Y aquí es donde podría haber recurrido a las formas de Ford: él hubiese hecho que los dos boxeasen como propone el soldado alemán pero no, cada uno vuelve a su lugar, como si no hubiese epicidad (aunque lo parezca) en el campo de batalla. Y si la hay no está en las manos de los soldados.
Pero por muy cuento que sea la historia, Spielberg no puede dejar de provocar tristezas allá por donde pasa o comparte vida el caballo (los hermanos, la niña: el abuelo es lo mejor y todas sus escenas son las mejores, el soldado que lo monta, el otro caballo). Pero sabe como enfocarlas o enfatizarlas para que aún siendo lo más duras que puedan ser recurre a todo tipo de artes para que la dureza sea lo menos triste posible:
mediante narrativa en el caso de la niña, fuera de campo en el caso del soldado, obstáculo visual en el caso de ellos. Son casos inevitables en un mundo en guerra, pero no lo es la forma de narrarlo.
Cierto es que le falta un poquito más de ritmo en según qué apartados o un poquito más de perfilamiento en según qué partes (toda la parte primera encaja como mano en guante) y hay alguna cosa que otra que quizás no entiendo el porqué (ese tanque arrinconando al caballo o la desaparición del arrendatario) pero por lo demás es una película que como todo buen cuento tiene un happy end, con ese tono (y esa fotografía) de épica eterna donde el caballo, como buen héroe de función, vuelve a casa y con él el niño, que vuelve hecho un hombre, consigue un final redondo, como los clásicos antiguos.
Para mi es un sí como un caballo.