Gran película... para verla por trozos. Tito Spi se marca algunas de las secuencias más virtuosas que ha rodado en su vida, con una planificación y montaje que quita el hipo. Ahora bien, lo que es el continuo narrativo flojea, uno no acaba de meterse en la historia. Quizá sea porque el guión de Kushner hace por dotar de profundidad a todos los personajes, y su estilo literario, junto con el esfuerzo de Spielberg por hacer un film de corte más realista, choca con la lógica sencilla y más dada a fantasear de un musical.
Por otro lado, la interpretación de las canciones tiene bastante menos fuerza que en la versión de 1961, da la impresión de que las han ralentizado para que Spielberg monte sus set pieces a gusto. Ansel Elgort es casi tan soso como Richard Beymer, los Jets igual; en cambio los latinos se lucen bastante más. Las coreografías están bien, pero claro, falta un genio de la talla de Jerome Robbins que les dé verdadera personalidad más allá del desfile de acrobacias de los actores y bailarines.
Lo dicho, los formalistas lo pasarán teta, pero el que busque emociones desbordadas quedará un poco frío. Lástima que un film con voluntad popular y tanto talento detrás vaya a quedar relegado probablemente a film de culto.
Eso sí, quien diga que la peli no aporta nada nuevo a la anterior versión es tonto de remate, aquí Spielberg ha echado el resto en cuanto a creatividad e ingenio. Otra cosa es que, al fin y al cabo, su genio pertenece al cine dramático y no al musical, y eso lastra el resultado global.
Un saludete.